Elegía al Conformismo

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Táchira, tierra de fuego; donde la cordialidad fue sepultada por la violencia, y donde la ignorancia fue artífice del lamentable deceso. Donde la voluntad trasciende de las palabras, pero sus deseos no se materializan. Donde el dulce aroma del mastranto se tornó aliáceo, y cuyos verdes campos se tiñeron de carmesí. Una comunidad luchadora que deposita sus esperanzas en falsos mesías, decepcionando uno tras otro.

Por la mañana, vestidos de blanco salimos a marchar. La libre expresión se premia con silencio, para algunos eterno. La irregular superficie de las calles se pavimenta con sangre y con decorosas ascuas, en un macabro festín del cuál todos somos anfitriones. Consecuencia de combatir palabras contra plomo. Ellos ponen las balas, nosotros los muertos; pero al fin y al cabo, todos colaboramos.

¿Qué hemos aprendido en estos años? Parece que nada. La lección cada vez se pone más fuerte, nadie está preparado para aprobar esta cátedra. La cátedra del buen vivir. ¿Desde cuándo perdimos las bases de esta educación?

Tal parece, que lo que pudo ser nuestra bendición, se convirtió en nuestra maldición

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Tal parece, que lo que pudo ser nuestra bendición, se convirtió en nuestra maldición. No, nosotros lo convertimos en nuestra maldición. Segregado por toda nuestra superficie, el semen de la industrialización. Combustible, al fin y al cabo, de la polución. Causante, de nuestra perdición. No era una planta, pero se podía sembrar. No moría, pero algún día tenía que acabar.

Amamantados por su riqueza, del lecho de la madre naturaleza, fuimos parasitando su sangre. Tan oscuro como el panorama que hemos de afrontar, nos enseño a vivir con pereza, en más de siglo y medio nos llevó al hambre. Máshrek, el Levante; personas vestidas de amplias y ligeras ruanas le han transmutado. Oro puro se levanta donde sólo hubo arena en el pasado.

 Oro puro se levanta donde sólo hubo arena en el pasado

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Algo hicimos mal en este siglo, no me cabe duda. Al llegar este milenio, quien prometió gobernar un quinquenio se lo llevó la peluda. Promesas nos había hecho, sin ser mucho menos genio enfrentó la realidad cruda. Cruda, como estas heces que nos llevaron a la ruina, y a pesar de ser tantas no tenemos gasolina.

En aútomatas nos hemos convertido. Donde se pescaba y bebía vino, el conformismo domina con desatino. Pastor pervertido, que al rebaño ha perdido. Nunca se enseñó a pescar, pero si a buscar la teta que nos va a amamantar. Conformismo es la palabra, secuela de la enfermedad llamada socialismo, que no siempre es terminal, pero si no la combatimos a tiempo, puede ser fatal. Muestra de ello, mi ciudad natal. San Cristóbal, la que fue ciudad cordial.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2016 ⏰

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