Capítulo 14.

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Cayó la tarde de repente. Michael y yo aún seguíamos en aquella biblioteca hablando de lo que se nos ocurriera, luego escuchamos mucho ruido afuera y nos miramos entre si. Dudosos del porque había tanta algarabía, nos sorprendimos porque una mujer de tez blanca y con cabellos de color castaño oscuro, abre la puerta con brusquedad. Era nada más y nada menos que Lisa Marie Presley.

—¡QUÉ TE VAS A CASAR! —Gritó la mujer como si fuera el fin del mundo. Por lo menos para ella lo era en ese momento.

Michael enojado, se levanta del sofá y pregunta.

—¿Para qué carajos volviste?, ¿Qué quieres?, ¿Qué tan rápido te llegaron con el chisme?, ¡Anda, dilo! —Luego me miró y me proporcionó calma, yo realmente estaba súper asustada.

—¿Qué le viste a ésta mujer?, ¿Por qué la elegiste a ella en vez de buscarme a mí?—Dijo mirándome y refiriéndose a mí; yo agaché la cabeza. Michael respondió con el ceño fruncido y se acercó un poco más, dirigiéndose a ella.

—Con María no te metas o te va pesar. Hasta el día de tu muerte, Lisa. —Dijo Michael, sacándolo de casillas.

—Tu querida hermana me dijo que te ibas a casar —Respondió la mujer con una sonrisa malévola.

—¡Qué pudo a ver sido mi hermana! Seguro la llamaste y la amenazaste con saber algo de mí y claro; la pobre del susto te soltó la sopa rápido. Pero yo, yo a vos no te tengo miedo y María menos. —Michael dijo en forma de amenaza, sus ojos negros eran cada vez más intensos y más oscuros.

—Qué risa me das Michael —Dijo aquella mujer, soltando un pequeña carcajada —Tú me amas, me seguirás amando hasta el día que faltes en este cochino planeta. —Soltó aquellas palabras con una seguridad enorme. Yo intervine.

—Michael nunca volvería amar una mujer como usted. ¡Egoísta y arrogante! —Michael se sorprendió al ver que dije esas palabras en aquella discusión.

—¿Usted qué? Una mujer que fue una criada y sólo sirve para ser la servidumbre de los más altos en la sociedad. —Dijo mirándome de arriba hacia abajo con asco y repudio.

—¿Acaso está mal visto ser una criada humilde? —Me le enfrenté.

—¿Humilde?, ¿Qué vas a saber de humildad? —Contestó la mujer, desafiándome —Si fueras humilde, ¿Entonces por qué te vas a casar con Michael? Él es mío, siempre lo será. —Dijo mirando a Michael con seguridad.

—Porque yo la amo —Respondió Michael en defensa de ambos. Lisa se le cayó el rostro cuando escuchó esa respuesta.

—¿Amar? —Susurró la mujer atónita. —¿Cómo pudiste? —Dijo angustiada.

—Tus lágrimas de cocodrilo a otro lado —Respondió Michael tomándola del brazo y sacándola de la biblioteca. Yo les seguí el paso, no quería que Michael se saliera de casillas, más de lo que estaba y pasara algo peor. Dudo de que le ponga una mano encima a Lisa, pero cualquiera perdería la cordura con tremenda serpiente venenosa. —¡No te quiero ver más en mi casa, deja de llamar a mi familia, de angustiarles! Tú te fuiste, cogiste tus cosas y te largaste, ¿Por qué simplemente no desapareciste del todo? Pareces un fantasma que me atormenta Lisa. lárgate, por el bien tuyo y el mío. —Sugirió Michael, irritado hasta los poros.

—¡Es que no entiendo! —Gritó Lisa nuevamente.

—¿Qué quieres que te expliqué, Lisa? —Respondió Michael frunciendo el ceño aún más—¿El hecho de que me hayas dejado o tu egoísmo?

Lisa se quedó completamente en silencio mientras seguía mirando a Michael con angustia. Luego me miró a mí y me fulminó la mirada.

—¿Ella que hace aquí, vino a proteger a su caballero? —Dijo entre carcajadas.

—Lisa, no quiero discutir con usted —Dije con calma, pero los nervios me estaba comiendo por dentro— Haga lo que dice Michael. Váyase, no le colme más la paciencia.

—Ahí si. Ya te vas a dar dotes de dama, cuando eres una arrastrada interesada.

—¡Lisa! —Exclamó Michael, enojándose aún más— Lárgate de mi casa —Dijo susurrando y señalando en dirección a la puerta.

—Pero Michael... —pronunció nuevamente aquella arpía que le estaba molestando lo que había sido un maravilloso día. Él intervino, interrumpiéndola.

—He sido claro, no quiero repetir y sacarte a la fuerza... Lisa. ¡Lárgate de mi casa! —Subió un poco más el tono de voz. Veía como temblaba de la ira, que ésta mujer le provocaba.

—Es que tenemos que hablar —Se excusó una vez más.

—No tenemos nada de qué hablar. Todo quedó claro el día que te fuiste y dejaste ser parte de esto. —Respondió con seriedad— No quiero repetir y no quiero sacarte de mi casa a la fuerza. —Michael, no dijo más nada. Sólo dio media vuelta dándole la espalda dirigiéndose a mí, me tomó de la mano y nos fuimos al jardín de atrás dejándola sola en la puerta de la biblioteca.

Observaba como Michael le temblaba las manos y los labios de la ira que tenía. Estaba pálido. Nos sentamos en una de las bancas, se reposó ahí y tomé su rostro entre mis manos. Él no dijo nada, sólo me abrazó fuerte, lo más fuerte que podía y luego derramó algunas lágrimas. Fui testigo de su sollozo, de su dolor... que no me quedaba más que consolarlo. Luego de quince minutos, encontramos al electricista personal de la casa: Josue.

—Josue, ¿La señora Presley, ya se fue? —Pregunté, ya que Michael no tenía ánimos de inmutar una sola palabra.

—Sí, señorita. La señora Presley ya se retiró hace como cinco minutos de la casa.

—¡Apenas! —Exclamó Michael— Es el colmo —Suspiró.

—Relájate, ya pasó lo peor. —Dije, mirándolo con angustia, luego le dediqué una mirada a Josue —Muchas gracias por decirnos —Le sonreí levemente.

—Un placer señorita, seguiré trabajando —El señor me devolvió la sonrisa y se retiró del lugar amablemente. Yo me quedé consolando a Michael, mientras se calmaba un poco más.

—¿Quieres que vaya por un vaso de agua? —Pregunté preocupada, casi medio levantada de la silla. Él toma del brazo, haciéndome sentar nuevamente y me mira profundamente.

—Es más efectivo que te quedes aquí, conmigo —Susurró y yo sentí como un calor subía por mi rostro, haciéndome sonrojar.

Después de una larga hora, Michael ya estaba más calmado. Era momento de merendar, así que nos fuimos al jardín principal donde había celebrado aquel festín de la familia. Teníamos presente un delicioso pastel de vainilla con un poco de crema y té.

Michael aún estaba algo desanimado. No se me ocurría nada para subirle el ánimo. Pensaba que el dulce hubiera sido algo más efectivo, pero al parecer me había equivocado. No habló en toda la merienda; hasta que el mayordomo: Urbano, le avisó que tenía una llamada súper importante de la discografía. Él se levantó, posó su mano sobre mi hombro y me hizo una señal de que no se demoraría mucho. Yo asentí y seguí comiendo mi pastel. El mayordomo se quedó ahí parado y luego se acercó a mí.

—María, ¿Qué pasó ahora en la tarde? —Preguntó.

—Urbano... si que eres chismoso, ¿No? Igual a Karla y a Karlota.

—¡Uy, pero que picada eres tú, María! Ándale, dime.

—No es nada que te importe. Ya le diste la razón al señor. Ándale, ve a trabajar.

Urbano se retiró con el ceño fruncido y haciendo pataleta. Mientras eso, veía como a lo lejos a Michael con una sonrisa de oreja a oreja. Parece que traía buenas noticias.

¡Chiiiicas! Este es el capítulo catorce, espero que les guste demasiado ¡Saben que las adoro demasiado! Gracias por votar y comentar c: Por cierto, no lo olviden... Besos y abrazos.


Casados a la fuerza © [TERMINADA] #Sakura2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora