¿Te has quedado con las ganas de enviar un mensaje?
Quizá pasaste toda la noche escribiéndolo, quizá solamente son dos palabras, pero aún así pensaste que la mejor decisión fue no enviarlo.
Te inspiras, pones todo tu corazón, lo escribes, terminas, lo vuelves a leer, te invade la cobardía y borras lo escrito, suspiras e intentas seguir con tu vida.
Pero permíteme decirte que no estás haciendo lo correcto, porque eso se va acumulando dentro de ti, y va haciéndote daño.
Lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, se convierte en insomnio, en nudos en la garganta, en nostalgia, en errores, en dudas, en tristeza.
Lo que no decimos no se muere.
Lo que no decimos nos mata.
Te lo juro.