Había ganado varios premios. Era uno de los mejores decoradores de jardines de su país. Pero no se sentía satisfecho, aún no... Quería algo maravilloso, que le dejase atónito, que no pudiera hablar del asombro.
Cada día se volvía más taciturno, más desesperado, casi no dormía, buscaba lo que en su mente era un deleite para la vista. Se tapaba la cara con ambas manos, intentando visualizarlo. Lo encontró.
Pasaron los meses. Él las regaba con mucho mimo y cariño. Los vecinos se quejaban de que olían extraño, pero él no le daba importancia. Las encontró. No cabía en sí de gozo. Estaba impaciente por el resultado de sus cabezas cortadas, esperando que cuando el cabello creciera fueran las enredaderas más hermosas del mundo.