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Jung Hoseok | vie 21/01, 03:46 a.m.

Para: Park Iseul.

Mi madre me ha encerrado en mi habitación, asegurándose de quitarme el segundo ejemplar de llaves de la misma que colgaba en mi escritorio. La pequeña ventana que debería hacerme llegar la brisa de esta noche caótica es más incompetente de lo que yo podré ser en mi vida... y juro que me lanzaría por ella de no ser porque aún no se ha descargado la última actualización de mi videojuego favorito.

¿La razón de que me halle aquí? Fácil: me atreví a pasar más tiempo de lo usual con la clase de gente que detesta. Pero da igual, no es que me importe. Pueden hacer lo que quieran conmigo y no me interesará.

Eso sí, hace demasiado frío. Ah... De verdad detesto que el clima me obligue a buscar una manta y que mis manos se entumezcan. Pese a que ciertos días me castigue a mí mismo bajo un enero mortal, en este preciso momento no podría existir peor condena que mutar este trozo de alma a palabras y enviártelas, Iseul. El desvelo me rodea de vasos, comida chatarra y revistas de rupturas amorosas y me duele, pero no sé por qué.

Mamá no lo sabe tampoco y me cuestiono el porqué estar diciéndotelo a ti, pero los atardeceres de invierno con personas tan escrupulosas como el Hoseok que todo mundo conoce se convierten en mi purgatorio. Paso noches ingiriendo sustancias que me ausentan de la realidad y así, mi querida amiga, me siento a salvo de cualquier certeza que mi cerebro pueda ser capaz de lanzarme.

Sé lo que te hice, Iseul, y pese a que me aliviaría poder confesar lo mucho que lo siento, la verdad es que no tengo arrepentimiento alguno.

Mira, léeme. Te he comentado sobre lo que vendrá a continuación millones de veces y sé que estás harta de que siga haciéndolo en las pequeñas cosas. Es sobre ella. Nuestro amor fallido. El mío. El tuyo. Sí, sí, tuyo y mío, porque sabes que nunca fue nuestro en realidad. Inventarse historias es más fácil que abrir los ojos y ver que no es nada, que aquello a lo que diste vueltas en la madrugada no es más que un reflejo de tus anhelos. Lo fue, lo es. Lo que sentí hacia ella hizo de mi corazón una piedra que de alguna forma encontró -y encuentra- cómo ser pateada por segunda vez.

¿Puedes entenderlo? Ah, mierda, debería haber tomado aquel curso de literatura del que tanto hablabas. No me sufras más de lo que me sufres, estoy dando mi mayor esfuerzo en ésto, ¿de acuerdo? Así que espero que tus habilidades filosóficas de siempre puedan descifrar lo idiota que me debo ver frente a este monitor, en lugar de estar disfrutando de alguna partida online. Mientras tus ojos giran de línea en línea, mi mente ya ha procesado cinco situaciones acontecidas entre ambos.

No, no entre tú y yo. Entre ella y yo, o tal vez entre mis deseos, fantasías, sensaciones por experimentar y emociones que, si bien ahora debo de esconder frente a las personas, no puedo tapar ante tu análisis visual. No quiero. No me gusta. No disfrutaría de lo que disfruto con tantas ganas.

Y te lo hice saber por primera vez en la estación de trenes, aquel día nublado después del instituto. Gris, tan gris... Te veías tan, tan, tan alegre, Iseul. Necesitaba transmitirte mi odio hacia el mundo entero. A ti, ¿quién más de lo contrario? Tal vez fueron las secuelas de ese amor, o como carajos sea, pero deseaba romper tu corazón, descascararlo hasta que ya no quedara ni polvo. Pensé '¿cómo es que alguien logra sentirse así de vivo? ¿cómo puedes continuar en este mundo de mierda que te recompensará con nada bueno? ¿por qué logra dar a sabiendas de lo que le espera?' . Yo te salvé. Te he ahorrado el sufrimiento de enfrentarte al posterior vacío interminable de las esperanzas de una realidad idílica. He fortalecido las plumas de tus alas y aun así, aun así... No veo que estés devolviéndome absolutamente nada, Iseul. Deja de comportarte como una niña desagradecida.

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