En esos momentos no había tiempo para el amor, eso estaba en segundo plano.
Primero debía hacer lo correcto; luchar por saber la verdad para dejar de estar sumergida en una mentira.
¿Creías saber algo de lo que en realidad pasaba? En serio que estab...
Abrí los ojos con lentitud y me incorporé en la cama en la que me encontraba recostada, estaba un tipo de habitación a oscuras.
¿Dónde rayos me encontraba?
Comencé a tocar lo que había a mi alrededor hasta que mis manos tocaron algo... un cuerpo. Me levanté sobresaltada de la cama y traté de encontrar el interruptor de la luz, comencé a palmear la pared hasta que lo hallé.
Encendí la luz y ésta me cegó por unos segundos provocando que cerrara los ojos.
Los abrí de nuevo y mi mirada se posó en la cama, ahí se encontraba Liam, recostado a un lado del que yo me encontraba unos segundos antes.
Suspiré mientras observaba con detenimiento a mi alrededor.
Nos encontrábamos en la habitación de Carissa, lo sabía porque ya había estado aquí cientos de veces.
Sentí un dolor fuerte en la parte superior de mi cabeza y solté un gruñido.
Dolía demasiado... ese dolor era uno de los más fuertes que había sentido.
Caminé hacia la puerta y le di una última mirada a Liam, percatandome de que aún seguía durmiendo.
Tomé la perilla de la puerta y la abrí intentando hacer el menor ruido posible, salí de ahí y cerré la puerta.
Comencé a bajar las escaleras, ya era de noche y me reprendi por no haber notado que mi madre me mataría cuando me viera.
Comencé a bajar las escaleras y voces se comenzaron a escuchar desde la planta baja.
—¿Ella está aquí? —preguntó alguien, esa... era la voz de Dylan.
Detuve mi caminar.
Simplemente no era tiempo para que me viera, no aún.
—No, ella está en su casa —respondió Max con voz neutral, si yo hubiese estado frente a él no tendría duda de que estaba diciendo la verdad.
—Bueno... —dijo Dylan con tono calculador, estaba segura de que él sabía algo—. Yo me retiro... ya es de madrugada y necesito descansar. —Levantó la mirada hacia las escaleras y di un paso atrás con sumo cuidado, evitando hacer el menor ruido posible.
—Claro Dylan, puedes volver cuando quieras —dijo Carissa, estaba segura de que esa había sido su voz.
Escuché unos pasos alejarse de la sala y el sonido de la puerta cerrarse me afirmó que él se había ido. Solté el aire que hasta ahora era consciente que estaba conteniendo y bajé las escaleras con lentitud.
Ya no lo sentía, pero no podía arriesgarme a que me viera.
Me preguntaba si él, al ser algo parecido a un hermano de Laín me hubiese sentido.
Bajé el último escalón y me dirigí a la sala, Max fue el primero en verme y me miró levemente hasta que su vista se posó en Carissa.
—Si vuelve me llamas —dijo, ella asintió no muy convencida.
En mi mente se instaló el miedo de que vaya a mi casa, por lo que había escuchado era de madrugada y mi madre no tenía idea de que estaba aquí. Ella se encontraba sola, completamente vulnerable.
—Carissa le llamó a tu madre para avisarle que no llegarías a dormir pues te querías aquí haciendo una tarea —dijo Max, llenándome de alivio—. Si quieres estar más segura podría ir a dar una vuelta para asegurarme de que todo esté en orden por ahí —añadió segundos después, leyendo mi mente.
—Me gustaría que lo hicieras—dije mientras suspiraba—. ¿Qué hacíamos Liam y yo en la cama? —pregunté, Max miró a Carissa con la mandíbula apretada.
—Ella creyó que era buena idea que permanecieran juntos —respondió sin mirarme—. Se desmayaron al llegar a la planta de arriba, seguramente estaban muy cansados por lo que sea que hicieron aquí abajo en muestra ausencia. —El fantasma de una sonrisa llegó a mis labios.
Por alguna estúpida razón quería sonreír.
Esos... quizás eran celos.
—Te dejaré con Carissa —dijo Max alejándose de nosotras, tomó su chaqueta que estaba en el sillón y se la colocó—. Veré cómo esta todo ahí—añadió caminando hacia la puerta, antes de salir miró hacia los lados, seguramente cerciorándose de que Dylan se hubiese ido, segundos después la puerta se cerró emitiendo ruido.
La mirada de Carissa se posicionó en mi y sonrió levemente, aunque notaba la incomodidad en su postura.
