Un nuevo "plan"

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Con esa pena en mi alma empecé a caminar. Sentía que si de verdad la Magda era mi amiga, tenía que ayudarla. Pero no sabía cómo y tampoco sabía si ella lo iba a aceptar. Fue en ese instante cuando sonó mi teléfono. Era Julio, el taxista delincuente. Me dijo que nos juntáramos en el infierno, que él iba a estar allá.

Julio ya no me podía ayudar, ya había tomado una decisión. Además Julio representaba lo que más me molestaba de mi entorno. Él tenía que hacer su vida y yo tenía que hacer la mía. Después de todo ni siquiera éramos amigos. Y mientras caminaba me dieron ganas de ir donde la Pelirroja a contarle que había decidido irme a vivir con ella. Y no existe, por más que lo he buscado, un símil entre ella y Santiago, uno que no fuera forzado. Pero me dio miedo. El miedo no me puede paralizar, siempre lo voy a sentir, porque uno le tiene miedo a las cosas que tienen la carga de hacerte daño. Y el dolor es parte de la vida.

Pasé frente a una caseta de radio taxis. Y Julio volvía a mi cabeza. Si lograba aceptarlo, entenderlo y conversar con él iba a sentir que estaba dentro del mundo sin temerle a que me hiciera daño. Su historia, la mía y la de todos van a estar siempre ahí. Tengo que aprender a coexistir con ellas aunque no me gusten. Julio tenía que decirme lo que necesitaba saber: que no era una mala persona, si no una mala historia. Si no lograba entenderlo, iba a salir arrancando de nuevo y no estaba seguro que la Pelirroja me quisiera acompañar.

No quise entrar al infierno. Podía aceptar que estuviera ahí, pero estaba en mi derecho no ser parte de él. Decidí buscar el taxi de Julio por los alrededores y esperarlo hasta que saliera. No se podía demorar mucho. Mientras lo esperaba me puse a pensar en qué era lo que necesitaba de Julio: quería saber porqué si siendo un hombre casado, tenía una amiga que lo conocía mejor que su esposa.

Julio se demoraba más de lo que me hubiera gustado. Revise mi celular para saber el número desde el que me había llamado. No era un celular. Decidí llamar. De pronto el teléfono que estaba junto a mí empezó a sonar, lo mire. Colgué el mío y me acerqué a contestar. Dejó de sonar. Julio me había llamado de un teléfono público. Seguí esperando por mucho rato. Hasta que Julio apareció:

- Te estaba esperando en el infierno.

- No me gusta el infierno.

Me invitó a tomar una cerveza a un antro que conocía él. Dijo que la primera ronda la pagaba él, si la conversación se extendía más, yo pagaba el resto. Nos sentamos un una mesa y cuando Julio recibió su cerveza se la tomó al seco. No alcancé a preguntarle nada. Tuve que pedir otra.

- ¿Amas a tu señora?

- No.

- ¿Y por qué estás con ella?

- Quedó embarazada.

- ¿Y por qué te acostaste con ella?

- Por lo que lo hacen todos, tenía que hacerlo con alguien.

Y me di cuenta que Julio era inocente. Él era víctima de la naturaleza. Si no te enseñan lo que es el amor es difícil que puedas llegar a él y la naturaleza siempre va a ser más fuerte.

- Nunca hablaste con tu padre de sexo.

- Nunca lo conocí.

Y me di cuenta que la sociedad tiene vacíos más grandes que el transporte público. Al final, mi actitud hacia eso, es una actitud egoísta porque yo tenía resueltas otras cosas. Me dio pena Julio, así como me da pena la Magda: tal vez a ella no le habían enseñado lo que era la confianza, algo que yo aprendí en mi deambular por Santiago. ¿Cómo podía ayudar a la Magda y a Julio? Le pregunté por la chica del infierno:

El Amor en tiempos del "Like"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora