El funeral había acabado y no quedaba nadie.
El titiritero se había acercado a el féretro abrierto de Zal y vió su pálido rostro, destrozado por el martilo de Zero, ahora reconstruído, pero rojo y un poco deforme, nada que ver con el pasado. Soltó unas de sus cuerdas doradas, en la delgada muñeca de Zal, haciéndole una pequeña pulsera.
-Nos vemos, Zal.- Dijo él con una sonrisa en su amarilla dentadura. Una expresión de felicidad se generó en el grisáseo rostro de el titiritero.
-Nos vemos, Jonathan. -Respondió Zal.
