Realidades Risueñas

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Abrí los ojos, ya me encontraba en el paraíso. Estabas a mi lado, acompañándome, pero de repente comenzaste a desaparecer, te alejabas. Lloraba... Lloraba y mi ropa se desgarraba. Gritaba... Gritaba pidiendo que vuelvas pero no, no volvías.
De repente me desperté y ya no estabas ahí, mi sueño se había hecho realidad. Quería que no sea verdad, pero mi otro yo me decía que no volverías nunca más. Lloré todo lo que quedó de la noche.
El dolor de mi corazón era infinito y sentía que perdería el control de todo. El control de mi vida ya lo había perdido desde aquella noche. Todo mi mundo se había desmoronado de repente, y no lo construiría nuevamente, a menos que estuvieras junto a mi, pero sabía que no sería así luego de todo lo sucedido.
Cuando entré en razón, tomé el celular y marqué tu número, sabiendo que no contestarías, pero necesitaba escuchar tu voz, aunque solamente por unos segundos.
Puse el celular en altavoz cuando de repente escucho tu mágica voz.
-Hola, soy Manuel, en este momento no puedo atenderte, así que deja tu mensaje después del tono... - decía el contestador.
Con  solo escuchar estas simples palabras pude volver a respirar.
Una y otra vez repetí el llamado, para escuchar tu voz y poder conciliar el sueño de una vez por todas.
Las madrugadas ya conocen mis lágrimas, desde que desapareciste por completo. Mi cabeza no deja de dar vueltas ¿Que hice para que haya sucedido esto? Esa pregunta me tortura y necesito que me la respondas, que me digas porque hiciste lo la que hiciste esa noche, pero es imposible.
Te amo tanto... ¿Por qué? No lo sé, pero solo sé que es este momento te odio... Te odio por todo, te amo por nada, te extraño desde aquella noche que dejó marcada para siempre mi vida.
Me dormí en medio del llanto. Cuando abrí los ojos el reloj decía 11:43am. Hacía frío, me cubrí con la sabana de la cama, pero no era suficiente. Me levanté a pesar de la pereza, descalza corrí hacia el armario donde tenías tu ropa, o al menos lo que quedó de ella. Abrí una de las cajas y tomé el primer suéter que vi y me lo puse.
Necesitaba algo tuyo, algo que me diera calor, ya que no estabas para abrazarme como solías hacerlo cuando sentía frío durante la noche y la madrugada.
Tenía tu perfume aquella prenda, no quería sacármelo nunca más.
Corrí nuevamente hacia la cama, y me sumergí en ella, como si fuera una pared que debía romper para volver a la realidad de la vida perfecta que solía tener.

El Castillo De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora