Entre la masa.

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Acababa de salir de la preparatoria. Estaba recostada en mi cama y eran las 11 de la mañana. Mi mamá me despertó para decirme que buscará en el periódico si había quedado en la universidad porque ella no encontraba mi matrícula en la lista de aceptados. Yo estaba exaltada hasta que después de cinco minutos me encontré entre los miles de números. Había quedado en el grupo matutino en la licenciatura de Ciencias de la Comunicación. Toda mi vida quise entrar a esa carrera, siempre quise estar en radio o cubriendo notas, y bueno todo eso que se hace en el medio. Después de hacer miles de conexiones entre recuerdos y nuevas percepciones sobre mi futuro profesional, volvió a mí el enojo. Estaba encabronadísima porque mis papás no me habían dado permiso de ir al viaje de generación, y todo por haber reprobado una maldita materia que después aprobé con 10. Recuerdo que durante los cuatro días que mis compañeros estaban en el desmadre precioso que significaba Vallarta, yo iba a comprar una caguama a la tienda para disminuir mis malas ideas sobre lo que mi novio, de ese entonces, podría estar haciendo con la niña bonita de ojos azules. Aunque dentro de mi sabía que ella no lo iba a pelar, algo tenía que justificar los tragos de cerveza que tanto me conmovían.
En fin, fue aproximadamente un mes después de haberme enterado de la noticia de mi vida cuando me situé entre otros 37 emocionados que irían a conquistar a las masas con su labia o su control del medio. Yo estaba emocionada, pero no tanto. Recuerdo que el primer día la maestra de teorías de la comunicación de masas, nos cerró la puerta en la cara porque no habíamos estado dentro del salón cuando ella llegó. En verdad me purga el pavoneo de personas así.
Sí, ellos pueden conocer más que uno, pero si no saben trasmitirlo, para qué carajo están en una universidad cobrando un cheque por no enseñar. Creo que la única persona de la que aprendí algo fue de la maestra Ale que me enseñó sobre Historia y Globalización, y la maestra Maturano que me enseñó sobre Sociología.
Siempre fui de esas ridículas que gozaban acertar a todo en clase, pero sólo en esas clases en las que nadie entendía nada. Hablo de las teorías, más que nada. En donde a todos les da hueva estudiar por qué no es tan dinámico. Mi amor por este tipo de comportamiento tiene un origen y un culpable. El origen en sexto semestre de preparatoria y el culpable, bueno, la culpable de nombre Lilia Molina que me embrujó con su labia filosófica en la materia de Ética.  Nada de eso sirvió para alejarme mucho de la preciosa banalidad y la juventud. Hice mil cosas que me permitieron descubrir el mundo y su falta de elocuencia.
Las ideas no siempre trascienden nosotros no somos el único limitante.  Ideales unidos por una causa no pueden quitar la concupiscencia y la mugre de las atrofiadas mentes porque no sabemos quienes son los dueños de las mismas.
Ya habían pasado dos meses de clases. Era tiempo bastante aceptable para poder hacer una referencia de cada persona del salón. Pasé momentos agradables con algunos, más con otros tantos. Habían algunos que ya conocía de antes, a esos les sorprendía más mi cambio, ese cambio que se dio al final de la prepa.
No sé por qué a los pubertos les afecta tanto cuando uno deja de querer formar parte de sus típicos andares; cuando ya no soportas ver que las chicas menean las mal y bien formadas nalgas al rito de la música del bar en turno, y los tipos que creen que por traer carro y $500 la arman. En verdad no sé por qué les sorprende tanto cuando los mandas a la chingada si te invitan a algún lugar de esos a los que simplemente y no sabes por qué ya no soportas ir. Después aparecen personas que tienen un justo medio, esas las llego a disfrutar, me representan un equilibrio. Es algo que yo no sé tener.
Mietzschelle, así se llama el ser que inició todo lo que vendría. Ella era la fuerza que yo no tenía, y yo representaba la razón que a veces a ella le faltaba.
Nos hicimos amigas cuando ella refutó una opinión que hice acerca de la verdadera función de las personas físicas, decía que el Estado de alguna forma cumplía su función, y que brindaba de más a la población; pero ella no estaba de acuerdo. Aunque me pareció sin sentido su aportación sobre la falta de derechos, en serio me molestó buque tuviera el valor de interrumpir a la niña de los dieces con algo que ni siquiera había estudiado, yo en cambio, también estaba al pendiente del Derecho y su función. Desde ese momento odie sus tan bien formados caireles y su andar despreocupado, pero también la vi con una mirada de aceptación. A ella le gustaba ir a beber todos los jueves con un grupo de amigos del salón, pero yo casi nunca iba por qué a mi novio no le agradaba. Un día ella me invitó, así que accedí. En el bar pedí una cerveza indio y comencé a analizar mi entorno. Odio tanto eso de mi ¿por qué no puedo solo disfrutar y ya? Es tan necesario para mí estar al pendiente de la situación. Con cada trago de cerveza mi agudeza auditiva por alguna razón mejoraba. Podía escuchar la plática de la mesa a mi derecha, a mi izquierda y la de la parte trasera. En todas existía el mismo patrón, una estructura establecida entre lo que se decía, lo que era relevante y las criticas pocas que se hacían. Después de abrumarme con las chicas que se quejaban por su bile barato que se les había corrido con la cerveza, Mietzschelle me hizo una mirada de extrañeza, me veía como intentando analizar mis pensamientos. Después se acercó para decirme -¿quieres que nos vayamos?" -No, respondí. Simplemente no disfruto tanto estos ambientes, creo que son un poco falsos. -¿no te gusta tomar? -No es eso, me encanta de hecho, pero no me siento tan bien aquí. -¿a dónde vas cuando quieres salir? -Bueno, hay miles de lugares, pero estos intentos de antros de tarde me joden. -jaja, el próximo jueves vamos a algún lado que no sea bar de tarde.
Me agrado pensar en esa posibilidad. Estuve una hora más bebiendo y conviviendo con las personas de nuestra mesa. Nunca he tenido problemas con socializar. Eso gracias a que mis pensamientos no aparecen por mi frente.
A las 7 de la mañana del día siguiente ya estábamos en la clase de guión. La mayoría estaban desvelados, yo pensaba en que haber visto a Javi y a Leonor después de haberme salido del bar, fue la mejor decisión de la semana. Los vi en casa de Leo, en ella habían túneles que daban a distintos cuartos, su casa estaba en el centro de la ciudad y era viejísima. Su mamá le había dado permiso de tener una cuarto sólo para nosotros. En el cuarto siempre ensayábamos obras de teatros para presentarlas en el parque de Plaza Juárez, no cobrábamos nada y lo hacíamos de improviso, nunca planeábamos que día o qué hora nos íbamos a presentar, sólo surgía. Nuestras obras siempre aparecían después de hablar horas sobre las injusticias sociales en México, o del falso ideal de estética y belleza. Podía ser cualquier tema, siempre se nos ocurría algo que daba resultado. Con la última obra que presentamos me sentí más completa que nunca, aunque tuvimos problemas con la policia por "faltas a la moral". En la obra yo tenía puesto ropa ostentosa y mucho maquillaje. Leo cada que se acercaba a mí me ponía algo más, y Javi cada que se acercaba a mí me quitaba algo de lo que ponía Leo, al final Leo ya no tuvo nada que ponerme y Javi nada que quitar. Quede completamente desnuda por diez segundos, segundos en los que muchas personas y su indudable correcta moral se vieron afectadas por las naturaleza expuesta de un cuerpo humano. Después de esa puesta en escena, el marica de mi novio terminó conmigo porque le parecía pendejo lo que hacíamos.
Al salir de clases, me fui a fumar con un amigo músico. Él tenía una voz con mucha fuerza, pero  le faltaba decisión, para practicar y hacer sus ejercicios de vocalización, así como para levantarse temprano y acabar con las faltas que tenía en todas las clases que empezaban a las 7 de la mañana. Me gustaba fumar con él, me gustaba entender y ver lo que nadie veía. Él siempre se mostraba súper alivianado y  liberal, hablaba de mujeres y de cosas sin sentido, pero sólo lo hacía para encajar, él era más que eso y aunque no se diera cuenta, yo sí. A Mietzschelle le gustaba porque  me lo había dicho, así que siempre que estábamos juntos él y yo, ella aprovechaba para venir, pero no por qué quisiera demostrarme algo, sino porque ella disfrutaba también de nuestra compañía.
La semana cumplió su ciclo y sin darme cuenta ya me encontraba en R11 tomando una cerveza con Mietzschelle, David y otros amigos del salón. En realidad todo surgió muy bien. Después de dos horas de cerveza y luckys, David y los otros amigos se fueron. Me quede solo con Miet y ella me platicó sobre lo mucho que le había gustado el lugar. R11 era un sitio de esos orgánicos en donde todo es muy simbólico, sus dueños son personas muy agradables y todo el lugar tenía una luz tenue que destacaba perfecto los rasgos de mi acompañante. Ella y yo platicamos sobre por qué habíamos decidido estudiar esa carrera y como es que llegamos a este lugar. Es decir, nuestra vivencias. De casualidad surgió el tema de la literatura, ella odiaba la falta de labia en estos tiempos. Decía que en la literatura actual sólo se hablaba de amor, sexo y drogas, yo pensaba que no había leído suficiente, pero deje que siguiera contando cómo es que los juegos del hambre tenían tanto éxito aunque fueran algo rebuscado. Estuvimos charlando dos horas más. Le pregunté el origen de su nombre, pero ella sólo soltó una risa burlona. Se ofreció a llevarme a mi casa, pero la cafetería no estaba muy lejos de donde yo vivía así que me decidí irme caminando. Casi al llegar a mi casa, vi a una chica que bajaba de su lujoso auto, nunca he sabido de coches así que no sé ni qué tipo de coche era, sólo sé que en verdad era lujoso. Ella bajaba de la cajuela dos bolsas pequeñas que tenían el logro de una tienda de joyas en la plaza céntrica de la cuidad. Después bajó una bolsa enorme con otro logotipo de una tienda igual de cara sólo que en vez de joyas vendían ropa. Intenté pensar cuánto dinero gastó en ello y cuantas horas habría trabajado para conseguirlo. Me olvide de ello por ese momento y miré los 50 pesos que traía en mi pantalón. Entré a la librería que tenía en la esquina de mi casa. Compre 1984 para Mietzschelle. Ya en mi cama, estuve media hora analizando a la chica de las bolsas. Pensé en que ella tal vez había vivido una vida difícil y que todo eso que hoy tenía lo había conseguido con esfuerzo y dedicación, pero seguro había que haber tenido un poco de suerte porque no pudo ser tan sencillo. Intenté justificar su imagen bajando esas bolsas, pero no llegue a una solución. Simplemente creo que se trataba de una chica más que tenía posibilidad de hacer eso y de gozar de lo que gente que asiste a una universidad pública no. Por eso odio tanto ir a los lugares en donde hay pubertos así. Ellos piensan que lucen bien, pero parecen macuarros gastando el dinero que sus padres les dan. Aquello me recordó a que tenía que pedirle a mi mamá el gasto de mi semana. Me levante de la cama, cene una taza de café y entre a su cuarto para decirle, pero ella ya estaba dormida y el dinero en su tocador.
Los días fueron pasando y yo sentía que mis frustraciones desaparecían cuando podía evocar pláticas sensatas con algún compañero. Casi siempre era con Miet o con un niño del salón que se creía hijo de Engels.
Una tarde después de devorar horas de clase. David me invitó a una carne asada con unos amigos suyos que no conocía. Le dije que no comía carne, pero que si quería ir. También le dije que me parecía buena idea invitar a Miet. Él accedió.
En el camino David me dijo que buscará en spoty música, pero yo que tenía un gusto inmensurable por Nacho Vegas y otros de su estilo, no crei prudente esa idea. Así que puse lo primero que encontré en "lo más buscado". Cuando llegamos al lugar, me enteré de que la novia de Mau (el dueño de la casa), también era vegetariana, así que había mucha verdura para asar. Miet me dijo que no entendía eso de ser vegetariana, si la carne era deliciosa. Yo había escuchado mejores cuestionamientos, por lo que no me desgaste y le dije que simplemente no me sentía cómoda comiéndola.
Después de terminar con las verduras y la carne, David y los demás chicos comenzaron a tocar. Mau en serio cantaba súper bien, era de esas voces que no quieres que se cansen. Empezamos a disfrutar de la tarde y a beber cerveza. Mau me ofreció cacao orgánico y juro que ha sido el mejor que he probado. También nos dio un poco de tabaco  que sabía a miel de maple. Ellos fumaban en un bong, pero yo no probé. Mientras la tarde pasaba, Miet me contaba que le gustaba mucho ver el cielo y la brisa que sacude a las nubes. Hablamos de lo que esperábamos lograr en la vida y de todos los viajes que soñábamos hacer. Yo creía que esa tarde iba a ser algo que juntas recordaríamos dos años después o el día que termináramos la carrera, pero no fue así. Mietzschelle me dijo que no sentía que pudiera lograr lo que ella quería si se quedaba aquí. Dijo que sus aspiraciones se enfocaban en el arte y que la universidad despojaba toda idea de ello, por lo que al finalizar el primer semestre se iría al D.F. Me contó que su novio quien tenía mucha influencia en el ámbito de la cultura por allá, podía ayudarle con eso y que ella necesitaba irse si quería ser feliz. Yo le dije que no sabía si era lo más viable, pero que tenía que buscar algo que amara hacer toda la vida. Ella me miró y dijo que si quería pasar la noche en su casa, yo accedí. Después de que la tarde se esfumó ente el