Capítulo 39

244 36 6
                                    

Dos años y un mes antes del suceso originario.

Junto con un reducido número de científicos, en un laboratorio oculto en una estación que orbitaba la ciudadela del final de tiempo, Ragbert experimentaba con las células muertas que había extraído del huevo de piedra quebrado.

Allí, rodeado de los instrumentos más avanzados, trabajaba fascinado ante un tejido que aun falto de vida no solo no mostraba signos de degeneración sino que además proyectaba altas dosis de energía Angeónica.

—Nunca creí que sería testigo de algo así. —Observó en un amplificador cómo una de las células vibraba existiendo en distintos universos al mismo tiempo—. Es increíble estar ante un fragmento de un dios que no está limitado por nadie más que él mismo. —Bombardeó la célula con varias partículas Gaónicas proyectadas desde el cuerpo de Woklan y sonrió al ver el resultado—. Interesante. —La sonrisa se profundizó—. Muy interesante.

El haber sido testigo de cómo durante un instante la célula había vuelto a la vida produjo en Ragbert una intensa alegría. Sumido en un estado que rozaba la euforia, dirigió la mirada hacia la cápsula en la que se hallaba Woklan.

«Por fin tengo todo lo que necesito para resucitar la perfección y moldear el futuro universo».

Mientras permanecía inmerso en sus fantasías, en sueños en los que se elevaba como el arquitecto de una nueva realidad, el tiempo se detuvo a su alrededor y el laboratorio empezó a difuminarse trasformándose en una niebla gris.

Al darse cuenta de qué era lo que causaba la aparición de la bruma, al escuchar el castañeo de dientes que producían millares de criaturas, al sentir el gélido tacto de una brisa que provenía de las entrañas de la nada, Ragbert inclinó la cabeza.

—Mi señor —dijo, manteniendo la mirada fijada en el suelo.

Una fuerte voz sonó propagándose desde todas partes:

Ha llegado la hora de reescribir la historia de este universo enfermo. El ciclo debe reanudarse.

Ragbert, al ver de reojo cómo en la bruma se manifestaban dos ojos rojos, inclinó aún más la cabeza.

—Sí, mi señor. Forzaremos la muerte del multiverso e iniciaremos la restauración de La Perfección Ancestral.

De la niebla emergió un ser de piel negra de la que resbalaba un líquido viscoso.

—Tú no forzarás nada ni iniciarás la restauración del ciclo. Yo soy el que obra a través de ti. Solo eres una criatura despreciable a la que permito servirme. —Ragbert elevó un poco la mirada y pudo ver cómo la saliva negra salía disparada de la boca del ser—. En las siguientes creaciones me aseguraré de que la vida no exista. En la próxima realidad no permitiré que insectos como tú ensucien mi obra ni que partes de mi consciencia se fragmenten y despierten mientras me mantengo en letargo. —Centró los ojos rojos en el rostro del científico—. Criatura inútil, reflejo de un multiverso enfermo, aun existiendo para llevar a cabo mi voluntad, tú y tu especie solo sois repugnantes errores proyectados por deseos enfermos.

—Sí, señor. —Tragó saliva.

El ser caminó hacia el único objeto del laboratorio que no se había difuminado con la aparición de la niebla: la cápsula que contenía el cuerpo de Woklan.

—Un receptáculo moldeado por el tiempo. —Posó la mano en el metal y sintió la esencia del teniente—. Tras eones de sueño forzado, ha llegado la hora de despertar. —Separó la palma de la cápsula y anduvo hacia la niebla—. Criatura inútil, recuerda lo que eres —le dijo a Ragbert antes de desvanecerse llevándose consigo la bruma.

Entropía: El Reino de DhagmarkalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora