Capítulo 23

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Phoebe salió de la casa media hora antes de la cita con el juez. Zev la había retrasado una hora y la había tenido que dejar con Simón si quería ir a aquella cita y luchar por los derechos que tenía con su hijo. Había pasado una hora, durante el desayuno, comentando con Simón lo que podría decirle al juez. Aunque también había poco que hacer debido a que el que tenía los derechos principales era Percy... no se atrevería a quitarle a su pequeño.

Phoebe llegó a la dirección que aparecía en la carta cuando la citaron con el corazón en la garganta. El pecho parecía una sala llena de tambores y en su mente solo cabía su hijo. No permitiría que nada malo le sucediera, inclusive si su padre intentaba dañarla a ella.

Llamó a la puerta repetidas veces hasta que una sirvienta abrió y la guió hacia un despacho del edificio. Comprendió que debía ser la casa del juez porque se apreciaban saloncitos y una escalera descendente para la cocina y las ascendente para los dormitorios. Cuando llamó a la puerta y oyó un "Adelante" se atrevió a cruzar el umbral. Dentro se encontraban Percy y un hombre que no conocía en total silencio mientras tomaban una taza de café aún humeante.

—Bienvenida, señorita Authbrey. Es una pena que tengamos que conocernos en tales circunstancias — comenzó el que, Phoebe supuso, era el juez al que Percy había acudido, mientras se levantaba y se dirigía a ella con paso anciano.

El hombre no debía sobrepasar los cincuenta, aunque tenía un rostro demacrado por las arrugas y las pecas. El cabello cano aún existía en poca cantidad a los laterales de la cabeza, los ojos azules y la nariz aguileña le daban un aspecto perspicaz, inteligente y quizás manipulador, mientras que por su postura relajada y las expresiones de sus ojos y sonrisa mostraba querer comenzar una amistad.

—El conde de Summerfield me ha hablado mucho de vos — la besó la manos y ella hizo una pequeña reverencia — Y veo que no se equivocaba ni un ápice — se dio la vuelta dejando que Phoebe se sentara en el otro sillón junto a Percy mientras que él volvía a su asiento de cuero tras el escritorio.

—No deseo que esta visita le quite mucho tiempo, señoría. Y sí, las circunstancias por nuestro encuentro son deplorables — ella se quitó los guantes sin dirigirle la mirada a ninguno de los hombres — No pretendo ser desagradable, pero tengo cosas que hacer y he tenido que dejar a mi hijo con alguien de confianza — se acomodó en el asiento y Percy gruñó.

—Si tanta pena te da dejarlo en manos de un cualquiera, haberlo traído, ¿no te parece? — preguntó seco Percy echándose contra el respaldo de la silla.

—No creo que sea un lugar adecuado para un bebé — ella giró el rostro lentamente hasta encontrar sus ojos con los de él.

—¿Por qué no? ¿Temes algo en concreto? — preguntó sosteniendo la mirada de Phoebe y haciéndola frente.

—Estoy en una reunión por él, lo mínimo que puedo hacer es no traerlo. Y sí, temo que en un arrebato de ira puedas llevártelo o incluso dañarlo — contestó la mujer volviendo el rostro contraído hacia el juez.

—Si por cuidados se trata, no es algo que yo no haya visto ya — comentó Percy con una sonrisa satisfactoria al ver enrojecer a Phoebe de la rabia, el enfado y la vergüenza. La mujer hirvió por dentro mientras más comentarios salían de la boca de su antiguo amante y padre de su hijo, se preguntó por qué el juez no decía nada y desvió su mirada hacia él encontrándole con una mirada curiosa.

—Eres un desagradable, engreído, manipulador, egoísta y sobretodo desgraciado — insultó ella lentamente. Si su madre la oyera decir esas palabras, seguramente se escandalizaría — ¿Y pretendes quitarme a mi hijo cuando me faltas al respeto? Eres un... un... — las palabras se le atragantaron en la lengua. Quería decirle tantas cosas y a la vez ninguna que se le trababan las palabras — Un idiota... — dijo rindiéndose a decir lo primero que pasó por su mente cuando recuperó el aire — Lamento este espectáculo, señoría, pero debía decirlo antes de que dijera cosas peores...

La ModistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora