Un ritual Serení

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Seren

Era una noche fresca, no hacía mucho frío pero si corría suficiente viento para levantar las túnicas negras de los Sereníes, de un lado a otro soplaba el aire con fuerza, haciendo que el fuego de las hogueras se alborotara. La noche estaba muy alegre y divertida, algunas personas realizaban cánticos, quemaban incienso, danzaban alrededor de sus fogatas, otros bebían vino o comían frutos secos y por último estaban los que preparaban su equipaje para salir al día siguiente. Todos ellos esperaban con ansias al sacerdote para dar inicio al ritual.

Luego de un par de horas apareció por el sendero del bosque un hombre que vestía túnica y capucha negra con destellos rojos, sus pasos eran lentos y atrás de él lo acompañaba una manada de jabalíes mansos, como si hubieran sido domesticados por él mismo. Todos guardaron silencio, incluso los bromistas que ya estaban algo pasado de copas decidieron callar. El viento parecía ser cómplice del hombre, se estaba calmando lentamente, ahora apenas acariciaba los flecos de las túnicas, igualmente sucedió con la llama de las fogatas, el fuego se volvió pasivo y cálido, apenas lograba iluminar el pueblo.

Poco a poco el sacerdote fue acercándose al centro, a medida que el hombre caminaba junto con la manada de animales, los creyentes se ponían de rodillas. Al terminar su recorrido hizo una reverencia para todos, continuó desenfundando una daga y tomó al jabalí mas cercano, le estiró un poco el cuello y luego deslizó con fuerza la afilada hoja por el pescuezo del animal, el animal empezó a corcovear y al mismo tiempo hizo un sonido horrible, como si de una tortura cruel se tratara, el religioso acerco una vasija de barro y dejo caer la sangre del animal allí. El silencio era sepulcral, apenas se escuchaban las maderas quemándose en las hogueras. Luego de matar a once ejemplares el hombre se puso de pie, levantó la vasija y dijo "Hoy sacrificamos a éste animal que simboliza nuestro presente, hoy sacrificamos nuestro presente por un mejor futuro. Bendecid a vuestros hijos en el largo camino que les espera, bendícenos oh poderoso Tizzalarini" terminó la plegaria y bebió de la sangre, luego paso por cada uno de los fieles para darles de beber y marcarles su respectiva cruz con la sangre del animal.

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Ya se despedía la noche, pausadamente iban saliendo los rayos del sol junto al aroma campo, la madrugada era fría y húmeda sin embargo la plaza central de Seren ya estaba abarrotada de mercaderes listos para partir hacia Tozalik.

-Mira papá, una manada de cuervos.-Exclamó el joven de 15 años mientras apuntaba con su dedo índice a lo alto. Los cuervos graznaban a todo pulmón mientras volaban por el cielo que empezaba a teñirse en azul.

-Es la señal.- Susurró con preocupación mirando al cielo, luego continuó arreglando el equipaje entre las mulas.

-¿Cual señal?- Insistió el muchacho sin perder de vista a los animales.

-Basta de preguntas Brand.-Respondió tajante la mujer de pecas y cabello rojo cobrizo que estaba a su lado.

-Margareth.- Musitó el hombre, tratando de que su hijo no escuchara.- Tarde o temprano él va a saber.- Dijo haciendo contacto visual con la mujer.

-Por el camino te cuento, aquí hace mucho ruido y se nos está haciendo tarde, vamos a la salida- Dijo tratando de desviar la conversación. Cada quien subió a su mula y se pusieron en marcha.

Luego de caminar algunos kilómetros llegaron a un arco de medio punto, con dos vigilantes que custodiaban la entrada, las personas salían y entraban en grupos, algunos tomaban el riegos de aventurarse solos. Poco a poco la ciudad se iba quedando sola.

-Antes de continuar, quiero decirles algo.- Dijo el hombre bajándose de la mula. Respiró profundo y continuó.-No sabemos que nos depara el camino, allí afuera hay todo tipo de bestias, cualquier cantidad de bandidos.- Señaló al bosque que tenía a su espalda.-Son ocho días de viaje, debemos permanecer unidos, más unidos que nunca.-Hizo una pusa y pasó por donde estaba Brand, saco dos pergaminos de su gabán, le entregó uno y le dijo. -Hijo, si en algún momento llegas a estar en peligro y nosotros no estamos, úsalo.- El joven quedó anonadado, no se esperaba eso ni tampoco sabia como usarlo, el hombre siguió caminando hacia la mujer, le entregó el otro y dijo.- Margarerth, esto es para ti, ya tu sabes que hacer.- La mujer asintió con la cabeza y le regaló una sonrisa de aceptación.-Los amo.- Finalizó el sujeto. Se abrazaron los tres y se adentraron al bosque.

Vendilion siempre magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora