Era dulce y agria. Me perseguía a todos lados. A veces la necesitaba; otras carecía de ella.
Era rubia y morena. Pelirroja y teñida. Sus ojos eran negros y azules; verdes y grises.
Vestía de negro y blanco. No tenía pecas, pero a veces, sí las tenía.
Era alta y baja. Morena y blanca.
Simplemente era como yo me la imaginaba. Me decían que no era real, pero sí lo era. Yo la ví, tú la viste. Siempre sonreía, me recordaba al gato de la novela de Alicia en el País de las Maravillas.
Usaba un labial rojo y escote muy pronunciado. Era bella, muy bella, más que cualquier princesa, más que cualquier modelo.
Tenía una voz agradable; pero no hablaba. Muchas veces nos peleábamos, otras nos abrazábamos.
Ella está harta de que las personas la odien, nadie quiere jugar con ella.
Yo sé que no es mala, es buena.
La conocen como soledad, y la tienen miedo. Pero es reconfortante, me ayuda a pensar y relajarme. No comprendo el odio hacia su persona, si nosotros la hemos creado.