Unos golpes en mi puerta reconectan a mi cerebro.
- Léa, no tardes tanto. Tienes que ir a la universidad. - es la voz ronca de mi padre después de levantarse.
- ¡Voy! - le grito y se aleja escaleras abajo.
Reviso la hora y mis nervios se encienden al ver que son las 6:45, a una hora de conocer gente nueva. Otra chica estaría emocionada en este momento, pero yo estoy aterrada.
Escojo una camiseta gris, unos jeans blancos, unos Vans negros, mi gorro sigue en su lugar ya que no tengo muchas ganas de arreglar mi estresante cabello. Antes de salir por la puerta tomo mi mochila gris y la chaqueta negra del perchero.
Llego al comedor y me encuentro a mis padres sentados disfrutando de su desayuno, yo no tengo tanta hambre pero me siento en mi respectivo lugar al ver lo deliciosos que se ven los hot cakes.
- Buenos días linda. - dice mi papá amablemente, él siempre ha sido más considerado conmigo que mamá a pesar de que no está mucho en casa con nosotras - ¿qué te parece la casa? - no me encuentro de humor pero parece que hace un gran esfuerzo por hablar conmigo así que me propongo ser amable.
- Es extraña. - hace una mueca para que continúe con mi explicación - es que por fuera se ve colonial como muchas de las casa de aquí pero por dentro es más contemporánea, es una extraña combinación. -Él esboza una sonrisa mientras limpia su mejilla con una servilleta.
- ¿Eso quiere decir que te gusta? - yo asiento mientras juego con una fresa en mis dedos - Me parece bien Léa. - dice levantándose de la mesa - tengo que ir al trabajo, me siento nervioso por mi regreso a México - besa a mi madre y posteriormente se acerca a mí y besa mi mejilla - espero que te vaya bien en la universidad.
- Gracias papá. - le doy una sonrisa y sale de la casa con su portafolio.
El silencio reina en la mesa ahora que estamos sólo mi madre y yo. Decido terminar rápido y me levanto al ver que son las 7:40, me dispongo a salir para esperar a Arturo fuera de la casa pero la voz de mi madre me detiene.
- Léa ¿no vas a despedirte de mí? - me giro y la veo distraídamente evitando su mirada.
- Nos vemos en la tarde madre. - digo y salgo huyendo de ella, como siempre.
Cruzo la puerta y en el patio el aire fresco que corre me causa calofríos. A través de la puerta de reja sostenida por la barda se ve la camioneta que me trasladará a la Facultad de Música.
- Buenos días señorita. - dice animadamente el tal Arturo.
- Buenos días. - digo mientras cierro la puerta de rejas y prosigo a adentrarme en la parte trasera de mi transporte personal.
El recorrido transcurre en silencio, me limito a mirar por la ventana, muchas personas apuradas de traje, chicos corriendo con sus pesadas mochilas y hombres en bicicleta además de muchos autos invaden parte del centro de la ciudad.
Después de unos minutos Arturo detiene la camioneta frente a un edificio gris con una gran franja azul en la parte de abajo y unas escaleras con muchos escalones del mismo color.
Tomo la manija de la puerta y empujo saliendo con delicadeza, me detengo afuera y giro mi vista hacia Arturo quien me mira expectante esperando mi próximo movimiento.
- Que tenga un buen día señorita, envíeme un mensaje para que pase por usted a la salida. - me parece que me está corriendo de una manera amable.
- Volveré caminando, me doy cuenta de que no está muy lejos la casa, muchas gracias.
- Pero señorita...- cierro la puerta antes de que termine de hablar y comienzo a caminar hacia las escaleras del edificio.
Me detengo frente a ellas y miro a mí alrededor, hay muchos chicos y chicas caminando a toda prisa hacia dentro del lugar. Debato conmigo misma entre ponerme los audífonos e ignorar a las personas o caminar como una chica normal esperando a socializar. Bien intentaré andar como una chica normal. Comienzo a subir las escaleras y a medida que subo las miradas de los demás se van posando encima de mí. Esto empieza a incomodarme pero sigo adelante. Ya frente al edificio me acerco a una pequeña caseta para entregar mi credencial y poder acceder dentro. La señora de la caseta tiene un chaleco de un color verde bastante chillante, le entrego mi identificación y revisa mis datos con una expresión curiosa.
- ¿Léa? ¿Te llamas Léa? - carajo pues eso creo ¿no? Ahí está justo donde dice "nombre". No le contesto porque rápidamente me la entrega y me indica que entre.
Me siento estúpida caminando a esta velocidad como si fuera a caerme con cada paso que doy. Me acerco a una pared con varios anuncios pegados tratando de caminar como la gente decente lo hace y consulto mi horario en unas láminas de papel que dice "Horarios primeros semestres", mi primera clase es "Historia Universal de la música" ¿pero qué mierda? No me gusta tener que estudiar para obtener un título que me permita poder hacer lo que amo, debería bastar con esto: sé lo que hago, sé que lo hago excelente y sé que amo lo que hago.
Mis pensamientos son interrumpidos por una ruidosa motocicleta que acaba de trepar no sé cómo y no sé por qué por las escaleras, corro a ver el pequeño espectáculo como toda una niñita curiosa. Un chico con una chaqueta negra, de cabello lacio y negro que me recuerda a las noches crueles y tristes ríe tan alto que llama la atención más de lo que ya ha hecho al subir la motocicleta por las escaleras, ¿qué pasaría si se hubiera estrellado con el cristal de la entrada? Chico idiota. Junto a él hay una chica tratando de darle manotazos bastante enojada y él sigue burlándose. Un hombre de corta estatura y con traje que parece ser un profesor se acerca muy molesto hacia él.
- ¡Díaz! ¡Es la tercera vez que haces esto! ¡Ve a la dirección! – el hombre enano sigue gritando hasta ponerse rojo pero el chico Díaz hace caso omiso. La chica se calla un momento pero después de ver la expresión del profesor comienza a morirse de risa junto al chico, ellos dos se miran cómplices, como solíamos mirarnos Bastien y yo después de hacer una travesura.
- ¡Basta ya! ¡A la dirección los dos! – el profesor vuelve a intentarlo, en ese momento el chico se calla y sus ojos se encuentran con los míos, la diversión se borra de su cara al mirarme a mí y yo en vez de retomar mi búsqueda hacia mi salón me quedo petrificada como él, sus ojos son tan oscuros que reflejan secretos inquietos, o eso es lo que veo. De momento me pierdo, hace no más de unos minutos parecía sólo un idiota pero ahora parece algo más.
El momento extraño no tan incómodo termina cuando la chica le pega en el hombro atrayendo su atención y es cuando decido escapar, camino lo más rápido que puedo dando un último vistazo a los horarios en la pared, veo el número de salón y no me detengo hasta llegar a él.
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Saudades desde Brasil
Teen Fiction¿Cuál es la probabilidad de encontrar al amor de tu vida en una población de 6000 millones de personas? Una historia puede comenzar desde un trágico pasado a un final perfecto o de un principio perfecto a un trágico final, pero pasen como pasen las...