humo y la voz de Mau, Miet y yo nos despedimos de David y los nuevos amigos. Caminamos por unos diez minutos y de repente un carro se detuvo a lado de nosotras. Miet saludó al tipo que conducía y me dijo que nos subiéramos. ¿Cómo te llamas? Me dijo el chico de caireles y ojos azules. Soy Mila, le dije. El se comenzó a reír y me dijo que amaba ese nombre y que esperaba que no me molestara, pero que así se llamaba su última perrita que murió atropellada el año pasado. A mí me resultó común porque no era la primera vez que me lo decían. Le pregunté a Miet a dónde iríamos y ella sólo me sonrió. Ella siempre sonreía cuando no quería decir nada. Yo comenzaba a fastidiarme, pero ella a estas alturas ya conocía mis mañas y lo que hacía cuando me molestaba o cómo actuaba si algo me incomodaba, cada que eso pasaba yo necesitaba fumar, así que cuando volvimos a cruzar miradas, ella ya estaba extendiéndome su mano con un cigarro entre sus dedos. Después de veinte minutos manejando, nos detuvimos en un lugar boscoso. Creo que era por Real del Monte. Miet me dijo que teníamos que caminar otros diez minutos porque el carro ya no podía entrar más. Al principio me sentí confundida, pero ellos comenzaron a platicarme que me iba a enamorar de la vista y el olor a petricor. Cuando llegamos había una cabaña un poco vieja, pero se veía muy bien cuidados y rústica. Mietzschelle entró rápidamente y yo que quede afuera con el tipo de los caireles. Él cuestionó mi falta de educación y me dijo que aunque no se lo había preguntado antes, su nombre era Daniel, pero no como lo decimos en México, sino como lo escuchas en las películas gringas. Mietzschelle hizo sonar una campana y Daniel me dijo que tocara la puerta. Así lo hice y Miet me abrió en seguida. Después como si estuviera entrando a la utopía misma, ella dijo "Bienvenida al país de los muertos"
¿Por qué de los muertos? Le dije. Daniel contestó que era una alusión a la libertad. Los muertos son libres dijo Mietzschelle y nosotros aquí estamos muertos.
Ella y yo nos acostamos en la alfombra y Daniel prendió velas e incienso por todo el lugar. Yo en serio amaba el humo, pienso que nosotros somos como el humo. Miet me dijo que éramos exactamente así. A mí me sorprendió mucho que pudiera entenderme, según yo sólo lo había pensado. Al parecer ese lugar era mágico, era la tierra de los muertos. Daniel comenzó a leer un libro de Feancisco Javier Clavijero, en el libro hablaba de energías mejicanas. Yo me perdía entre lo precioso de la lectura y su voz grave. Mietzschelle comenzó a quitarse la ropa, dejando sólo la interior. Cuando mire mi cuerpo era como mimesis. Yo estaba ya igual. Daniel terminó de leer y tomo una vara de incienso. Hizo que el humo bailara con mi esencia y él lo acompañaba besándome el cuello. Mientras lo hacía, yo sentía como podía tocar sus almas y ellos podían tocar la mía. Éramos sublimes. Yo tenía a Mietzschelle entre mis brazos y a la vez me encontraba sumergida en la agonía de su ausencia. Esa noche conocí el universo entre sus caderas. Aún recuerdo cada detalle, cada mirada. La falta de seriedad sobre el asunto logró hacer que mi consciencia sacara a la luz lo que tenía bajo llave en mis entrañas. Me encontré con la verdadera esencia del ser humano. Encontré en cada roce la negación de la naturaleza dentro del actuar del sabio hombre. Cada día aspiramos a usar el poder de la razón sobre los que vemos inferiores. Comemos almas y matamos a iguales. En nuestro actuar está la negación de la auto elevación. Glorificamos a través de la historia el caminar de nuestra especie. Dividimos por categorías según nos permite el sistema. Todos pertenecemos a un todo que no ha sido manipulado como se creé, pero si fracturado. Creemos una falsa idea de facultades, pues han sido limitadas por la negación de la verdadera razón. Hemos aprendido a callar lo que nuestra alma grita; lo que habita en lo más profundo de nuestras aspiraciones y lo que nos conduce a parecer humanos.
Todo eso que por razón había ignorado. Esa noche fue liberado no por mí, sino por el miedo a seguir hundida en la rutina a de la visión.
Termine dividida entre lo que conocía y la nueva experiencia que me mostró mi existencia. La dualidad que podía reflejarse en mis ojos. Yo siendo luz y obscuridad podía notar el deseo de mi cuerpo por vivir y la insaciable sed de trascendencia por parte de mi esencia. Y al final....¿Qué es posible sino la veracidad de lo que contamos? porque sino lo contamos no somos nada; pero esta vez no tenía que contar algo verídico y aceptable, creíble, porque ellos habían estado a mi lado para darle esa validez que los discursos necesitan.
Esa noche conocí más de lo que imaginaba. Súpe que había visto a Miet tiempo atrás y nuestra energía se había llamado desde entonces para poder concretar su encuentro en el presente.
No sé si todo lo que sucedió esa noche fue real, pero sí sé que nunca he vuelto a sentir tal realización estética del ser como esa vez que estuve en los brazos de mis amantes de los muertos.
De los muertos y de mí.
[...]

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⏰ Last updated: Nov 17, 2016 ⏰

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