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  Con Luke siempre era igual, la hacía sentir mal, la hacía sentir bien, la descontrolaba; con él nunca se sentía segura de nada.

Y con qué derecho Luke le decía algo si él se la pasaba coqueteando con Susan Simmons y sus amigas que tenían la gracia de un ostión y que muy pronto se dedicarón a hacerle la vida imposible a Phoebe. Ellas siempre la andaban rondando. Si pasaba al baño, tenía que soportar que la imitarán en como caminaba ante las risas de los que se daban cuenta.

Un día estaban en formación y una de ellas aventó a otra contra Phoebe, que llevaba una Coca-Cola. Phoebe vació el resto que le quedaba de la bebida en Susan y todavía alcanzó a darle dos golpes con el puño cerrado.
Pocas cosas había disfrutado tanto en su vida.

Y una vez más, Phoebe estaba en la Dirección, Luke no estaba ahí y su representación de la planilla verde se tambaleaba como Susan cuando le dió el primer golpe.

Ya no quería competir, quería irse a casa a escuchar a Pierce the Veil encerrada en su habitación sin preguntas de su madre.

El director apareció en la puerta recliminandola con la mirada. Phoebe no bajó la vista y se pudo dar cuenta de que en el fondo no había dureza en sus ojos. 

Everything I didn't say Donde viven las historias. Descúbrelo ahora