Capítulo 9

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Me encuentro en la habitación intentando decidir que ponerme. 

¡Dios! ¿Cómo saber que vestir si ni siquiera sé a dónde iremos?

La noche se encuentra demasiado cálida para la época del año en la que estamos, lo que significa que cuando arranque a llover, lo hará a baldes.
Pero en el momento agradezco la calidez de la noche, ya que al fin acabo de encontrar que ponerme.

Saco del armario un vestido corto de gasa negro y lo extiendo cuidadosamente sobre la cama.
Pongo música, lleno la bañera y me introduzco en ella.
Un baño con sales relajantes y donde de fondo se oye witchcraft de Frank Sinatra, que últimamente se ha vuelto una de mis canciones favoritas, es el paraíso.

Pero aunque es todo muy relajante, no puedo evitar sentir cierta ansiedad con el hecho de volver a ver Lorenzo.

Antenoche nuestra despedida estuvo cargada de tensión sexual.
Y al recordar la sensación de sus labios en los míos y la fuerza de aquel beso, siento que se me eriza la piel.

Realmente deseo a ese hombre, hay algo en él que me hechiza y hace que muera de ganas de estar entre sus brazos.
Y aunque sé que romperé nuevamente mis reglas, esta noche me dejaré llevar.

Después de todo ¡un poco de sexo no le viene mal a nadie!

Salgo del baño y me dedico a arreglarme, me pongo el vestido y tras observarme al espejo decido colocarme un fino cinto que acentúa mi cintura.
Busco mis sandalias bordó de tacón alto, resultan algo incómodas, pero hacen que mis piernas se vean de infarto, así que vale la pena un dolor de pies por la mañana.

Me encuentro arreglando mi largo cabello cuando siento que tocan el timbre.

Miro la hora alarmada ¿Será Lorenzo tan pronto? Quedamos en que pasaría por mí a las diez de la noche y aún falta media hora para eso.

Rápidamente termino de sujetarme el cabello, me perfumo y corro a abrir.

Para mi sorpresa, en la puerta me encuentro con Javier y mi cuñada Mara; una rubia despampanante.

—¡Isa, me alegra verte bien, cielo! —me saluda Javier abrazándome.

—Que susto nos diste —dice Mara plantándome un efusivo beso.

—Estoy bien, sólo fue un susto—digo haciéndolos pasar, pero deseando que la visita no sea muy larga.

—¿Estabas por salir?—pregunta Mara al ver lo mucho que me había arreglado.

—No te preocupes, aún tengo tiempo —digo con una sonrisa algo forzada que espero no se me note.

Los adoro, me encanta recibirlos en mi casa, solemos juntarnos a comer o ir al cine cada vez que su trabajo lo permite ya que Mara es azafata, así que ambos pasan tiempo fuera del país; pero este es el momento más inoportuno para una visita.

—¿Quieren tomar algo?

—Si tienes Stella artrois en la heladera... —dice mi hermano ubicándose cómodamente en el sofá.

—¡Claro! marchen tres cervezas—exclamo encaminándome a la cocina mientras miro la hora de reojo.

Lorenzo no ha de tardar en llegar.

—Te ayudo, Isa —se ofrece mi cuñada, caminando tras de mí.

Saco las botellas de la heladera y cuando giro me encuentro a Mara recostada en la mesada mirándome con cara de circunstancia.

—Hey, tú no me engañas... ¿tienes una cita?

No sé qué responderle, no quiero decirle que sí y que saque falsas conclusiones, porque si mi familia se entera, ya me los imagino a todos especulando y preparándose para una nueva boda, y vamos, ¡que nada más lejos que eso!

—Es sólo trabajo,  Mara—intento sonar convincente.

En ese momento suena el timbre y antes de que pueda reaccionar veo a Javier levantarse y caminar a la puerta.

—¡Yo abro! —le oigo gritar.

Le dejo las cervezas a Mara y salgo corriendo tras mi hermano que ya está abriendo la puerta.

Veo a Lorenzo parado en el umbral de la puerta con cara de sorpresa al encontrarse frente a una figura masculina.

Observo que no viene vestido demasiado formal así que supongo que escogí bien mi atuendo.

Me acerco a ellos de inmediato, y no se me escapa la cara de asombro de Javier.

—Lorenzo ¿Cómo estas? —digo invitándolo a entrar —. El es Javier, mi hermano —agrego algo incómoda presentándolos.

—Mucho gusto —se saludan estrechándose las manos.

—Y Lorenzo ¿Tu eres...?—increpa Javier señalándome, intentando saber que relación tiene conmigo.

—Es Lorenzo Castelli —me apresuro a contestar —. Es un...— Quiero decirle que es mi entrevistado, y que tenemos una relación profesional, pero Lorenzo me interrumpe.

—Soy un amigo de Isabella—contesta tranquilamente, en el momento que llega Mara a la sala.

—Mara, amor, te presento Lorenzo Castelli, amigo de Isa—dice Javier, presentándoselo.

Mara lo mira unos segundos, y esboza una sonrisa.

—Castelli ¿el de los hoteles?—pregunta saludándolo.

—Entre otras cosas, sí—contesta Lorenzo con una sonrisa devastadora.

—Cielo, es el de la entrevista que hizo Isa; que salió en la revista del viernes —le informa mi cuñada a mi hermano sentándose junto a él.

—Isabella, si pensaban salir nosotros nos vamos —dice Mara.

Le voy a decir que si, y cuando estoy a punto de contestar, Lorenzo nuevamente lo hace por mí.

—No se preocupen, podemos salir más tarde ¿verdad, Isa?

Lo fulmino con la mirada, mientras me sonríe divertido.

—Claro, tenemos tiempo —digo al fin —. ¿Qué te traigo de tomar?

—Debo conducir, así que nada con alcohol, por favor —dice recostándose en el sofá.

Voy a la cocina y al regresar los encuentro a los tres charlando animadamente.
Cualquiera que los viera podría pensar que son amigos de siempre, y eso me preocupa.

Lo último que quiero es mezclar a mi familia con este hombre que seguramente no estará mucho tiempo en mi vida.

No puedo permitirlo.

Me uno a ellos intentando relajarme aunque no me es fácil.

Por fin, una hora después Javier y Mara al fin deciden irse.

Antes de despedirse Mara saca de su pequeño bolso Gucci un sobre.

—¡Isa, antes que me olvide! el motivo de nuestra visita era entregarte la invitación de nuestra boda —dice dándome el sobre.

—¡Graciaaas! — contesto feliz abrazándolos.

Con Lorenzo los acompañamos hasta su auto y antes de subir mi hermano se gira hacia él y le dice:

—Lorenzo, fue un placer conocerte —Hace una pausa en la cual me mira y luego vuelve a dirigirse a Lorenzo —. Te esperamos en nuestra boda, ven con Isabella.

—¡No creo que Lorenzo pueda ir! —me apresuro a decir.

—Claro que puedo, será un placer asistir a su boda—replica él, mirándome desafiante con un brillo divertido en sus ojos. 

Deliciosa AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora