Alta y delgada era Lola, cual árbol en su punto de mayor esplendor, los cabellos eran dorados como espigas de trigo a la hora de la cosecha. Rizado y revoltoso pelo tenía, casi siempre recogido en hermosas trenzas que permitían ver su armoniosa cara.
Una belleza griega al lado de Lolita habría tenido que alejarse, pues la luz de Lola hubiera oscurecido la belleza de la otra.
Su naricita adorable y su boca carnosa y roja como el fuego eran tapadas por su mano cuando se reía con esa voz tan cristalina.
Sus ojos grandes y expresivos con el color de la miel más dulce mostraban ternura y sus cejas redondeadas no hacían más que acentuar esa característica.
Sus manos siempre sostenían un libro y sus delicados dedos pasaban las páginas cada cierto tiempo.Su carácter atento y altruista pasaba inadvertido por la mayoría de personas y la pobre Lolita muchas veces era echada cruelmente de su lado, pero Lo nunca se lo echaba en cara y a pesar de no sentir aprecio por ciertas personas, nunca les negaba su ayuda.
Cierto era que su paciencia no era muy extensa pero ¿Quién la podría culpar? ¿No somos todos un poco impacientes cuando somos jóvenes?Su nombre causaba alegría a mi alma, Lola, Lolita, Lo. Lola cuando su faceta impaciente salía a la luz, Lolita cuando la dulzura se adueñaba de su personalidad, Lo cuando su faceta divertida y cañera jugaba su papel.
Podría decirse que estaba enamorado de Lola, de mi Lola Lolita Lo. Pero nunca se lo confesé, mi corazón ciego por ella se estremecía al verla entrar por la puerta de clase. Pero los amoríos de la juventud son efímeros. Mi Lola Lolita Lo y yo no tendríamos futuro, pensaba...
Lo que no sabía era que ella también estaba enamorada de mí.