Estoy sentado en el piso, mirando nuestra cama vacía y perfectamente tendida.
No has pasado la noche en casa durante mucho tiempo, cariño. Pienso, encerrado en la casa que antes pudo llamarse el templo de nuestro amor. Mas ahora solo es un lugar frío y al que rara vez retornas. Y no me atrevo a seguirte y ver como te destruyes con quien sabe que tentaciones que la noche y las malas compañías te ofrecen. No quiero ver como me tratas de alejar con este comportamiento tuyo, ¿qué es lo que ha pasado con el amable chico que una vez fuiste?
Solías sonreírme y hacer que cada día fuera especial, ameno. Borrar las lágrimas que ahora caen por mi rostro con besos y caricias que me hacían recuperar la sonrisa. Solías decirme que me amabas...
Yo sé que aún me amas. Sé que, como yo, recuerdas esos días con anhelo, ¿no es así?
No importa que tan lejos estés o cuantas noches te demores en volver. Yo te estaré esperando, Yoongi-hyung.
Pero por lo menos mírame. Dirígeme la mirada.
De pronto..., unas llaves resuenan del otro lado de la puerta principal, despertándome de mi batalla mental.
Me incorporo rápidamente y no puedo evitar sonreír.
¡Haz vuelto! ¡Eres tú! Rápidamente corro al cuarto de baño para lucir presentable para ti pero me detengo a medio camino. No. Negando con la cabeza y olvidándolo, me propongo salir del cuarto para recibirte pero te me adelantas y entras tambaleándote a nuestra habitación.
— Bienvenido, cariño — musito con timidez, tratando dolorosamente de ignorar el ya usual olor a alcohol.
No me respondes, como siempre. Y llevas contigo esa eterna y vacía mirada que en vano siempre trato de desaparecer.
— ¿Ya has comido, amor? ¿Tienes hambre? — Me ignoras y te dejas caer en la cama, mirando un punto perdido en el techo. Te ves tan débil.
Me siento a tu lado y acaricio tus cabellos, tratando desesperado de obtener una reacción de tu parte. Lo que sea.
— Puedo prepararte lo que quieras ¿Te sientes mareado? — pregunto..., pero luego pienso en los efectos del alcohol ¡Que tonto! Seguro lo que menos quería era comer.
Me alejé, sintiéndome inútil. No importaba que intentara. Simplemente nunca lo conseguía.
— ¿Dónde has estado? — traté de conversar. Sin dejar de acariciar su cabello y mejilla con mis frías manos — Durante tu ausencia Nae, la chica del servicio de limpieza, no ha hecho más que vaciar la cocina y robar todo el dinero de nuestros ahorros. Ni siquiera limpia. La casa apesta. — silencio — ¡Oh! Y tú madre vino a visitarte. Fue una pena que nadie le abriese la puerta. Deberías llamarla.
Él se dio la vuelta dándome la espalda y mirando hacia el espacio vacío en la cama. Mis sentimientos comenzaban a doblegarme.
— Ha pasado tiempo desde la última vez que regresaste. — solté, tratando de controlar el rebelde temblor que amenazaba con dominar mi voz. — Te he extrañado más de lo que imaginas, amor.
Pero esta vez no esperé tu respuesta. Me estremecí al aceptar que esta jamás llegaría, y la desesperación terminó por romperme.
— Yoongi... — puse mi mano sobre la suya — Por favor... — dije, mi voz sonando temblorosa y mis lágrimas inundando poco a poco mis cansados ojos — Dime que me amas. — supliqué — Dime que me amas solo una vez más. — lentamente me recosté a su lado, y traté desesperadamente de buscar su calor negándome al hecho de que nunca más lo obtendría. — Dime que me amas una última vez...