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Increíblemente ya habían trascurrido cuatro meses desde que llegué al zoo de Central Park; estábamos en pleno mes de abril, a punto de llegar la primavera

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Increíblemente ya habían trascurrido cuatro meses desde que llegué al zoo de Central Park; estábamos en pleno mes de abril, a punto de llegar la primavera.

En aquel período de tiempo, había hecho grandes avances; ya era capaz de seguir el entrenamiento de los chicos, incluso los acompañaba en sus misiones, en las cuales acabé conociendo al rey Julien por sus incontables apariciones.

Pero en días de tranquilidad, los pingüinos siempre recurrían a mí cuando necesitaban alguna opinión o a alguien con quien hablar; con Skipper, formaba estrategias de combate y las discutíamos; con Kowalski, realizaba experimentos y asistía a sus clases; jugaba y veía los vídeos de los Lunicornios con Private; y ensayaba con la guitarra y cantaba con Rico. Ellos me entendían a mí, cada uno en su respectivo campo, y yo los entendía a ellos.

He de confesar, que en ese tiempo, Kowalski y yo habíamos empezado a ser cada vez mejores amigos. Cada vez que teníamos ocasión, la aprovechábamos en el laboratorio, inventando objetos que hicieran peligrar la existencia del universo, aunque no solíamos terminarlos. Cuando empezábamos a trabajar en serio, alguno de los dos se iba por otro camino y hacía algo que acababa desconcentrando al otro, con lo cual solíamos acabar persiguiéndonos dentro y fuera del laboratorio, tratando de alcanzar al que llevaba lo necesario para terminar el experimento.

Cada cosa que hacíamos se acababa convirtiendo en el juego del escondite, y en más de una ocasión terminaba perjudicando a Skipper, que se unía después al juego para golpearnos con lo primero que tuviera en sus aletas.

Por entonces no sabía que pensaba de esto Kowalski, pero yo... ya no lo veía como un simple amigo. Cada vez quería estar más tiempo con él, pensaba mucho en él... Cuando me daba clases, yo ya era incapaz de entender lo que me decía, tan solo era capaz de observarle a él e imaginarme mil cosas.

Con el tiempo, cada día, cada minuto que pasaba, se agudizaba más y temía que llegara a un punto en el que fuese tan evidente que no pudiera ocultarlo.

Estaba enamorada de Kowalski.

Aquello era nuevo para mí. Sí, me había enamorado ya algunas veces, pero todas terminaron en fracaso porque yo no le gustaba al chico. Pero era la primera vez que me enamoraba con tanta intensidad. Cada cosa que veía o movimiento que hacía me recordaba a él... <<Voy a repasar esta ley de física: oh, recuerdo la manera en que él me la explicó... Voy a nadar un rato: me acuerdo de como nada Kowalski... Voy a irme a dormir: me pregunto cómo será dormir con él...>> Y así constantemente.

Sin embargo, también tenía miedo de que me pasara lo mismo que las veces anteriores. De que me empezara a ilusionar porque yo creía ver algo, pero en realidad lo que él hiciera fuera de forma desinteresada y luego no quisiera nada conmigo. Me aterraba que pudiera volver a sucederme. En bastantes ocasiones en las que estaba con él, empezaba a hacerme siempre la misma pregunta: <<¿Y si él es cómo los demás y me deja sola de la misma manera?>> Eso me aterraba, porque no quería que volviera a pasarme lo mismo, me negaba a caer en ello otra vez, por lo que traté de hacerme a la idea de que aquello que yo imaginaba con Kowalski era imposible.

De todas formas, él era el pingüino más listo de la Tierra, y en la serie vi que estaba enamorado de Doris la delfín, entonces, ¿qué haría conmigo? Imposible. No tenía nada que hacer con él. No podía competir con Doris, además tampoco sabía quién era y seguramente mereciera más la pena que estuviera con ella que conmigo.

Sin embargo había algo en medio que no me dejaba olvidarle, y además me daba esperanzas de tener una oportunidad. Aquello era tan confuso... Yo pensaba que no tenía posibilidades, pero eran él, sus tiernos ojos zafiro y sus miradas dulces y repentinas las que no me dejaban olvidarlo...

Durante ese tiempo me volví, lo que yo llamaba <<ermitaña>>, por el hecho de aislarme para reflexionar, para cantar y tocar la guitarra o simplemente para llorar desconsoladamente, cosa a la que recurría con más frecuencia de la que a mí me hubiera gustado.

Uno de aquellos días, opté por ensayar con Rico, y solo se me ocurría una canción que parecía estar escrita para lo que yo sentía en ese momento: If I knew, de Helloween.

Rico no entendía por qué estaba cantando últimamente ese tipo de canciones, pero no me preguntó mucho al respecto, tan solo observaba.

Con respecto a la canción, al ser un hombre el que la narraba, tuve que hacer un cambio en la letra para darle un aire femenino. El cambio más significativo fue en la segunda estrofa después del primer estribillo, cuando dice: <<I'm King and you are queen. >> Lo sustituí por <<You are King and I'm queen. >>

De lo que no me di cuenta hasta que acabó la canción fue que Kowalski estaba mirando a través de una rendija de la puerta. No sabía si estaba entendiendo lo que quería decir la letra, pero su mirada era más tierna que nunca y me estremecí un momento. Cuando acabé la canción no supe qué hacer y me puse a hablar con Rico sobre cómo me había salido la canción, para tratar de disimular.

Entonces Kowalski entró en el laboratorio, sonriendo.

Kowalski.- Tienes talento, Sarah. Te ha salido muy bien.

Yo no sabía que responderle, estaba completamente en blanco... Temía que él hubiera entendido la letra de la canción, y si era así, ¿para qué demonios tenía que cantarla?

Por fin, tras varios segundos sin saber qué decir o si moverme o no del sitio, fui capaz de formular palabra:

Sarah.- Gracias...

Rico nos miraba a ambos con lo que parecía ser temor, por lo que trató de salir del laboratorio sin hacer ruido para dejarnos solos. Y allí Kowalski y yo nos seguíamos mirando, sin poder retirar la mirada de los ojos del otro.

Y en ese momento quise decirle lo que sentía, expresarle todo lo que me había guardado desde hacía meses... Pero recordé aquello que pensé sobre Doris la delfín. Él estaba enamorado de ella, yo no tenía oportunidades...

Y entonces oímos la voz del rey Julien desesperado para que lo rescatáramos de alguna de sus muchas meteduras de pata sin sentido.

Kowalski volvió a mirarme y después se fue, haciéndome un gesto para que lo siguiera. En el fondo me sentí aliviada, aunque por otro lado, frustrada. Había tenido la ocasión de expresar lo que sentía y no había aprovechado la oportunidad. 

 

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Uɴᴀ ꜱᴇɢᴜɴᴅᴀ ᴏᴘᴏʀᴛᴜɴɪᴅᴀᴅ ᴘᴀʀᴀ ʟᴀ ᴠɪᴅᴀ 1 「Los pingüinos de Madagascar」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora