Noche de luna llena

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Quito 12 de Noviembre del 2018, 7:45pm

La noche ya ha caído sobre la ciudad, en el cielo nocturno, empieza a asomarse cautelosa la luna, alumbrando con cautela los tejas de las casas del centro histórico, en el cual, cientos de personas caminan admirando el lugar, la mayoría son turistas con sus cámaras fotográficas, otros tantos personas que deben de recorrer por ahí para ir a sus casas, uno que otro estudiante, y los vendedores ambulantes que no desaprovechan la oportunidad de vender sus productos a cualquiera que pase. Entre la gente, Helena, una joven universitaria de piel clara, labios tan rojos como la sangre y cabello color azabache, de ojos azules, es de esas muchachas que siempre están acompañadas, pero no esta noche, todo porque ha decidido pasar por la biblioteca para tratar de entender el tema de calculo que su ingeniero le ha impartido esta mañana, pese a los atributos que la pubertad le otorgo, ella prefiere estudiar con dedicación para alcanzar sus metas, se a ido alejando de la parte turística de la ciudad en el recorrido a su casa. El frío de la ciudad le ha puesto la piel de gallina mientras camina, Helena, dentro de ella se queja por haber comprado aquella funda de galletas que le sirvió de almuerzo, pero es que tenía hambre y eso es algo que ella no dejaría pasar, aunque por haber gastado sus últimos cincuenta centavos en ellas este caminando ahora, ha tomado un pequeño atajo por una calle bastante desolada, pero ella considera a su barrio un lugar tranquilo, en ese momento suena su celular, el último modelo del mercado, se lo ha regalado su novio y de echo es el.

-Hola bebe- caminando sin siquiera sacar el celular gracias al manos libres. -si ya estoy por llegar, lo que pasa es que fui a la biblioteca- su sonrisa delata que lo quiere mientras lo escucha decirle que tenga cuidado -está bien, lo tendré, te escribo al llegar a casa si, adiós, besos-

Tras colgar vuelve a sonar la música, en ese momento, los acordes de una balada bastante conocida retumba en sus oídos, la alegría de la llamada y su gusto por la canción que está escuchando le hacen olvidar lo que le ha dicho su novio: "ten cuidado". Tras la muchacha, una silueta encapuchada camina lentamente, en medio de la oscuridad es imposible distinguir de quien se trata, en la mano lleva un pañuelo humedecido, a simple vista es alguien alto y fornido, sus botas de mortero caen suaves sobre la acera ocasionando el menor ruido posible, aunque si no fuera así, podríamos asegurar que Helena no lo escuchara, pasan un par de segundos cuando la figura misteriosa se abalanza hacia la muchacha poniéndole el pañuelo húmedo en la boca cubriéndole de igual manera la nariz, la muchacha se estremece causando que sus audífonos se le salgan de las orejas, intenta gritar pero la mano de su opresor se lo impide, con sus manos intenta liberarse clavando sus uñas en el brazo de aquel que la sujeta pero no lo logra, aun así continua peleando hasta que cae inconsciente en los brazos de aquella silueta, pronto la figura oculta entre las sombras y con la muchacha en brazos camina rápidamente, incluso se puede decir que corre hasta desaparecer tras un callejón, en el cual sube a la muchacha al asiento trasero de un auto, bastante común en la ciudad, tras atarla y amordazarla, cierra la puerta y sube al asiento del conductor, enciende el auto y tras asegurar las puertas arranca, dejando atrás el centro histórico.

Cuando Helena despierta está atada de manos a una varilla en el techo de lo que al parecer es una bodega, el lugar está lleno de cajas, algunas mesas y varias siluetas de lo que parecen ser cuerpos humanos, está más que asustada, y por si fuera poco, se ha descubierto totalmente desnuda, no siente dolor ni la extraña sensación de pánico, pero esta desconcertada, dentro de sí solo puede preguntarse a ella misma: ¿porque estaría desnuda y colgada de uno de los largueros metálicos del techo? y lo que es más, ¿dónde carajos estaba?, no entendía nada, en ese momento el eco de una tos resonó en el almacén, eso la puso en alerta, no podía ver a quien haya echo aquel sonido, solo oír su voz.

-Tranquila, no te muevas, te necesito en perfecto estado, así que no quisiera te lastimes-

Aquello solo le hizo tener aún más miedo -¿quién eres?, ¿porque me tienes aquí?, ¿qué harás conmigo?-

-nada que te pueda doler, o eso es lo que yo creo-

-¿y quién carajos eres?- Helena se estaba desesperando al punto que pese a que odiaba levantar la voz, esto último fue casi un grito.

-ya lo sabrás, número uno-

-¿número uno?, ¿quién te crees?, yo no soy un maldito número, así que sueltamente bastardo, o te golpearé tan fuerte que desearás no haber nacido-

-me gustaría ver que lo hagas pero no es el tiempo, además dudo puedas hacerlo-

-no me subestimes, maldito infeliz-

-vaya que tierna, bueno me alegra estés a gusto-

La extraña silueta dio vuelta y despareció entre las sombras, mientras, aun atada y con frío Helena se estremecía en busca de zafarse de aquel amarre, pero mientras más se movía, más se apretaba la soga, impidiéndole que esta pudiera liberarse de aquella atadura.

El fabricante de maniquíes [2do Puesto En Los @CarrotAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora