La despedida

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El reloj marcaba las seis de la tarde, el sol todavía alumbraba como aquellas lámparas forradas con papel de seda en los consultorios que habían visitado sin perder la esperanza.
Las palabras del jamás nunca fueron dichas, el cuerpo se desvaneció simplemente, ni la esperanza ni la desesperación pudieron retener a esa niña en nuestras manos.
Probablemente, dice mi amigo tiempo,  fue mejor así. Pero él siempre quiere curar todo y consolar es su tarea incansable...
Mi amigo corazón está todavía confundido,  a veces conversa laaaaargo y tendido con su colega inseparable que es más racional y busca respuestas en el sentido común, en la experiencia y hasta tiene recursos sobrenaturales para argumentar. Pero corazón no termina de entender la despedida.

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