Capítulo 29 Sentido del deber

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Tres meses más habían pasado desde que Terry hubiera tenido su papel en la obra el Rey Lear. Todo marchaba con normalidad, él pertenecía oficialmente al grupo de la compañía Strafford y el dueño y director Robert Hathaway estaba más que complacido con su trabajo. Aún así, Terry no descuidaba el hotel y estaba pendiente de cada movimiento que allí se hacía, especialmente porque ya había llegado el invierno, época navideña y las reservaciones estarían en todo su apogeo. Terry había audicionado para la próxima obra de su compañía, Romeo y Julieta, su sueño de toda la vida, ansiaba el papel de Romeo, pero con tal de estar en la obra, interpretaría a cualquier personaje. Su motor era el amor de Candy, el apoyo de su madre y por supuesto, la pronta llegada de su bebé, pues su pecosa ya estaba en su octavo mes de embarazo.

-Terry, ya casi no puedo caminar, no puedo verme los pies.

Se quejaba Candy cuando bajaban a almorzar. Su vientre estaba en verdad enorme. Se veía hermosa, pero el movimiento y ejercicio constante la agotaban.

-Ya falta poco, pecas. Además te ves preciosa.

Le decía Terry con todo el amor del mundo, besando su vientre. Finalmente estuvieron ubicados en el comedor junto a Eleanor.

-Candy, querida, me hubieras dicho y te mandaba a subir la comida a tu habitación.

-No se preocupe, Eleanor, un poco de ejercicio me hace mejor. Si estoy mucho tiempo quieta se me hinchan los pies.

-Ya ansío que llegue nuestro bebé, todo este tiempo se ha hecho eterno.

Dijo Terry mientras se servía la comida.

-Señorita, no puede pasar aquí sin autorización. Señorita, por favor.

Se escuchaba la voz suplicante de la mucama y despertando la curiosidad de Eleanor y la pareja.

-¿Qué es lo que está pasando aquí?

Preguntó Eleanor molesta.

-¡Terry! ¡Buenas noticias!

Se escuchó la voz de la intrusa que entró pasando por encima de la mucama y de la misma Eleanor, ignorándolas con descaro y yendo directamente hacia Terry.

-Discúlpeme, señora, traté de detenerla, pero...

-¿Susana, se puede saber qué diablos estás haciendo aquí? ¿Cómo supiste dónde vivo?

Preguntó Terry poniéndose de pie furioso.

-Yo... eh...

Trató de explicarse la patética actriz ante la furia de Terry.

-Mire señorita Marlow, le recuerdo que esta es mi casa y que nadie, absolutamente nadie entra aquí sin mi autorización. Que sea la última vez que se toma tal atrevimiento.

Dijo Eleanor tan molesta como su hijo. Candy se había puesto muy tensa. Esa mujer no le daba buena espina, sencillamente no podía tragarla.

-Yo... lo siento, es que quise decirle a Terry que...

-Di lo que tengas que decir y por favor, márchate. Ya has puesto a mi esposa muy nerviosa con tu presencia.

-Terry, perdón, es que pensé que... Bueno, no importa, sólo quería que supieras que te dieron el papel de Romeo.

Terry se quedó unos segundos sin habla, pero luego reaccionó y aunque la noticia era buena, no iba a pasar por alto el atrevimiento de Susana.

-Gracias por la noticia, pero era algo que yo pude haber sabido por mis propios medios, no necesito un mensajero. Por favor, voy a pedirte que nunca más pongas un pie en mi casa sin ser invitada.

Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora