Austin
Me despierto por la alarma de mi móvil entre la oscuridad de la habitación sintiéndome frío y vulnerable, y sé de inmediato por qué. Así será mi vida luego de esta noche; la última que compartiré con él. Dejarlo ir no será una tarea fácil, requerirá de mucho coraje. Dejarlo ir será arrancar una parte de mí, una parte que quizá no volverá jamás. Me arrastro hasta la cabecera y me acurruco entre su pecho: mi rincón favorito simplemente porque huele a él. Permanezco allí en silencio, intentando despejar la mente de todos los pensamientos inevitables. No da ningún resultado. Ya todo había comenzado a terminar.
— ¿Te encuentras bien? —susurró con una voz grave y cálida. Sus palabras irradiaban una notoria preocupación.
— No podría encontrarme mejor —respondí—. He tenido una pesadilla, eso es todo.
En ese preciso momento me di cuenta que ningún adiós duele tanto como el que dices cuando no te quieres ir. Me sentí un completo egoísta, pero no pude confesarle lo que pasaría luego de esa noche.
Esperé hasta que Ayden se durmiera profundamente otra vez y empecé a despegarme de sus brazos con los ojos inundados en lágrimas y la respiración agitada. No quería irme, no quería alejarme de la única persona capaz de regalarme sensaciones tan hermosas.... pero ya no había nada por hacer.
Las lágrimas me desarmaban la hermosa figura que estaba tristemente intentando contemplar de pie: su cuerpo desnudo y plácidamente reposado. Me las sequé inútilmente, traté de recomponerme y obligué a todos mis músculos a moverse de una maldita vez. Dejé en el sillón la carta que había escrito y me marché así sin más, esbozando un silencioso adiós. Un adiós del que él nunca pudo ser parte. Un adiós al chico que me había hecho no arrepentirme de darlo todo por alguien.
Mi padre ya debe haber enloquecido, puesto que había recibido órdenes estrictas de permanecer en casa, pero necesitaba pasar mi última noche con Ayden antes de que me manden a ese maldito reformatorio.
Sí. Aunque ellos disfracen su nombre por el de un internado, para mí es el mismísimo infierno. Ese tipo de institutos son, el 99,9 por ciento de las veces, para rehabilitar a jóvenes criminales. ¿La homosexualidad será un delito? ¿He corrompido alguna ley? Ya no sé que más pensar.
Desde que supieron que me había enrollado con Ayden, no he recibido más que insultos y palizas. Mi padre me ha dado tantos golpes que perdería la cuenta si debiera contarlos. Mi madre, por su parte, simplemente me mira con indiferencia y ya no me dirige la palabra. De todos modos, siempre lo ha hecho sin motivo alguno, así que no me sorprende en lo absoluto.
He intentado todas las formas posibles de mantener mi romance en secreto. Estoy harto.
Mi familia se ha empecinado en hacerme sentir que mi amor por Ayden es el error más grande que podría cometer. Al principio creyeron que lo mío era algo pasajero... pero el tiempo siguió su cauce y yo no manifestaba cambio alguno, por lo que comenzaron a pensar que, o bien estaba poseído por algún ente maligno, o que era pura y absoluta confusión. Como si con 17 años no fuese lo suficientemente maduro como para saber lo que me gusta. Qué irónico.
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Mi Casualidad Eres Tú
RomantizmUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...