XVII. UN RARO AMULETO.

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Piensa en positivo mujer, piensa positivo.

Después de que mi madre anunciara su desaparición de mi casa, tomara sus cosas y se marchara, casi me desmayo, literal.

No dudé un segundo en echar fuera al encantador -después de agradecerle una y otra vez, claro, aunque él no entendía qué diablos me pasaba-, me monté una mini-fiesta-privada. Claro que no podía dejar sin celebrar tal notición.

Un día después, a pesar de dormir poco por mi estúpida desvelada, me levanté con el mejor ánimo de los mejores.

Levantándome con el pie derecho -típico rital- para luego tomar un buen baño y un nutritivo y delicioso desayuno, una vez acabada y como dice "pansa llena, corazón contento" llamé a mi querida amiga -o la niñera de mi madre- y le agradecí.

Una persona que hace algo así se merece un lugar en en cielo, con millones de beneficios.

Luego de alistarme, salí caminando muy tranquila a mi trabajo. Saludando cordialmente a cada vieja que me cruzaba y regalando sonrisas de aquí para allá.

-Buenos días jefecita y Andre -saludé a las dos mujer que hablaban de no sé qué, ambas fruncieron el ceño.

-¿Estás drogada? -preguntó Andrea, frunciendo exageradamente en ceño.

-¿Qué? ¿Una no puede estar feliz? -dije con una sonrisa clavada aun.

-Esto es extraño pero poco me interesa, ambas muevan sus nalgas y trabajen -indicó la patrona y obedecí.

Todo el día me pasé igual, sonriéndole a cada cliente, recibiendo buenas propinas y estando cada vez más contenta.
Uno y mas bufidos salían de Andrea, refunfuñando que me prefería gruñona.

Vaya, quién entiende a esta gente.

Volví a casa con la misma sonrisa, dando saltitos por la calle y saludando a cada sombra que veía.
Incluso, saludé de muy buena forma a la sombra que ya era común en la puerta de mi edificio.

Exagerada, sólo van tres días que le ves.

Como sea...

-Hola Emilio -saludo sonriente-, ¿vienes por mí o tu viejecita?

-oh -dice con la mandibula desencajada, con una mezcla entre horror y felicida, muy raro-, ¿me saludaste a mí, A MÍ?, ¿hiciste un chiste? ¿estás..eres..tú? -dramatiza incrédulo.

-sí es por mi pasa, sino quedate ahí, y sí soy yo, ¡diablos! -digo con cierto fastidio.

¿A caso siempre soy una GRUÑONA?

-Sí, eres tú efectivamente -dice él, pareciendo que le da la razón a mi pensamiento.

Prefiero obviar su comentario y comienzo a subir en su compañía, una vez arriba entra y le ofrezco algo que beber.

-¿A qué venias? -pregunto mientras termino de servir el café.

-Por tu entrenamiento, ¿o ya desististe? -arquea una ceja.

-Oh no, sólo qué no pensé que fuera tan pronto... -digo nerviosamente.

Yo creo que sólo con su compañía ya es suficiente, su estúpido trasero es como el amuleto de buena suerte.

-No estaré hasta el lunes, así que quería darte una lección antes... -responde.

-Oh, que considerado -ironizo.

Blanquea los ojos y se para, va a las sala y busca algo en su moral.
-¿Tienes miedos, Goldie? -pregunta.

-Claro, todos los tenemos, supongo -respondo de inmediato.

¿A DÓNDE VOLÓ MI SUERTE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora