Capítulo XXVI

366 26 6
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Concupiscencia

Habían pasado varios días, la reina había hablado con los Condes Grandchester, los había felicitado y eran completamente felices; sobre el asunto de Niel les comunicó que sería mejor aplazarlo hasta que Candy se sintiese bien o de lo contrario podría afectarle al bebé. Los Andley y Grandchester regresaron a la Villa de Escocia, la luna de miel siguió y dos semanas después Terrence entró al Parlamento nuevamente, en realidad sus jornadas eran extenuantes, pero no por ello las faenas con Candy habían caído en consideración de no realizarlas, por lo que ambos ya habían decidido vivir en Londres. Cuando llegaron al departamento de Terry, Candy se quedó sin habla, era hermoso, se veía que recién se había decorado, una parte del departamento era deslumbrante, ya que poseía un ventanal por el cual se colaban ligeros rayos de sol, cobijando una mecedora, ropa de bebe y una cuna, adornada con peluches de todos tipos y volantines.

Recorriendo el departamento, se encontró con el cuadro que Henriette les había sido obsequiado, escondido detrás de un muro aparente, enfrente de él había un sillón reposet y una pequeña mesa con un par de vasos y una licorera; uno de ellos se encontraba hasta la mitad y algunas colillas de puros se encontraban aún en el cenicero. Se preguntaba cuántas horas se pasaba aquí Terry después del trabajo, suponía que demasiadas ya que cuando llegaba a cenar y después a descansar eso era lo único que no hacía.

- Señora Candy, el baño está listo – le avisó Dorothy a Candy sacándola de sus pensamientos.

- Gracias Dorothy, sabes si Terry se la pasa aquí mucho tiempo – cuestionó la rubia a su gran amiga.

- Sí señora, muchísimo tiempo, el Parlamento queda a veinte minutos como máximo y el señor antes de ir a cenar se detiene aquí por algo no menos de una hora – explicó Dorothy.

- Quieres decir que el señor llega a las 7:00 todos los días – se sorprendió un tanto.

- Sí señora, pensé que lo sabía. Bueno para ser sincera el trabajo del parlamento es demasiado en ocasiones, también me tomaría algo de tiempo para descansar y tener un mejor humor – confesó la castaña sin detenerse a preguntar nada más.

- ¡Ah sí! ¿Por qué? – la rubia quiso indagar.

- Pues porque llega con un humor de todos los diablos, se sirve una copa y se sienta ahí, disfrutando de la soledad de la biblioteca, después se encierra y sale hasta que usted lo ve – relato lo que venía sucediendo desde hace un par de semanas.

- ¿De verdad? – cuestionó sin poder creerlo. No lo puedo creer, bueno Dorothy, vamos me bañaré y saldré al parque – le informó la rubia dirigiéndose a su habitación y comenzando a quitarse la bata.

- Por supuesto señora, ¿quiere que John la acompañe? – sugirió la castaña.

- Sí Dorothy, será que le podrías avisar – le pidió ella sonriendo y metiéndose al baño.

La dama del retratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora