El conejo blanco

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Aún recuerdo ese día.

Su cabello negro y largo contrastaba con su pálida piel, ojos grandes de una tonalidad clara y brillante, y una imborrable sonrisa adornaba su rostro.

Ella era Amber, la nueva chica en ese primer semestre de cuarto medio. Pero no fue su estilo, ni su nombre, siquiera fue por sus enormes y expresivos ojos, esa niña fue recordada por siempre cargar un enorme peluche de conejo blanco con un moño alrededor del cuello. Nadie sabía porque, pero no había momento en el cual estuviera sin aquel objeto, siempre estaba abrazándole, besándole, e incluso, varias veces, se le vio hablándole como si se tratase de una persona viva.

Ese fue el porqué todos en el salón y, más adelante, en toda la escuela comenzaron a burlarse de su inocencia, haciendo como chisme de la semana su deficiencia para hacer amigos "reales", siendo objeto de agresiones físicas y emocionales por parte de los más crueles, y de aquellos que amaba llamar la atención de la masa estudiantil, pero jamás, sin importar lo que le hicieran, perdía su radiante sonrisa.

-Tiene 17 años... -Comenta una chica de mi clase, rumoreando y, claramente, haciendo burla con otra amiga en el salón, antes de que comenzara la clase de Historia, a primera hora esa mañana.

-Se supone... pero parece una pendeja de cinco con ese conejo ridículo –Mariana, la chica que realizo ese comentario despectivo e indiscreto, poco le importo que Amber, la cual se encontraba solo a dos pupitres de distancia, pudiera escucharla.

Aunque el sentimiento era mutuo, Amber la ignoraba siempre que esta se burlaba de ella, dejándola en ridículo cada vez que le decía a Mariana que no sabía quién era y que no la conocía.

-¿será enferma o algo? –Escuchando atentamente la conversación de las chicas, mi compañero de pupitre se le ocurrió la brillante idea de preguntarme al respecto.

-No me interesa –Todos conocían mi forma de ser, poco me importaba lo que pasara a mi alrededor, pero debo admitir que la actitud poco usual de Amber era intrigante, tanto así que logro despertar mi interés.

Luego de varios segundos, me descubrí a mi mismo observando a aquella joven mientras está se dedicaba a dejar gentiles y cariñosos besos en la nariz artificial de su conejo de peluche, ajena a todas las burlas sobre su persona, o más bien, no haciéndoles caso alguno.

No era la primera vez que me sorprendí a mi mismo observándola, sobre todo en los recesos que era cuando más la molestaban, a veces mis emociones me jugaban malas pasadas al hacerme sentir enojado cuando las bromas se salían de control, aunque no interfería en el curso de las agresiones, después de todo, y muy a mi pesar, no era realmente mi problema, y odiaba meterme en líos ajenos. Pero a diferencia de mí, que terminaba molesto con esas personas que poco respetaban su espacio, Amber jamás dejo de sonreír y de ignorar sus comentarios, concentrándose únicamente a consentir a su inanimado y afelpado amigo.

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2019 ⏰

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