26.

146 8 3
                                    

Narra Gabriela

Contuve mi respiración mientras la veía. Estaba asustada, si se caía se haría daño y yo no quería verla herida. Aún no me acostumbraba a verla afuera de esa camilla.

-¡Tú puedes!- la animé en contra de mi voluntad, odiaba verla de pié si eso significaba que había posibilidad de que se hiciera daño. Ella me sonrió con dificultad y dio otro paso hacia adelante. -¡Sigue así, lo estás consiguiendo!- ya llevaba tres días desde que había iniciado la terapia, ese sería un largo camino pero yo la apoyaría a lo largo de todo el proceso.

Puso un pie delante del otro y se tambaleó momentáneamente, la enfermera se apresuró con la intención de ayudarla pero ella negó con la cabeza de imediato y dio otro paso.

Ella era una luchadora. No iba a rendirse tan fácilmente. Sabíamos que apenas estaba empezando en verdadero trabajo.

No puedes permitirte caer sin antes darle un vistazo a la cima.

Ella quería probarle a todos que era capaz así que se esforzaba para hacerlo de la mejor manera posible.

-Es hora de descansar.- murmuré viendo la pantalla de mi celular. Jennifer me miró y suspiró.

-Aún no.

-Tienes que hacerlo. Tus piernas necesitan relajarse si quieres estar al cien por ciento para el próximo intento.- intervino la enfermera.

-No, unos minutos más... Por favor.- Clarice, la enfermera, suspiró y asintió con la cabeza. -¡Gracias!

***

-¿Quieres un helado?- le pregunté. Ella asintió con una pequeña sonrisa.

-Sí, por favor.

-Bien, vamos.- Jennifer frunció el ceño en confusión.

-No puedo caminar aún. Lo sabes.

-Nadie dijo que fueses a caminar.-me senté en la punta de su camilla dándole la espalda. -Agárrate de mi cuello y rodea tus piernas en mi cintura.- la escuché soltar una risa.

-¿Es en serio, Gabriela?

-Hablé con tu enfermera y dijo que podías salir sólo si usabas la silla de ruedas... Pero sé que la odias.- suspiró, sentí su aliento en mi cuello y me dio un escalofrío. -Así que no te llevaré en ella.

-Significa rendirse.- murmuró. -Por eso no me gusta.

-¿Rendirse?- se aferró sobre mi espalda y me puse de pie fácilmente, ella no pesaba mucho.

-Sí. Quien la usa se condena a no caminar más, incluso si es temporal. Y yo no quiero eso... Si me siento ahí por mucho tiempo temo no volver a levantarme.

-Jennifer...

-Lo sé, es estúpido. Sólo vayamos por ese helado.- rió.

-Vamos.- asentí. -Pero no es estúpido.- coloqué ambas manos alrededor de sus piernas que envolvían mi torso.

Caminé hacia la manilla de la puerta.

Railey...

No podía evitar verla y pensar en Railey... Realmente había cumplido, desapareció de mi vida. Yo la extrañaba, me sentía culpable por todo y quería disculparme al menos cien veces más pero ella simplemente se fue y cuando llegué a casa, esperando verla, no vi más que una carta.

"Sé feliz.
-Railey."

Negué con la cabeza en un vano intento de pensar en otra cosa hasta que sentí que Jennifer apoyó su cabeza sobre mi hombro y soltó un enorme suspiro.

-Si no abres la puerta no podremos salir.- dijo sobre mi piel enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo que me hizo querer retorcerme.

-Lo siento.- murmuré moviendo la manilla y cruzando por el umbral de la puerta.

***

-He notado que no puedes mover el brazo derecho con naturalidad.- comenté con cuidado.

-Está entumecido o algo así. Es molesto e inútil. No puedo hacer nada bien con él.- se quejó.

-¿Por qué no haces terapias con él brazo también?- soltó una risa sarcástica que me confundió.

-Porque me dijeron que no tiene arreglo. Así que de nada sirve. Pensé que lo sabías.

-Podrías recuperar la correcta movilidad de tu brazo si haces terapias... No se ve tan mal como para no volver a ser útil.

-No tiene caso ir contra las probabilidades.

-A mí me dijeron que no despertarías... Y aquí estás.

-Este lugar me es familiar...- murmuró Jennifer confundida ignorando mi comentario.

-Fue aquí donde me pediste ser tu novia... En este parque.- me detuve admirando el lugar.

-¿En serio?

-Sí.- sonreí recordando.

-¿Cómo estuve?- alcé una ceja y mi silencio la impulsó a aclarar mi duda. -Quiero decir si lo hice torpemente o como toda una profesional del coqueteo.- bromeó y solté una carcajada.

-Quién sabe.- la escuché quejarse con un gemido. -Tal vez algún día te diga.

-¿No estás cansada?- cambió de tema nuevamente.

-No.- negué con la cabeza sonriente. -Pero te puedo bajar si quieres.

-Me gusta esto...- admitió. -Pero no quiero que después te duela la espalda por mi culpa, Gabriela.

-Estaré bien, además no pesas mucho.- la escuché soltar una risa. -Mira, hay una heladería en frente.- señalé hacia el otro lado de la calle. Algunos recuerdos vinieron a mí porque la heladería estaba justo al lado de la pizzería donde ella me celó del camarero.

-No me gustan las calles...- su cuerpo se aferró con fuerza a mí haciéndome sonreír inevitablemente.

-No te va a pasar nada conmigo.- traté de tranquilizarla pero no pude sentir que su agarre se relajara. -Confía en mí.

-Lo hago pero...

-Está bien, te voy a dejar bajo ese árbol y volveré con unos helados, ¿vale?- Jennifer se quedó en silencio.

Narra Jennifer

-Está bien. Puedo ir.- dije insegura. Me estaba poniendo nerviosa con el ruido de los autos que iban prácticamente mandados. ¿Siquiera era legal ir a esa velocidad?

-¿Segura?

-Supongo...

¿Qué es lo peor que puede pasar?

***

>:v Jijiji

Cálida como el sol. (Yuri) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora