Patricia, la stripper

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Una noche. Un bar. Una stripper. Un sentimiento.

Estaba ahí con unos amigos celebrando la despedida de soltero de mi hermano que se iba a casar la próxima semana. Todo lo había ideado James. El lugar, qué íbamos a beber y cuánto tiempo estaríamos en aquel bar. A mi hermano no le gustó para nada el salir a un bar donde había "mujeres de la noche", temía meterse en problemas con su futura esposa. Yo no opiné, ni me opuse. No había de qué preocuparse, era su último día de soltero, tenía que disfrutarlo.

Mis amigos, Johnny, el de lentes e inteligente; Fernán, que siempre andaba borracho; James, el de las malas ideas (incluyendo la de ir a ese bar de mierda); mi hermano y mejor amigo, Daniel; y yo, Matthew, el que no sabía cómo había conseguido tan buenos amigo. Era demasiado afortunado.

Estábamos en aquel lugar de mala muerte, una estancia bastante oscura con unas luces tenues de tonos violetas. Estaba atestado de gente, seguramente para ver el show de la stripper invitada de la noche. Nosotros nos sentamos en la mesa que James había reservado que se encontraba al frente del escenario, el cual tenía en el centro el tubo de baile.

Ya habíamos bebido unos cuantos tragos para cuando bajaron las luces del lugar. Ahora, todo estaba un poco más oscuro. Empezó a sonar una pista de un solo de guitarra y de la cortina del escenario salió ella. Vestía de una camisa de trabajador que le quedaba ajustada y estaba desabotonada al frente dejando ver un brasier de encaje negro. Llevaba unos shorts muy cortos de Jean que dejaban ver esas piernas largas y esbeltas que vestían de medias pantis negras que estaban agujereadas por todas partes, y finalmente, calzaba una botas negras que le llegaban a la rodilla. Tenía los labios pintados de rojo escarlata que resaltaba en la piel nívea de su rostro y sus largos cabellos negros.

La gente gritaba pero yo me había vuelto sordo al ver a aquella mujer. No sabía qué era lo que estaba sintiendo, esa mujer me estaba revolviendo el estómago, quería vomitar. Por un momento pensé que era la borrachera pero no había bebido casi nada en comparación con mis amigos.

Salí corriendo del bar sin dar la menor explicación. Mis amigos no me preguntaron de todos modos, estaban embobados con el espectáculo. Como ella se movía y bailaba con el tubo. Para cuando salí pude ver que la chica se acercaba a nuestra mesa. Me arrepentía por dentro por haberme ido pero estoy seguro que si me quedaba todo terminaría mal.

Antes de que saliera a bailar había oído su nombre por los altavoces del lugar. Patricia, ese era su nombre o eso creía. Las mujeres de la noche no daban sus verdaderos nombres. La mayoría no se sentían orgullosas de ganarse la vida desvistiéndose en frente de un montón de depravados.

-¡Oh, Patricia! -dije al aire con desgano estando afuera, apoyado de la pared al lado de la puerta.

Después de un rato, escuché un ruido desde el callejón que había al lado del local. Me acerqué a ver quién había hecho ese ruido. Era ella. Estaba saliendo por puerta trasera, vestida totalmente distinta a como la había visto dentro del bar. Llevaba unos jeans largos y una chaqueta de cuero ceñida al su cuerpo. Y llevaba de cabello amarrado con una cola de caballo. Se veía hermosa.

Se percató de mi mirada y me dijo "Hola" con esa sonrisa encantadora que mostraban sus blancos dientes. Sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta y me lo ofreció. Yo lo negué, no soy de los que fuman. En eso ella se lo metió entre sus labios, esos carnosos labios que sin labial rojo se veían igual de irresistibles.

-Eres hermosa. -se me escapó de los labios. Mi intención no era que ella escuchará pero no logré mantener eso en mis pensamientos. Ella no respondió ni nada.

Inmediatamente, llegó un auto, uno muy nuevo y elegante, no sabía que marca era pero sabía que era último modelo. El dueño bajó la ventana, un hombre de traje elegante, seguramente un empresario o alguien de mucho dinero. Este le hizo un ademán con la mano a Patricia para que se acercara y esta obedeció. Parecían conocerse y no me equivoqué.

Patricia le dio un beso estando cerca de la ventana, sin importarle el hecho que yo me encontraba ahí ni que le había halagado. Mi corazón se estrujó, como si se hubiese roto. Ahora, entendía porqué sentía náuseas y me sentía patético por ello.

Antes de que ella se montara en el auto la agarré del brazo. Ella volteó a verme con cierto desagrado y yo solo la vi. Vi sus ojos de color miel e inexpresivos.

-Te amo. -fue lo único que dije y la solté. Ella no dijo nada y se fue.

Estaba solo, parado en medio de la acera viendo como el auto se alejaba.

-Oh, Patricia, la stripper porque no te vas conmigo esta noche. -dije al aire sin esperar respuesta alguna.

Fue un error enamorarme de una mujer de la noche.

Patricia, la stripperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora