Esto de tener que coincidir para desayunar hasta un sábado por la mañana, me mataba.
- ¿Quién era ella? —le pregunté mientras recogíamos el desayuno de la mesa.
Aiden y yo no nos habíamos dirigido la palabra en la mañana, ni ayer en toda la tarde.
- No creo que te importe —respondió sin siquiera mirarme.
- No, la verdad es que no. Es sólo la curiosidad de saber quién es tu próxima víctima.
- ¿Crees que soy un asesino o algo por el estilo? —sonrió irónicamente.
No lo soportaba.
- Piérdete —le fulminé con la mirada.Salió de la cocina con su típica sonrisa burlona. Repito, no lo soportaba. Mi madre y Joel estaban trabajando. Mi pequeña hermana hacía un rato que se despertó y seguramente estaría en el salón viendo alguno de esos progamas de televisión que a mi realmente me parecían insoportables. Subí a mi dormitorio y me recosté sobre la cama. Cogí mi móvil y abrí el chat de mi mamá.
- ¿Iremos este fin de semana a la casa de los abuelos?
Mis abuelos eran personas adorables, bueno, supongo que cualquier nieto diría eso. Mi abuela era esa típica mujer ancianita con la que nunca pasarás hambre, y con la que pasar las navidades significa engordar 10 kilogramos, pues en su casa podías encontrar todo tipo de mantecados y bombones. Mi abuelo, para variar, era de esas personas que tenían una historia que contar cada tarde de invierno junto a lumbre. De pequeña recuerdo que me encantaba ir a su casa y escuchar aquellas interminables historias que hablaban de pobreza, guerras y hambre. Se puede considerar que mi abuelo es de los mejores maestros de historia que he tenido. Respecto al mensaje anterior que le envié a mi madre...
- No Char, lo siento. Tenemos que pasar estos dos días aquí para arreglar la casa mañana.
Nada, no había casa de los abuelos. Mi madre y Joel solo tienen un día libre a la semana, y ese día era el domingo, o sea, mañana. Encima tocará arreglar el jardín, seguro, es lo que más falta hace. Pero lo peor de todo es que tendré todo un día entero para cruzarme por los pasillos a mi querido hermanito y así aumentar mi odio hacia él, perfecto. Pero esta tarde no será así, le mandaré un mensaje a Sara y a Rocío para dar una vuelta.
[...]
- ¿Qué película os gustaría ver? —pregunta Sara señalando la cartelera.
Menos mal que las chicas han aceptado mi petición de ir al cine y, además, han avisado a Alejandro y Alberto. No soportaría encontrarme durante la tarde al insoportable ser que vive en mi casa
- Una de amor —dijo Rocío.
- Pero si a ti jamás te han gustado ese tipo de películas —le reprocha Alberto.
- Déjala Alberto, el resulgir de su amor hacia Ricardo le está volviendo un poco "diferente".
- Bien, pues yo propongo ver una de miedo. ¿Votos a favor? —propone Alberto.Todos levantamos la mano, excepto Rocío.
- Lo siento Ro, la película de miedo ha sido elegida por mayoría absoluta.
Compramos los tickets de Expediente Warren: el caso Enfield, y esperamos hasta la hora de comienzo.
Una vez dentro de la sala, nos colocamos en nuestros asientos correspondientes. El orden era: Sara, Rocío, yo, Alejandro y Alberto. Pero de repente, justo al comenzar la película, Alejandro y Alberto se cambiaron el sitio, quedando este último a mi lado.- Desde aquí se ve mejor —me dice Alberto poniendo su mano sobre mi rodilla.
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Mi Hermanastro
RomanceAiden, un chico egocéntrico que le resulta fácil ligar con todas. Charlotte, una chica tímida que es fácil de enamorar. Peligrosa combinación, ¿no? Y aun más si viven en la misma casa.