Escalofrìo

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-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!-decía el General Santfil con enojo-Corran más rápido, nenitas.

Esto de estar en una Academia Militar no es lo mío, me dije a mí misma mientras corría junto con mis compañeras.

-Estoy muy can...sada General Santfil-decía Lucía, la más débil de toda la Academia Militar-déjeme descansar un rato.

El General Santfil se acercó a Lucía con mirada compasiva y bajó hasta su estatura (relativamente baja)

-Está bien, puedes descansar... después de correr los ¡3 kilómetros que faltan! ¡Ahora empieza a mover esas piernas flojas! a menos que quieras que sean 5 kilómetros.

Lucía empezó a correr de inmediato y yo también.




El agua fría caía sobre mi espalda dejándome la piel de gallina, era la ùltima chica en bañarme y yo lo ùnico que hacìa era pensar, pensaba en cómo mis padres pudieron hacerme esto... Yo era una chica normal, tenía buenas notas, tenía una reputación alta y un novio maravilloso. No sé qué habré hecho para merecer esto.

Una luz empieza a parpadear sacándome de mis pensamientos, no paraba de titilar y eso me estaba poniendo nerviosa. Apagué la ducha, me puse en el pelo una toalla y otra al rededor de mi cuerpo. Me acerqué lentamente hacia la luz titilante esperando a que sea alguna chica de la Academia jugándome una broma, pero no. Cuando llegué lo único que me encontré era una habitación vacía, fría, y llena de humedad. También había una puerta, intenté abrirla pero fui incapaz de lograrlo, estaba cerrada. Inspeccioné unos segundos más para estar segura de que no había nada y definitivamente no lo había, entonces decidí salir. Me estaba congelando en esa habitación. Me encaminé hacia los vestidores y me puse la pijama, estaba por irme con las demás compañeras cuando escuché algo. En ese momento sentí como los pelos de mis brazos se erizaron y todo mi cuerpo quedó inmovil. Tenía tanto miedo que no me atrevía a girar la cabeza ni un poco, entonces me armé de valor y me fuí a el lugar de donde provino ese ruido tan escalofriante. Provenía de la habitación en la que estuve hace un rato. Mi corazón latía tan fuerte que aunque estuvieses a un kilómetro de mí, lo seguirías escuchando. Había sangre, demasiada sangre, también en las paredes habìa unas marcas de manos, esperen, ¿marcas de manos? ¿cómo es eso posible si no había nadie? Un escalofrío recorrió mi cuerpo, con tan solo pensar en que alguien estuvo aquí me pone los pelos de punta, noté algunas lágrimas en mis ojos pero las retuve. No lloraría por esto, sería estúpido. Seguí el camino de las manos en la pared, parecía como si hubieran arrastrado a una persona, el camino terminaba en la puerta. Ahora estaba media abierta a como estaba hace un rato. Con manos temblorosas, tomé el picaporte y la abrí completamente, pero no había nada, solo una pared de ladrillos. Entonces, escuché una risa terrorífica y por medio segundo lo que invadió mi mente fue que mi vida corría peligro. Empezó a caminar lentamente hacia mí, con pasos silenciosos pero audibles si escuchabas con atención. Volvió a reír pero esta vez mucho más fuerte, sentí su respiración en mi cuello y el filo de un cuchillo pasar por mi espalda. Tenía tanto pánico que creí que me desmayaría pero fue muy tarde, una punzada en mi estómago hizo que todo sentimiento se fuera. Me caí al suelo y lo ví, la persona que me mató la pude ver y éste era el General Santfil.

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