Eran pasadas las doce de la noche, pero las luces del gimnasio aún no estaban apagadas. Y es que en su interior,todavía quedaba yo. Llevaba varias horas practicando saques incluso después de que mi equipo se hubiera marchado a casa, y la parte de razón que aún me quedaba me obligó a descansar unos minutos, por lo que apoyé la espalda en la pared y me deslicé suavemente hasta el suelo.
Cerré los ojos un momento,esforzándome por que mi respiración volviera a la normalidad, y al abrirlos, descubrí que ya no estaba solo. Mi mirada viajó desde las zapatillas de deporte que tan bien conocía, al rostro de mi amigo.
-¿Iwa-chan? ¿Qué haces aquí?-empecé, pero él no me dejó continuar.
-¿Qué te crees que estás haciendo aquí todavía? Es más de medianoche, Oikawa.
-Aún tengo que perfeccionar mis saques, Iwa-chan, nada más.-Iwa resopló, harto, y se pasó una mano por la cara.
-Dios mío… Eso no significa que tengas que pasarte toda la noche aquí.-Sonreí con ironía ante su comentario.
-Esto no tiene nada que ver contigo, ¿no?. No te he pedido que vinieras.
En vez de responderme, mi amigo se dejó caer junto a mí en el suelo. Le miré sin entender nada, esperando su respuesta.
-Como si fuera a irme… Estoy aquí para llevarte a casa. Y además…-Iwazumi desvió la mirada, enrojeciendo-Además, estoy aquí porque es tu cumpleaños.
Sentí cómo yo mismo enrojecía, mientras Iwa me miraba de reojo.
-Pero… Pero si mi cumpleaños es mañana…
-Es hoy-insistió Iwa-¿Acaso no te he dicho que son ya más de las doce?-Entonces un suspiro se escapó de mis labios, y casi sin querer se me dibujó una sonrisa nerviosa. -¿Así que has venido hasta aquí a medianoche solamente para desearme un feliz cumpleaños?-Susurré, mientras la voz se me entrecortaba.
-Y para acompañarte a casa, ¿vale? Tu madre me lo pidió. Y no suenes como si fueras a llorar, idiota.
Me acerqué un poco más a él, mis hombros emitiendo un ligero temblor.
-Iwa-chan…-murmuré.
-Dime.
-Muchísimas gracias por venir hasta aquí.
-No hay problema-Nuestros dedos se rozaron casi de manera imperceptible, y reprimí un escalofrío ante el leve contacto.-Tooru…
-¿Sí?
-Feliz cumpleaños.
Mi sonrisa empezó a ensancharse mientras enlazaba mi mano con la de Iwazumi, pero entonces, un agudo dolor recorrió mi rodilla, y automáticamente, mis dedos se crisparon.
-Oye, Oikawa… ¿Va todo bien? ¿Te duele mucho la rodilla?-Asentí emitiendo un quejido, luchando por no derramar ninguna de las lágrimas que habían acudido a mis ojos.-Venga, vamos. Es hora de irnos a casa.
Con delicadeza, Iwazumi pasó mi brazo por sus hombros y me ayudó a incorporarme. Así, con cuidado de que yo no hiciera un esfuerzo excesivo con mi pierna derecha, Iwazumi me acompañó a casa.
Tras un rato que se me hizo demasiado corto, llegamos a casa, la calle sólo iluminada por la tenue luz de las farolas. Me despedí de mi amigo con un gesto, y aparté mi brazo de sus hombros, haciendo ademán de irme a casa, pero entonces me paré en seco al sentir su mano enlazada a la mía.
Mi mirada, que hasta entonces había mantenido en el suelo, subió hasta el rostro de él, que me miraba intentando esconder su nerviosismo.
-Tooru…-Empezó, y dio un paso que acortó las distancias. Fui incapaz de moverme entonces; sólo pude mirar directamente a esos ojos, cálidos, agradables, esos ojos que siempre me habían hecho sentirme como en casa. Los tenía tan cerca que podía distinguir cada tonalidad de ellos, aunque ya conociera todas y cada una de ellas. Lo tenía tan cerca…-Feliz cumpleaños.-Y entonces, dejé de poder ver esos ojos, pues cerré los míos en cuanto nuestros labios se unieron. Al principio no pude reaccionar, demasiado sorprendido para hacerlo; pero al cabo de unos segundos acaricié sus brazos y respondí a su beso con dulzura. Él se aproximó aún más, enredando sus manos alrededor de mi cintura, y suspiré contra su boca.