Mi pequeña gran razón

322 36 19
                                    


La inclemente ventisca no había parado en París en todo ese tormentoso día, iniciando desde antes del amanecer y aun cuando se ocultó el sol seguía golpeteando las casas y árboles, estaba incontrolable, se mostraba reacia, se negaba a disminuir, había obligado a todos los comerciantes ambulantes a refugiarse en sus casas a esperar que pasara el mal tiempo. El aire era fuerte y azotaba los techos, hacía que los arboles grandes se estremecieran y una vez que anocheció parecía que los copos de nieve tocaban con furia las ventanas.

-Papá... Papi... Despierta

-Humm... que pasa ¿Louis?

-Tuve un mal sueño, ¿puedo dormir en tu cama?

-Eh? Oh mi...Claro hijo, tu sabes que puedes venir a acostarte sin preguntarme... en realidad me extrañó que hoy quisieras dormir solo...

-hoy llegaste lastimado otra vez... quería que descansaras papá...

Conmovido por aquella confesión, el mayor se incorporó con rapidez de la cama, para abrazar con fuerza al pequeño y depositarle un suave beso en la cabeza.

-Gracias por preocuparte por mi hijo, pero para mi siempre será primero tu bienestar, asi que no pienses mucho en eso.

-Te amo papá

- y yo a ti Louis... Y yo a ti. Ven recuéstate y cuéntame que fue lo que soñaste...

El infante rápidamente se metió entre las sabanas de su progenitor, se aferró con fuerza al cuerpo del mayor, como si tuviera temor de que en cualquier momento fuera a desaparecer. Su cuerpecito tiritaba sin parar; aunque los días invernales llegaban a ser bastante duros en la ciudad de Paris, probablemente no todo era a causa de las bajas temperaturas.

-Soñé otra vez que me separaban de ti, me decían cosas feas como que no era tu hijo y que debía alejarme de ti... Papito, verdad que nunca me van a alejar de tu lado?

-claro que no mi pequeño Davinci, te prometí que siempre estaremos juntos y lo voy a cumplir. No tengas temor por eso.

-Papá, ¿porque tu cabello no es igual al mío? Me hubiera gustado ser pelirrojo, o al menos tener los mismos ojos que tú, así nadie dudaría que soy tu hijo.

-¿Eh? Jovencito, ¡te he dicho muchas veces que Dios decidió que serias una viva imagen de tu madre! tu cabello tiene ese tono negro-azulado y sus ojos azules de la misma forma, es así como debiste ser y creo que te queda perfecto. Además, eres un talentoso dibujante como yo. ¿No te parece que es suficiente razón como para decir que somos de la misma sangre?

-Jajaja ¡es verdad! Papá ¿podrías contarme de mamá otra vez?

-¡oh! A mi valiente campeón le encanta oír de su mamá ¿verdad? Pues verás... ella era muy bella en todos los aspectos. Cuando era joven solía peinar su lacio cabello en dos coletas, pintaba sus labios con un pálido rosado que resaltaba mucho más sus mejillas que tenían un tono carmín permanentemente, sus ojos eran grandes y brillaban como si tuvieran las mismas estrellas concentradas en ellos. Debo contarte también sobre lo gran persona que era, pues siempre estaba al pendiente del bienestar de los demás... y fue aún más cuando fue elegida como presidenta de la clase... Por mucho, ella es la persona más maravillosa que he conocido en mi existencia.

-Mi mamita era muy buena ¿verdad papi? Estoy contento de que desde esos tiempos la dibujaras, si no hubiera sido así, no la hubiera conocido tan bien como me la describes. ¿Qué bueno que ella dejó que la retrataras tantas veces!

-Nene, también tenemos fotos de ella, en esas imágenes la puedes ver tal como era.

-¡Si papi! Pero tu siempre me dices que los dibujos de un artista simplemente es su manera de ver el mundo plasmada en papel... así que los retratos que hiciste de mamá es como tú la veías, por eso sé que la querías mucho.

Beatiful boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora