Cuando nació la princesa Rapunzel, su madre, la reina, quiso hacer una fiesta para celebrar su nacimiento, pero el rey se negó rápidamente.
-Sé muy bien los problemas que causan las fiestas de bautizo- declaro -. Sin importar cuanto cuidado se tenga con las invitaciones, siempre se olvida una de algún hada y ya sabes cómo termina el asunto. No vamos a pasar por eso. No vamos a invitar a nadie. Así, ninguna podrá ofenderse.
-A menos que todos se ofendan- dijo la reina.
Y eso fue precisamente lo que paso. Cuando el rey, la reina y la bebe volvieron de la fiesta, el gran salón del trono estaba lleno de hadas de todos tipos y cuando la reina abrió la puerta todos gritaron al mismo tiempo:
-¡¿Por qué no me invitaron al nacimiento?!
-Lo sentimos...- comenzó la reina.
Un hada malévola dio un paso al frente entre los demás y la interrumpió con rudeza:
-¡Cállate!- Malévola era el hada más vieja y la más mala de todos-. No me interesan las escusas- dijo mientras movía el dedo frente las narices de la reina y el rey -. Bien saben lo que ocurre cuando no se invita a un hada a la celebración a la celebración de un nacimiento. Ahora, cada una de nosotras le dará a la princesa un regalo. Como el hada de la más alta categoría, seré la primera. ¡La princesa será calva!
La reina casi se desmayó cuando el hada se retiró. Pero el rey dio un paso al frente.
-Ah no! ¡Eso sí que no!- dijo -. ¿Cómo pueden comportarse así? ¿Qué ninguna fue a la escuela? ¿Ninguna ha estudiado la historia de su propia raza? -¿Cómo se atreve a decir eso?- dijo un hada con un gorrito -. Es mi turno y yo digo que la princesa será... El rey se lanzó sobre ella y le tapó la boca con la mano. -
Miren- dijo -. Esto no está bien. Un hada que rompe con la tradición de la historia de las hadas desaparece...saben que digo la verdad...se apaga como la flama de una vela. Y la tradición dicta que sólo el hada mala no se invita a la fiesta de nacimiento y que todas las hadas buenas están invitadas, así que, o bien esta no es una fiesta de nacimiento, o todos fueron invitados, excepto una. Y por propia elección, esta sería Malévola. Inténtenlo si no me creen. Denle sus terribles regalos a mi inocente hijita, pero tengan por seguro que una vez que lo hagan, desaparecerán, como la llama de una vela. Entonces, ¿Quién se va a arriesgar? Ninguna respondió. Una por una, todas las hadas se despidieron y le dieron gracias a la reina por la encantadora fiesta que habían pasado.
Cuando la última de las hadas se marchó, la reina corrió a ver a la bebe. Le quito su gorrito de encaje y rompió en llanto. Los dorados rizos de la niña se le cayeron cuando le quito el gorrito. La princesa Rapunzel era calva, como un huevo. –No llores, mi amor- le dijo el rey -. Me quedo un deseo que mi hada madrina me dio como regalo de bodas, pero desde entonces, ¡No he deseado nunca nada más!
-Muchas gracias, querido- le dijo la reina y sonrió con las mejillas cubiertas de lágrimas.
-Guardare el deseo hasta que la bebe crezca- continuó el rey -. Entonces se lo daré y si desea tener pelo, lo tendrá. -¡Oh! ¿No prefieres desearlo tú ahora?- le pidió la reina.
-No, mi amor. Es posible que ella quiera algo diferente cuando sea grande. Y además, es posible que el cabello le crezca solo. Pero nunca le creció. La princesa Rapunzel creció tan hermosa como el sol y tan buena como el pan, pero jamás le creció un pelo en su pequeña cabeza. La reina le cosía pequeños sombreros de seda verde y el rostro de blanco y sonrosado de la princesa salía de ellos como una flor que asomaba de su corola. Y cada día, conforme crecía, todos la querían más, y entre más la querían, mejor se volvía y mientras más buena era más hermosa parecía. Cuando la princesa ya era grande, la reina le dijo al rey:
-Amor mío, nuestra hija ya es lo bastante grande para saber lo que quiere. Dale el deseo que le prometiste. Así que el rey abrió su caja fuerte de oro con la llave que tenía siete diamantes y que llevaba siempre prendida al cinto y saco el deseo, dándoselo a su hija.
-Hija mía, hazme caso y desea lo que te digo.
-Claro que sí, madre- respondió Rapunzel. La reina le susurro algo al oído y Rapunzel asintió. Luego dijo en voz alta -. Deseo tener cabellos dorados de un metro de largo y que crezcan el doble de rápido cada vez que lo corten y... -¡Detente!- exclamo el rey. El deseo se activó y al siguiente instante la princesa estaba de pie frente a ellos, sonriendo bajo una lluvia de dorados cabellos.
-¡Que encantadora!- exclamo la reina –Que pena que la interrumpiste, querido. ¿Cuál es el problema? -¡Tú! ¡Tú hiciste esto!- grito el rey -¿Por qué le harías esto a nuestra hija?
-¡Porque he querido esto desde que ella nació!- grito la reina enfurecida -¡Y es lo único que he querido! -¡Guardias, llévenla con la doctora hasta que se solucione este problema!
Y los guardias se la llevaron mientras que ella gritaba protestas.
-Dame un beso hija- dijo el rey -. Y ve con tu niñera y pídele que te enseñe a peinarte el cabello. –Se cómo hacerlo- aseguro Rapunzel -. Le he peinado el cabello a mamá muchas veces.
-Tu madre tiene hermoso cabello- le dijo el rey -, pero creo que vas a descubrir que el tuyo es un poco más difícil de manejar. Y así fue. El cabello de la princesa comenzó siendo de un metro de largo y cada noche creció dos centímetros. Si sabes un poco de matemáticas sabrás que en siete semanas su cabello media casi dos metros. Y el cabello de la princesa seguía creciendo dos centímetros cada noche. Cuando alcanzo los tres metros, la princesa no pudo más. Era demasiado pesado y la acaloraba, de modo que se lo cortó todo y durante algunas horas se sentía cómoda. Pero el cabello siguió creciendo, y ahora dos veces más rápido que antes, así que en cuestión de poco más de un mes estaba tan largo como la primera vez. La pobre princesa lloraba de cansancio. Cuando ya no pudo soportarlo más, se cortó el cabello y estuvo cómoda por solo un corto tiempo. Porque entonces el cabello le crecía cuatro veces más rápido y así continuaba el ciclo. Pero un día el rey tuvo una idea, ellos podrían invitar a príncipes de diferentes regiones y decirles que si encontraban una solución al problema podrían casarse con Rapunzel.
Entonces de todos lados del mundo comenzaron a llegar todo tipo de príncipes, ansiosos de probar su suerte. Llevaban todo tipo de remedios pero ninguno funciono.
Por aquel entonces, la princesa tenía que dormir en el gran salón del trono, porque ninguna otra habitación era lo bastante grande para ella y todo su cabello. Cuando despertaba por la mañana, el salón estaba lleno de cabello, apretujados como lana en un granjero.
Una noche de verano, mientras estaba ahí llorando, vio por primera vez al príncipe Florizel.
El príncipe caminaba por el jardín a la luz de la luna.
Entonces, el levanto la mirada al mismo tiempo que ella veía abajo. Sus ojos se encontraron y por primera vez, Rapunzel deseó que él tuviera el poder de hacer que su cabello dejara de crecer. En cuanto al príncipe, en ese momento deseó muchas cosas, y la primera de ellas se concedió. -¿Eres la princesa Rapunzel?- pregunto con esperanza.
-¿Y tú eres Florizel?
-Hay muchas rosas alrededor de tu ventana- le dijo -, pero ninguna aquí abajo.
Ella le arrojo una de tres rosas blancas que tenía entre las manos. Entonces el príncipe dijo:
-Si puedo hacer lo que tu padre quiere, ¿Te casarías conmigo?
-Mi padre ha prometido que así será- dijo Rapunzel jugueteando con las rosas blancas que tenía en la mano. –Querida princesa- repitió el -, la promesa de tu padre no significa nada para mí. Quiero tu promesa. ¿Te casarías conmigo? -Si- respondió ella y le dio la segunda rosa.
-Quiero tu mano.
-Si- repitió ella.
-Y tu corazón con ella.
-Si- dijo la princesa nuevamente y le dio la tercera rosa.
-Entonces- continuó el príncipe -, quédate junto a la ventana y yo me quedare aquí abajo, en el jardín, vigilando. Y cuando tu cabello haya crecido hasta llenar tu habitación, llámame y haz lo que te diga. –Así lo haré- dijo la princesa.
Al amanecer, el príncipe, que estaba tendido en el césped, al lado del reloj de sol, oyó su nombre. -¡Florizel! ¡Florizel! ¡Mi cabello ha crecido tanto que me empuja por la ventana!
-Sal a la cornisa- le dijo el príncipe – y enreda tu pelo tres veces alrededor del enorme gancho de metal que está ahí. La princesa obedeció.
Entonces el príncipe subió por el arbusto de rosas llevando la espada desenvainada ente los dientes. Tomó en sus manos más o menos un metro del pelo de la princesa, desde su cabeza y le dijo. – ¡Salta!
La princesa saltó y gritó. Ahí estaba, colgada de metro y medio de cabellera, en un gancho de su ventana. El príncipe sujetó con fuerza el cabello que tenía en la mano y lo corto con la espada. Luego la bajo con cuidado hasta que los pies de la princesa tocaron el suelo. Después, salto tras ella. Se quedaron hablando en el jardín hasta que las sombras desaparecieron debajo de sus respectivos árboles y el reloj de sol marcó que ya era hora de desayunar.
Así que fueron a desayunar y toda la corte los rodeo (incluyendo la reina que había regresado de haber ido con la doctora y fue perdonada por sus acciones) maravillados. Porque el cabello de la princesa no había crecido. -¿Cómo le hiciste?- le pregunto el rey mientras estrechaba la mano de Florizel con alegría.
-Fue lo más sencillo del mundo- aseguro Florizel con modestia -. Ustedes siempre le han cortado el cabello a la princesa. Yo le corte la princesa al cabello.
-Eres un joven muy inteligente- dijo el rey y le dio un abrazo.
La princesa besó al príncipe cientos de veces y al día siguiente se casaron. Todos comentaban lo hermosa que se veía la novia y observaban que llevaba el cabello bastante corto: apenas un metro sesenta y cinco de largo, lo suficiente para que llegara a sus tobillos.Y después de eso todos vivieron felices por siempre.
...Fin...
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La historia nunca contada de Rapunzel
FantasySiempre hemos contado muchas historias de la princesa Rapunzel pero nunca se ha dicho la verdad. Esta historia fue basada en el cuento de Melisandra.