Narra Gabriela
Contuve mi respiración mientras la veía. Estaba asustada, si se caía se haría daño y yo no quería verla herida. Aún no me acostumbraba a verla afuera de esa camilla.
-¡Tú puedes!- la animé en contra de mi voluntad, odiaba verla de pié si eso significaba que había posibilidad de que se hiciera daño. Ella me sonrió con dificultad y dio otro paso hacia adelante. -¡Sigue así, lo estás consiguiendo!- ya llevaba tres días desde que había iniciado la terapia, ese sería un largo camino pero yo la apoyaría a lo largo de todo el proceso.
Puso un pie delante del otro y se tambaleó momentáneamente, la enfermera se apresuró con la intención de ayudarla pero ella negó con la cabeza de imediato y dio otro paso.
Ella era una luchadora. No iba a rendirse tan fácilmente. Sabíamos que apenas estaba empezando en verdadero trabajo.
No puedes permitirte caer sin antes darle un vistazo a la cima.
Ella quería probarle a todos que era capaz así que se esforzaba para hacerlo de la mejor manera posible.
-Es hora de descansar.- murmuré viendo la pantalla de mi celular. Jennifer me miró y suspiró.
-Aún no.
-Tienes que hacerlo. Tus piernas necesitan relajarse si quieres estar al cien por ciento para el próximo intento.- intervino la enfermera.
-No, unos minutos más... Por favor.- Clarice, la enfermera, suspiró y asintió con la cabeza. -¡Gracias!
***
-¿Quieres un helado?- le pregunté. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
-Sí, por favor.
-Bien, vamos.- Jennifer frunció el ceño en confusión.
-No puedo caminar aún. Lo sabes.
-Nadie dijo que fueses a caminar.-me senté en la punta de su camilla dándole la espalda. -Agárrate de mi cuello y rodea tus piernas en mi cintura.- la escuché soltar una risa.
-¿Es en serio, Gabriela?
-Hablé con tu enfermera y dijo que podías salir sólo si usabas la silla de ruedas... Pero sé que la odias.- suspiró, sentí su aliento en mi cuello y me dio un escalofrío. -Así que no te llevaré en ella.
-Significa rendirse.- murmuró. -Por eso no me gusta.
-¿Rendirse?- se aferró sobre mi espalda y me puse de pie fácilmente, ella no pesaba mucho.
-Sí. Quien la usa se condena a no caminar más, incluso si es temporal. Y yo no quiero eso... Si me siento ahí por mucho tiempo temo no volver a levantarme.
-Jennifer...
-Lo sé, es estúpido. Sólo vayamos por ese helado.- rió.
-Vamos.- asentí. -Pero no es estúpido.- coloqué ambas manos alrededor de sus piernas que envolvían mi torso.
Caminé hacia la manilla de la puerta.
Railey...
No podía evitar verla y pensar en Railey... Realmente había cumplido, desapareció de mi vida. Yo la extrañaba, me sentía culpable por todo y quería disculparme al menos cien veces más pero ella simplemente se fue y cuando llegué a casa, esperando verla, no vi más que una carta.
"Sé feliz.
-Railey."Negué con la cabeza en un vano intento de pensar en otra cosa hasta que sentí que Jennifer apoyó su cabeza sobre mi hombro y soltó un enorme suspiro.
-Si no abres la puerta no podremos salir.- dijo sobre mi piel enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo que me hizo querer retorcerme.
-Lo siento.- murmuré moviendo la manilla y cruzando por el umbral de la puerta.
***
-He notado que no puedes mover el brazo derecho con naturalidad.- comenté con cuidado.
-Está entumecido o algo así. Es molesto e inútil. No puedo hacer nada bien con él.- se quejó.
-¿Por qué no haces terapias con él brazo también?- soltó una risa sarcástica que me confundió.
-Porque me dijeron que no tiene arreglo. Así que de nada sirve. Pensé que lo sabías.
-Podrías recuperar la correcta movilidad de tu brazo si haces terapias... No se ve tan mal como para no volver a ser útil.
-No tiene caso ir contra las probabilidades.
-A mí me dijeron que no despertarías... Y aquí estás.
-Este lugar me es familiar...- murmuró Jennifer confundida ignorando mi comentario.
-Fue aquí donde me pediste ser tu novia... En este parque.- me detuve admirando el lugar.
-¿En serio?
-Sí.- sonreí recordando.
-¿Cómo estuve?- alcé una ceja y mi silencio la impulsó a aclarar mi duda. -Quiero decir si lo hice torpemente o como toda una profesional del coqueteo.- bromeó y solté una carcajada.
-Quién sabe.- la escuché quejarse con un gemido. -Tal vez algún día te diga.
-¿No estás cansada?- cambió de tema nuevamente.
-No.- negué con la cabeza sonriente. -Pero te puedo bajar si quieres.
-Me gusta esto...- admitió. -Pero no quiero que después te duela la espalda por mi culpa, Gabriela.
-Estaré bien, además no pesas mucho.- la escuché soltar una risa. -Mira, hay una heladería en frente.- señalé hacia el otro lado de la calle. Algunos recuerdos vinieron a mí porque la heladería estaba justo al lado de la pizzería donde ella me celó del camarero.
-No me gustan las calles...- su cuerpo se aferró con fuerza a mí haciéndome sonreír inevitablemente.
-No te va a pasar nada conmigo.- traté de tranquilizarla pero no pude sentir que su agarre se relajara. -Confía en mí.
-Lo hago pero...
-Está bien, te voy a dejar bajo ese árbol y volveré con unos helados, ¿vale?- Jennifer se quedó en silencio.
Narra Jennifer
-Está bien. Puedo ir.- dije insegura. Me estaba poniendo nerviosa con el ruido de los autos que iban prácticamente mandados. ¿Siquiera era legal ir a esa velocidad?
-¿Segura?
-Supongo...
¿Qué es lo peor que puede pasar?
***
>:v Jijiji
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Cálida como el sol. (Yuri)
RomansaContinuación de "A su lado no hace frío" pero con una historia diferente... Sus respectivas hijas. Jennifer era orgullosa, hermosa, para nada humilde y segura de sí misma. No dudaba en decir su opinión sin importar las consecuencias. La rebeldía era...