Capítulo 24: En busca de pistas

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Me levanté a media noche con demasiado calor, sin poder dormir. Sentía mi garganta seca, como si no hubiese bebido algo refrescante desde hace bastante tiempo.

Miré el reloj de la mesa de noche, tres de la mañana.

Me levanté de la cama y procedí a quitarme el edredón de mi cuerpo, seguro que este sería el causante de tanto calor. O tal vez fuese el cambio climático y me estuviese por dar un resfriado. Ya que, hacía algo de frío y aún así tenía la frente sudada.

Mis pies descalzos tocaron el frío suelo y caminé rápidamente hacia la puerta, giré la perilla y la abrí despacio. Bajé las escaleras con cuidado de no despertar a nadie, y fuí a la cocina. Lo primero que hice fue ir hasta el grifo y beber agua, una vez que estuve satisfecha cerré la perilla y limpié mi rostro con el dorso de la mano. Tenía tanta sed, que ni siquiera había tomado un vaso para beber.

Regresé a las escaleras y sujetando la barandilla subí el primer escalón, pero la voz de mi padre me detuvo.

Me quedé quieta al instante y me acerqué aún más a la pared, estaba todo oscuro excepto por la luz de la lámpara que estaba en medio de la sala, dónde él se encuentraba. Lo que me parecía raro es que no hubiese notado mi presencia todavía. Pero estaba de espaldas y no había manera de que me viese.

—No debes hacer eso... —Volvió a hablar y noté que sostenía su teléfono con la mano derecha —. Debés tener paciencia. Escúchame, ya casi lo logramos todos estamos estresados pero valdrá la pena —se detuvo un momento y luego continúo —. Pagará por todo lo que hizo te lo aseguro, bien... Solo confía en nosotros, lo sé. Se que no te gusta esto, y créeme a mi tampoco... —sonó alterado —. Está bien... después de todo lo sucedido. Descuida, adiós Thomas. —Finalizó la llamada.

¿Thomas?  Entonces si estaba involucrado en esto... ¿De qué hablaban? ¿Quién pagaría por lo qué hizo? ¿Ya casi lograban...qué? ¿Quién se suponía que estaba bien? Mi entrecejo se frunció y la confusión e incertidumbre se instalaron en mi sistema. Thomas y mi padre hablaban a las tres de la madrugada, esto si era raro. Confuso y sobre todo muy sospechoso, la primera vez lo había pasado por alto pero esta vez, simplemente no podía hacerlo.

Mi padre se levantó del sofá y apagó la luz de la lámpara.
Me apresuré en subir las escaleras y en no hacer ruido, cerré la puerta de mi habitación lentamente y con sumo cuidado. Me acosté en la cama y me quedé mirando el techo. Mientras analizaba mejor cada una de sus palabras... Mi padre parecía convencer de algo a Thomas pero, ¿de qué?

(...)

Abrí los ojos sobresaltada, ni siquiera sabían en que momento me había quedado dormida, miré el reloj.
¡Maldición, era tarde!

Me levanté de un salto, me puse lo primero que encontré y guardé mis libros en la mochila. Entré al baño lo más rápido que pude y bajé a la sala, no había tiempo para desayunar.

—¿Adiós! —grité abriendo la puerta de casa.

—¿No comerás nada? —preguntó mi padre saliendo de la cocina. Tragué en seco al verlo, recordando la conversación que escuché por accidente.

—Ya es tarde, adiós. —Cerré la puerta y salí casi corriendo.

Tocaron bocina a mis espaldas, para cuando volteé vi a la señora Jones. ¡Gracias al cielo!

Abrí la puerta trasera y entré rápidamente al auto.

—¿Qué te paso? —April me miró horrorizada.

—Se me hizo tarde —suspiré desenredando mi pelo.

—Déjamelo a mi.

Me gire un poco, a la vez que ella rebuscaba algo en su mochila. Sacó un cepillo y comenzó a peinarme, a veces me sorprendía la cantidad de cosas que lleva allí. Cualquier cosa que pudieses imaginar, April la tenía.

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