Capitulo Dieciocho

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El segundo intento en el bar gay, había comenzado a con un comentario agrio, y todo el trayecto en metro había sido un incesante gruñir y quejarse de un italiano celoso.

—Tenías que llevar el puto kilt.— Harry tenía las manos en los bolsillos de su abrigo verde. Parecía un marinero pecador que hubiera salido pisando fuerte por el East Village una fría noche de viernes. Harry miraba enfurecido a todo el mundo que osaba dirigir una mirada a Louis, ya fuera hombre o mujer. Lo mismo daba.

—Pensaba que te gustaba mi kilt.— Louis le dio un golpecito con los hombros.

—¿Bromeas? Me encanta. Sueño con ese kilt. ¡Dios!— Harry se quedó mirando fijamente sus piernas musculadas. —Pero también les encanta a todos los demás, y no estoy dispuesto a compartirte. Jesús. Ese tío te estaba haciendo toda una inspección. Voy a matar a...— Harry se volvió para retar a uno que se había permitido echar un vistazo a Louis. Era como ir con un guardaespaldas maníaco.

Louis se giró, pero su supuesto admirador ya se había marchado, o ya había sido espantado. Tiró de Harry para hacer que volviese hacia el Pipe Room.

—Vamos a ayudar a Tommy. Él es un desastre y tenemos que echarle una mano. Le invitaremos a un par de cervezas. Hablaremos tranquilamente, y a casa. Follaremos como perros. Haz conmigo lo que quieras. Soy tuyo.

—De acuerdo.— Las cejas de cuervo de Harry eran una línea recta sobre un ceño fruncido.

—Hazz, estoy aquí contigo. Y me voy a ir contigo.

Estaban a media manzana del Pipe Room cuando Harry le dio un codazo.

—Mira.

Louis miró y vio a Tommy al otro lado de la calle, sentado en los escalones que llevaban a una casa adosada. Estaba hecho un ovillo contra el frío y no parecía tener exactamente calor.

Cruzaron la calle desierta hacia él. Aquí va eso.

Harry se pasó una mano por el pelo mientras se dirigían hacia el hombrecito.

—Eh, amigo.

—Chicos.— Tommy levantó la vista para volver a mirar acto seguido al suelo. Tenía la gorra de lana hacia abajo y el cuello subido. Le habían quitado algunos puntos, y casi todos los moratones de su cara habían desaparecido. Todavía tenía la nariz un poco torcida. Y seguía teniendo un anillo de color burdeos, el resto rebelde de lo que había sido un ojo morado.

—Vamos, Dobsky.— Louis se acercó un poco más, pisoteando con sus pies como si hiciera más frío del que realmente hacía. —Vamos a tomar una cerveza.

Harry miró a Louis como haciéndole una pregunta, y después se sentó junto al pequeño paramédico.

—Sí, Tommy. Tengo sed y yo invito.

—Sí, no. Mala idea.— La voz de Tommy seguía sonando ahogada por su nueva nariz. —Hace tanto calor ahí...

Louis cambió el peso de una pierna a la otra. Tal vez no había sido buena idea. Había pensado que estaría bien: tres amigos tomando una cerveza, y que Tommy viera que por ser gay no tenías por qué acabar en la UCI.

—¿Te duele, chaval?

—No. Pero la única forma de conocer a alguien allí es si eres guapo, y, eh, yo no lo soy.— Tommy tenía un aspecto de lo más deprimido.

Joder.

—Los chicos que hay allí dentro van a ser majos, ¿eh? Van a ser amables. Dios, son amables.— Peliagudo. Louis le había contado a Harry lo de su primera visita al local, pero los celos ya se estaban cociendo.

CABEZA CALIENTE|Larry Stylinson|Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora