PRESA (OneShot)

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Despertó de un sobresalto, se encontraba en el frio y duro suelo de ese lugar, su cuerpo le dolía horrores al moverse, sus brazos ardieron y al sentir su piel descubrió grandes cortes en ellos.

Miro a su alrededor y la poca iluminación que había era de la luz de la luna que salía de una rendija. Cuando sus ojos se terminaron de adaptar, todo lo que había en ese lugar, eran cuatro paredes de piedra, frías, húmedas y una puerta que al perecer era la única salida de esa obscura habitación.

¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?, se lo preguntaba varias veces hasta que su mente logró recordar.

- Se encontraba corriendo, huía con todas sus fuerzas, sus pulmones quemaban y sus piernas dolían a cada paso que daba, pero escapar era lo único que tenía en su mente, lo único que importaba. Podía escucharlo, cada vez más y más cerca. Escucho unas ramas romperse a su izquierda e inconscientemente volteo a ver el origen del ruido, grave error, al regresar la mirada al frente, se estrelló contra algo, cayó al piso y cuando alzó la mirada solo pudo ver dos vacíos observándola fijamente.

Regresó al presente, sus manos temblaban ante el recuerdo, su piel se erizo y un escalofrío recorrió su espalda, tenía que salir de ahí.

Se acercó a la puerta muy lentamente, estiraba su mano para tomar el pomo cuando lo escuchó, rompiendo el silencio del lugar, pasos, pisadas, lo que sea que fuera se acercaba y muy rápido.

De repente la manija se empezó a mover violentamente, sintió como ahogó un grito mientras su cuerpo empezaba a temblar, torpemente se agazapó en una esquina cubriéndose la boca con las manos para tapar su respiración.

No sabía cuánto tiempo había pasado en esa posición, el movimiento de la manija se detuvo en algún momento y ya no se escuchaba ningún ruido del otro lado de la puerta. Soltó todo el aire en un largo suspiro, que hasta ahora se daba cuenta que lo tenía retenido. Reuniendo todo su valor y sus fuerzas, se acercó a la puerta y girando el pomo, tomó todo el aire que pudo para abrirla lentamente, su corazón latía frenético cuando asomó su cabeza y logró observar un obscuro pasillo que se extendía de izquierda a derecha, alumbrado sutilmente por unas pequeñas rendijas parecidas a la que se encontraba a su espalda. Con las piernas adoloridas y su respiración entre cortada, esperando no errar en su decisión, eligió uno de los extremos, sintiendo las frías rocas de la pared.

Caminó hasta que se topó con una puerta entreabierta donde se filtraba una luz roja y un fuerte calor. Se acercó con cuidado y se asomó por la abertura. Sus pupilas se contrajeron y sus latidos se detuvieron por un segundo... Una espalda larga y encorvada de piel rosada de aspecto húmedo con vértebras sobresalientes, su sombra parecía engullir algo. Cerro los ojos, ya no quiso ver más, esa cosa estaba dando la espalda a la puerta, aún no había visto que se encontraba ahí, así que con sigilo se regresó por donde llegó, al ganar un poco de distancia comenzó a caminar más rápido, casi correr, paso por enfrente de la habitación donde había salido, deseando que todo esto fuera una pesadilla, dejo esos pensamientos de lado y continuo su camino cuando de pronto un sonido seco, de impacto, rompió el silencio a su espalda, esa cosa venia tras de sí, lo sabía, lo escucho gruñir.

Corrió y corrió con todo lo que podía, alcanzó a ver el final del otro extremo del pasillo que giraba hacia un lado, estaba a punto de doblar en la esquina cuando algo tiro de su tobillo ocasionando que cayera de cara al piso, solo atino a sujetarse del filo de la pared para impedir que su cuerpo fuera arrastrado a la obscuridad de ese horrendo lugar, sabiendo que encontrarse de nuevo esa fría y húmeda habitación sería tener mucha suerte.

Se agarraba con todas sus fuerzas, sus nudillos estaban blancos y sus uñas se enterraban en las piedras. Maldita sea su suerte, o tal vez alguna fuerza sádica se burlaba de ese ser mortal que se aferraba a las rocas, a su vida, ya que de un momento a otro, las piedras cedieron y su cuerpo era nuevamente arrastrado, pero en un instante de lucidez y desesperación afianzó con más fuerza una gran roca que tenía cerca de sus manos y en un certero golpe, asestó contra la garra de la criatura logrando que liberara su tobillo de esa tortura y en ese instante dejo de pensar, su cuerpo actuó solo, orillado por la desesperación del momento, propinaba un golpe tras otro con la roca firmemente sostenida con ambas manos en contra de la criatura que solo chillaba y gruñía del dolor.

La roca cayó al suelo una vez que ya no fue capaz de volver a levantarla siquiera, se quedó viendo sin ver lo que se encontraba a sus pies, con la esperanza que esa cosa se quedará en ese lugar y jamás se moviera de ahí, se fue lo más rápido que podía de ese lugar, tratando de encontrar un salida de ese lugar y de sus laberinticos pasillos, que parecían interminables.

Con el estómago revuelto por sentir aun el rastro viscoso en su pierna, cojeando por su adolorido tobillo, con el cuerpo exhausto y sus sentidos al tope, se acercó a lo que parecía por fin una salida, la luz de color tan frio y característico de la luna se colaba por la reja de una puerta. Abrió la puerta y sonrió con lo que veían sus ojos, por fin la salida de ese infierno, camino por el umbral con paso inseguro pero que se hacía cada vez más firme, se sintió a salvo y pudo respirar de nuevo, el aire frio golpeo su rostro, se colaba a sus pulmones y erizaba su piel.

Pobre alma confiada, que al creerse a salvo se olvidó de su situación, bajando la guardia un breve instante, un solo segundo, que basto para que una criatura que acechaba desde las sombras se cerniera contra su cuerpo comenzado con un forcejeo de ambas partes.

Su respiración se cortó al instante al sentirse nuevamente una presa de esas garras, de esa criatura, que a juzgar por su tamaño era un tanto más pequeña que la anterior y aun así más grande que su cuerpo. Que iluso fue pensar que ya no corría peligro. Forcejeó, tiró, jaló, hizo lo imposible para poder soltarse de su agarre, sentía que sus fuerzas se terminaban por cada movimiento, a cada inhalación, sabía que era su fin, ya no le quedaba nada, ni valor, ni fuerzas, tal vez, lo más fácil sería que dejara de luchar y asumiera su destino, que esperaba que llegará rápido y sin dolor, se sentía con la esperanza perdida hasta que algo capto su atención, por el rabillo del ojo pudo alcanzar a ver unas filosas estacas saliendo de la tierra donde sus puntas brillaban con la luz de la luna. Un golpe de adrenalina recorrió su ser y con todo lo que tenía se abalanzó en contra de la criatura, recargando todo su peso y empujándola hacia atrás, pelearía hasta su último aliento sabiendo que si no lo conseguía sin duda moriría.

Un gruñido agudo, ensordecedor y lastimero, un gruñido que era opacado por una sustancia que salía a borbotones de su boca, miró hacia abajo y vio que tres gruesas y afiladas puntas atravesaban la cavidad torácica de aquel engendro, inmovilizándolo. La criatura extendió su garra para alcanzar a su presa, pero con un grito ahogado su brazo cayó pesadamente a su costado para no volver a moverse más, dejando sus dos cuencas negras y vacías mirando fijamente a sus ojos.

Jadeando, sintiendo su palpitar en su cara, en sus oídos, corría todo lo que podía, sus piernas ardían y su corazón trabajaba a todo lo que daba por el desgaste físico al que era sometido; arboles, ramas, hojas, todo se movía con rapidez al momento que pasaba por el lugar, alejarse era lo único que tenía en mente, podía sentir el frio que quemaba su piel, la luz era mucho más clara que antes, probablemente en un par de horas amanecería, tenía que llegar a algún lugar y ponerse a salvo, aunque no sabía dónde se encontraba, lo más lejos de ese infierno sería mucho mejor o eso era lo que pensaba.

Siguió corriendo hasta casi desfallecer, de pronto se escuchó un ruido, unas ramas romperse a su alrededor... no... No de nuevo, miro atentamente a su alrededor, sintió como la sangre se congelaba, abandonado su rostro y sus extremidades, sus piernas se doblaron y cayó de rodillas al suelo, alzó la vista al cielo, aquella luna, que había sido testigo de su lucha desesperada por vivir, moviéndose lenta y majestuosa en lo alto del cielo, como burlándose de su suerte, lo dio todo, una lágrima se escapó de sus ojos, su destino estaba escrito, a su alrededor, como lobos hambrientos a su presa, varios de esos engendros acechaban, sintió como se acercaban lentamente comenzando a cerrar el círculo cada vez más, sus ojos no se apartaron de la luna y una sonrisa irónica apareció en sus labios al tiempo que esas criaturas se abalanzaban sobre su ser, todo paso muy rápido, sintió dolor en todas partes, después solo la nada y todo se volvió negro.

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