One Shot. Un día de locura.

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"Voces", eso fue exactamente lo que percibí en cuanto reaccioné a la vida por primera vez

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"Voces", eso fue exactamente lo que percibí en cuanto reaccioné a la vida por primera vez. No era mi vista, ni mi tacto; tampoco el olfato o el gusto aquello que se estrenaba después de que las manos del Alto Señor Creador Ithis se apartaron de mi piel desnuda. Ahí, tendido en el jardín de lo que  fuera mi hogar, el gran señor me abandonó y lo único que pude distinguir entre tanto ruido en mi cabeza fueron unas cuantas palabras. "Locura" era una de ellas y asumí que era mi nombre. Caminé sin rumbo a través de los amplios pasillos de mi guarida, donde todo era de un blanco puro y parecía no haber nadie más que yo, pero el sonido en mi cabeza era insoportable, y caí sin más al suelo, apretando mis cabellos hasta que comencé a arrancarlos.

Dolor fue lo primero que mi sentido del tacto me enseñó. Me percaté que la sensación que provocaba el tirar de mis cabellos lograba silenciar un poco los millones de susurros sin forma que retumbaban dentro de mi. Entonces fue que comencé a hacerme daño, con todo lo que tuviera cerca de mis manos: mordidas, cortes profundos, golpes contra la pared. Siendo un Dios no importaba cuantas veces rebotara mi rostro contra las columnas, la piel se esforzaba en volver a su sitio, y las voces volvían a retumbar dentro de mi cráneo con más fuerza.

- "En el momento que escuches una sola de esas voces, sabrás que controlaste tu poder y tendrás un propósito...mi valioso Locura...eres uno de mis pilares...encuentra esa voz... ella será tu guía verdadera."- Esas palabras no significaban nada útil para mi, e incluso comencé a olvidarlas a pesar de que fuera el gran señor quien las había pronunciado para mi.  En algún momento, otro dios llamado "Médico" se presentó ante mí, luego de uno de mis muchos arranques, obligándome a  dormir a punta de golpes y gritos. Desperté atado, vestido y amordazado, con los brazos cruzados y mi piel ahora estaba limpia y cubierta de largas tiras de tela blanca. Sonreí en el momento que el "fru-fru" de esas telas zumbaba cerca de mis oídos. Logré patear un objeto que llamaban "charola" y el intenso ruido metálico que produjo, me supuso aún más satisfacción.  Pero Médico no era aquella que el gran señor había mencionado, pues a pesar del escándalo, aún podía escuchar el mundo entero dentro de mi cabeza.

Hablar no fue sencillo, de ninguna manera. Una joven llamada Amor venía a mi todas las tardes, ofreciéndome té y panecillos, así como su paciencia para instruirme. Pero su voz era demasiado débil. Y aunque después de mil tardes a mi lado, logré hablar tal como me enseñaba, las voces seguían en mi cabeza, incluyendo la suya.

Los dioses Vida y Muerte eran aún una peor opción. Sus corazones caóticos hablaban a gritos por ellos, y ni uno ni otro era capaz de escucharlos...sólo yo.  Vanidad, Fortuna, no importaba quien fuera, todo aquel que se me acercara provocaba que esos gritos dentro de mi cabeza se incrementaran, al grado de provocarme el llanto y unas ganas inmensas de terminarlo todo bajo un final abrupto proveniente de mis propias manos. Médico me confinó nuevamente , y bajo su custodia todo iba empeorando. No existía calmante capaz de aminorar el flujo de esos pensamientos caóticos distribuyéndose dentro de mi. Odio, amor, temor, alegría, tristeza, esperanza, terror, orgullo, dolor... el dolor era una constante dentro de ese inmenso mar de variables. Podía sentirlo en mi piel, en mis huesos, en cada parte de mi ser. La pérdida de un ser querido, el abandono de la persona amada, la agonía de la muerte misma; aquello que llegaba a mi cabeza se transformaba en una experiencia vívida que estaba matándome lenta y tortuosamente. 

Escapar fue lo más inteligente que pude lograr. Médico me había subestimado, pues a pesar de que el sonido en mi cabeza me inmovilizaba la mayor parte del tiempo, no me limitaba del todo. Fui capaz de ponerme en pie de nuevo, y de salir  de aquella celda olvidada a la que no habían tenido la gentileza de poner candado. Mis pies me llevaron a vagar por los senderos de Ithis nuevamente, hasta que tuve que detenerme de nuevo , en algún pasillo, completamente sin rumbo. Sentía que era mi final, que por fin mi propia voz se ahogaría en ese mar siniestro de pensamientos en miles de idiomas distintos. Estaba casi seguro de que el gran creador se había equivocado conmigo, de que no tenía un propósito y de que jamás sería capaz de controlarme ni siquiera a mi mismo; mucho menos, crear algún beneficio para alguien más.

Pero entonces, te escuché a tí. Mi cuerpo temblaba violentamente y sabía que me estaba encajando las uñas debajo de las cintas de mis ropas, tratando de cubrirme los oídos; sin embargo, era capaz de distinguir entre todos esos sonidos en mi cabeza, tus pasos. El sonido constante de un par de pies apenas a unos metros de mi posición, opacando poco a poco cualquier otra distracción. Apareciste tú, ese hombre elegante y bien peinado de profundos ojos de sol. Pude sentir también el sutil aroma del jazmín impregnado en tu piel, y aunque llevaba horas con la vista borrosa debido al llanto que amenazaba con salir, tu rostro era claro para mi. 

- "¿Que ocurre?"- fueron tus primeras palabras. Y entonces lo supe. En el momento que tu voz se sobrepuso a todo lo que fluía en mi cabeza, y fui capaz de responderte, entendí las palabras del gran señor. El único dios que no me había visitado, la única voz que me faltaba por escuchar, la voz de la Sabiduría, era mi guía verdadera. Eras la voz que más necesitaba escuchar.


Un día de locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora