Extra uno: relación de trabajo.

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Y el nombre es 7u7 *—redoble de tambores—*

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Y el nombre es 7u7 *—redoble de tambores—*. Lo sabremos después de los comerciales  ;^)

Sumergido en un profuso sueño, con las pestañas ocupadas por un par de lágrimas que humedecían los ojos de un hombre quien yacía en la tranquilidad de su escritorio sin percatarse ante cualquier inútil sonido que deseara perturbar su sueño, para su mala fortuna, fue interrumpida su siesta por un sonido más importante que cualquier otro, una voz femenina que repetía constantemente a su jefe que sonaba el teléfono. El hombre no se inmutó, difícilmente adaptó la mirada y observó el artefacto sobre su escritorio con poca gana, la secretaria, un poco molesta ante su actitud contestó para seguidamente dejar el teléfono sobre su escritorio. Suspiró entonces sin demasiados deseos por responder a la llamada, pero sin poder negarse un segundo más, sujetó el aparato ubicándolo en su oreja.

—Señor Trobolt —pronunció una voz fina al otro lado de la línea—. El señor Osborn llama con la intención de confirmar la reunión en el día de hoy.

Brando frotó el puente de su nariz. A decir verdad, no recordaba con exactitud la fecha en las cuales debía reunirse, la causa era esencialmente el motivo de que al viajar a distintos países le afectaba indudablemente el jet lag y se le dificultaba completar sus tareas usuales, por ende, su agenda solía descuadrarse lo suficiente incluso como para hacerle olvidar su propio nombre. Independientemente de ello, agradecía enormemente a su sobrino por cederle el trabajo, después de todo, siempre había poseído un interés inmenso por los negocios y su amor hacia la empresa era exorbitante, sin embargo, todo el mundo tenía días malos aún cuando solía hacer lo que aparentemente le apasionaba.

—Por supuesto. La hora es fija, espero su llegada —respondió a medias antes de cortar la llamada.

Se echó de manera perezosa a la silla ubicando sus piernas con suma despreocupación sobre la superficie de su escritorio, la secretaria y el mayordomo le observaron arqueando una ceja, ligeramente anonados por su repentina actitud. El hombre no le prestó demasiada atención a las poco sutiles miradas que le echaban, sencillamente cerró los ojos planteándose seriamente la idea de continuar con su siesta y, sin embargo, le fue imposible. Su cabeza estaba ocupada de demasiados recuerdos, el sitio donde se hallaba no le favorecía a la memoria y solía recordar constantemente a cierta rubia de mirada azul que solía enloquecerle. Frotó su rostro cuando una imagen fugaz ocupó su cabeza, tras un fuerte chirrido de llantas y un sonido estruendoso, se percibió el golpe de su cuerpo inerte cayendo al suelo. Sintió una fuerte opresión en el pecho mediante la imagen que se generó en su cabeza, tan real como si hubiese ocurrido nuevamente. Intentó arduamente no demostrarse afectado, así que sencillamente se levantó de su asiento y retomó dirección hacia cualquiera otro sitio.

—No puedes huír del pasado —pronunció el mayordomo, Alexander, totalmente consciente de a qué se debía su actitud.

¿A qué se debía?

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora