Vamos a cazar escarabajos

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La Yorozuya y el Shinsengumi habían salido en la búsqueda de un escarabajo que los sacaría de sus problemas. A los de la Yorozuya económicos y a los del Shinsengumi laborales. Y, sin planearlo, se encontraron allí. Empezó la competencia por ver quién se quedaba con el gran premio.

Pasó el día y ningún equipo tuvieron éxito, así que en sus debidos campamentos reposaban del arduo trabajo que habían llevado a cabo.

En el lado del Shinsengumi tenían comida y unas tiendas de acampar muy cómodas. En cambio en la Yorozuya no tenían ni comida ni tampoco una tienda para los tres.

Huyendo del escándalo que hacían sus compañeros de trabajo, un sádico se alejó de los círculos del alojamiento del Shinsengumi, mientras la chica de cabellos rojizos salió en busca de comida, ya que la que habían traído se le había quedado en una muela. Ella fue atraída por el olor de carnes asadas que provenían del campamento contrario, y pensó en robárselas, ya que estaban borrachos. Al parecer, su plan iba a salir bien, mientras ella fuera muy silenciosa. Ya estaba a punto de agarrar unos trozos de carne cuando cierto hombre sombrío de mirada carmín apareció.

—¿Qué crees que haces, China? —preguntó, sujetándola de la mano con mucha fuerza, casi a punto de rompérsela, siempre y cuando se tratara de una chica normal.

—Nada que te importe, estúpido sádico —respondió ella, tratando de zafarse del agarre del chico.

—Claro que me importa, estás en mi campamento, intentando llevarte mi comida —dijo el chico de cabellos castaños, sonriendo en la forma que ella apodaba "sádica" y agarrando la otra mano de la chica.

—Ustedes no la van a ocupar y de que se la coman los osos mejor me la como yo —exclamó la chica, intentando tomar un trozo de carne con su boca.

—Aquí no hay osos, estúpida China, intenta ubicarte un poco mejor, estudia geografía —sugirió el chico, sonriendo.

—¿Para qué me sirve a mí estudiar geología?, seré una mujer muy hermosa y seré mantenida por mi esposo —dijo la chica, intentando una pose sexy y con un trozo de carne en la boca.

—Geografía, GEOGRAFÍA. Nadie tomaría por esposa a una bestia con un estómago que parece un hoyo negro —dijo el chico, con una mirada sería.

—Ya fue suficiente —reclamó  empujando al chico, y zafándose de su agarre.

Su plan silencioso se había ido a la mierda cuando apareció ese chico que solo le gusta hacer sufrir a los demás. No tuvo más remedio que empujarlo pero este la jaló de mano, causando que fueran cayendo por un camino empinado y pronunciado. Mientras bajaban, sus ropas se enredaban en las ramas de los árboles y estos seguían peleando, una lanzando golpes y el otro esquivando.

Al fin su caída había finalizado y estaban quién sabe en qué lugar de ese bosque oscuro y tétrico que solo contaba con la luz de la luna que, a veces, se escondía detrás de unas nubes casuales.

—Estúpida China, ¿ves lo que provocas? Caímos y no sabemos ni dónde estamos —dijo el chico, guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón y observando a su acompañante que, por la caída, se habían roto sus ropas, dejando mucho a la imaginación.

Con ese vestido rojo que siempre ella usaba, con sus típicas aberturas en las piernas; con la caída aquellas aberturas habían subido un poco más y tenía algunos hoyos en la parte baja del busto y en la espalda, y, al parecer, ella no se había dado cuenta de lo que sucedía.

—Cállate, Sadist, si hubieras estado durmiendo me hubiera podido comer su comida y todos felices —dijo la chica enojada, subiéndose a sus hombros y mordisqueando la cabeza del chico—. Ahora tengo mucha haaambre.

En el bosque de la China, la chinita se perdióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora