Dear Love

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Son esa clase de personas las que jamás nos entenderán. Son las que miran al horizonte y no ven más allá. Alguien tan ciego que no es capaz de ver que la puesta de sol no tiene un solo color, que el arco iris no es en blanco y negro, que en la arena las huellas se las lleva el mar, pero en la nieve las borramos nosotros.

No comprendían que para volar hacían falta dos alas, si querías correr dos piernas y si se quería amar, ambos corazones tenían que latir por el otro, y eso, era lo único involuntario. Eso no lo habíamos decidido, había pasado sin remedio, no podíamos ponerle un freno y es que cuando lo miraba a él, tampoco quería ponérselo.

Había ocurrido sin esperarlo y hacía mucho tiempo de eso, pero ellos no lo aceptaban y tampoco querían que nosotros lo asumiéramos.



- Namjoon-hyung, ¿dónde está Taehyung? –le pregunté al no verlo después de regresar de la presentación.

- Está en su habitación, creo –se encogió de hombros y siguió mirando el móvil.

Me dirigí a la estancia y cuando abrí la puerta lo encontré sentado en su cama con las rodillas pegadas al pecho y la cabeza hundida en ellas.



Cuando nadie acepta que lo único que necesitas para sobrevivir no es el oxígeno una enorme grieta perfora el corazón extendiéndose hasta los límites más terrenales que conoces. El otoño va calando en tu corazón y la luz de tus ojos se marchita. Yo no quería eso, no quería perder la flor más bella en el invierno.



- Perdóname, Jungkook –me susurró cuando sintió mi peso sobre la cama-. Si yo no hubiese hecho aquello, no...



Jamás a una estrella se le pide que brille más fuerte. Ella lo hace porque sabe que en algún lugar la van a necesitar. Aunque esté la luna, aunque sea opacada, aunque no destaque en el firmamento sabe que alguien la está mirando y no puede sentirse más bella. Pero es la hora del eclipse y todas comienzan a llorar.



Me acerqué a él y lo rodeé con mis brazos, acurrucándolo en mi pecho, dejando que sus lágrimas se perdieran en silencio:

- Mi amor –le susurré al oído como hacía todas las noche-. No quiero que te disculpes.

- Pero si yo no te hubiese abrazado delante de ellos, el man...

- Tae –levanté su rostro y le acaricié la húmeda mejilla-. Ellos no lo entienden y jamás lo harán. No quiero que te culpes por algo que ha hecho tu corazón, porque es inevitable.

- Me duele –me dijo con nuevas lágrimas saliendo de sus tiernos ojos.

- A mí también me enfurece no poder amarte en cualquier lado. No poder tenerte entre mis brazos cuando quiera o acariciar tus labios cuando así lo sienta –besé sus párpados con dulzura.

- Kookie, no quiero seguir fingiendo que no te amo –me abrazó más fuerte con un pequeño puchero. Yo sonreí por la imagen.

- No lo hagas, nos amaremos a nuestra forma, pero lo seguiremos haciendo, ¿de acuerdo?

El asintió con una sonrisa a pesar de que los rastros de lágrimas seguían adornando su piel:

- Eres mi novio, Tae. Por mucho que nos obliguen a separarnos nunca negaré ese hecho –me acerqué a sus labios, rozándolos.

- No quiero separarme de ti, no te alejes de mí.

- Nunca lo haré.

Sonreí y atrapé sus labios entre los míos, apropiándome de ellos como había hecho desde la primera vez. Mordí levemente su labio inferior, atrapado en la suavidad de este y sentí su lengua acariciar los míos, pidiendo permiso para entrar. El sonido de nuestros besos eran lo único que nos acompañaba y aquello no pudo parecerme sino la más perfecta de las melodías.



Una vez le habían prometido al sol que la primavera no sería la única estación en la que florecería la vida, ni el amor. Aquella promesa quedó en el olvido hasta que mis labios sellaron los tuyos aquella noche de verano. Y ahora en nuestra tercera, te confieso que es imposible que los pétalos se hagan más grandes y bellos. Sin atisbo alguno de locura me atrevo a decir que eres mi estación favorita, y no precisamente una de las cuatro, porque floreces conmigo.



Te atraje más a mi pecho rodeando tu cintura con mis brazos. Ya no importaba que la cama fuera pequeña, mientras fuera para nosotros:

- Te amo, Taehyung. Mucho más de lo que creí jamás –susurré en voz baja para no despertarte y te besé la frente-. Eres lo único que necesito en mi vida –deposité un pequeño beso en la comisura de tus labios esta vez.




Porque lo que había aprendido durante todo este tiempo era que incluso la más grande de las hogueras podía no extinguirse con agua. Podía avivarse con el viento, pero, sobre todo, podía quemar tanto como lo fuerte que fueran nuestros sentimientos.






Silencio.

Me ha parecido escuchar un latido.


Dear Love [KookV]Where stories live. Discover now