Cuando lo tienes todo en la vida gracias a cada esfuerzo que hiciste, puedes pararte un segundo frente al espejo y preguntarte "¿cómo pasó esto?", "¿como llegue a ser tan exitoso?" y de repente recuerdo lo difícil que fue mi vida y como humildemente trabaje duro, no puedo negar que tuve caídas, pase por momentos fuertes pero fue eso que me llevó a querer ser mejor cada día más.
A veces hay que aprender a vivir sin nada para tenerlo todo.
Mi nombre es Joseph Brown y está es mi historia,
Crecí junto a mi mamá, Caroline, y mi papá, Mark, en un barrio que cualquiera catalogaría como "lo peor". De esos barrios donde no se sabe si vivirás hoy o morirás mañana. Quizá sea muy exagerado pero yo lo catalogó así.
A pesar de vivir en un barrio tan marginado, mis padres siempre me educaron de una manera distinta a lo que mis vecinos o mis amigos estaban acostumbrados, pero esto no significó que yo no haya hecho cosas indebidas en mi infancia.
Era normal ver por las calles de mi comunidad a chicos de 12 años vendiendo o comprando droga, a veces habían operativos pero los policías no le daban mucha importancia al caso, ahora, aquel barrio es uno de los más peligrosos del país y uno de los principales expendedores de droga, sobre todo de la diosa, la cocaina. Desgraciadamente no puedo decir que nunca consumi drogas, o que nunca las probé, a pesar de que mis padres me cuidaban, yo siempre he sido una persona muy curiosa. Aquella curiosidad me hizo pagar con la de vestido blanco (cocaina). Todo esto paso en la casa de mi amigo Julián, para aquel entonces teníamos alrededor de 14 años, su padre era un narcotraficante y siempre dejaba la mercancía regada por la casa. Un día jugando PlayStation con mi amigo nos topamos con una funda que contenía dos gramos de coca, dejándonos llevar por la curiosidad pero al mismo tiempo nos ahogaba el miedo de la drogadicción, fuimos por el lado más riesgoso "la curiosidad". Ambos inhalamos un gramo y se sentía bien, nos olvidamos de todo, de los problemas que teníamos en el colegio, con nuestras familias, con nuestros amigos y hasta llegar al punto de olvidar donde estábamos parados. A pesar de haber sido un placer, prometí nunca más volver a hacerlo. Esta promesa la rompí una semana después al encontrarme con Julián en un parque cercano a nuestras casas, él no estaba en mi misma situación. Posterior a la primera vez que habíamos inhalado, Julián si se sentía atraído por ella (droga) y la inhalaba a diario. Aunque a penas se cumplía una semana desde aquel día, cualquiera podía notar en los ojos de Julián, el deseo de seguir consumiéndola. Fue entonces en aquel parque que Julián saco un gramo de su bolsillo. Nuevamente, dejándome llevar por el placer, la consumo por segunda vez. No nos daba miedo que alguien nos viera ya que para quienes vivían ahí era algo muy común ver a jóvenes inmersos en ese mundo.
Mientras los días transcurrían me sentía ansioso por probar otra vez a mi amiga prohibida pero a pesar de todo esto, despejaba mi mente gracias a mi colegio.
Mi colegio se ubicaba a 5 kilómetros de mi casa, era una escuela de paga, mis padres no trabajaban pero gracias a mi empeño en el fútbol logre conseguir una beca completa.
Aquí conocí a la chica que nadie podrá borrar de mi corazón, mi primer amor. Se llamaba Samantha. Ella era de esas chicas que no encuentras en cualquier lugar, su carita de ángel llamo mucho mi atención y su cabello pelirrojo me sedujo al instante. Esto hizo que sintiera cosas que nunca antes había sentido hacia una persona, podría describirlo como amor.
Luego de algunos meses de adaptarme a mi instituto, comencé a conocer un poco más a fondo a Samantha, su forma de pensar era tan distinta a la de una joven normal. Era muy seria y reservada, se dedicaba a sus estudios y era lo que me enamoraba, porque yo era el único al que ella le daba la oportunidad de comprenderla. Sam (como le decía de cariño) siempre me dejo en claro que ella no tendría nada serio con alguien principalmente porque sus padres no se lo permitían y segundo porque ella estaba muy enfocada en sus responsabilidades. Pero asimismo todos los días me repetía lo mucho que me quería y cuán atento era yo con ella.
El fútbol se habría convertido en mi pasión tanto así que cada vez que entrenaba yo daba todo mi mismo, mis padres me acompañaban y al terminar cada partido me felicitaban y me decían cuán orgullosos estaban de mi. Mi sueño era ser un futbolista profesional para así poder darle la vida que mis padres nunca pudieron darme. Pero este sueño se vio afectado ya que justo el día que se elegirían a los jugadores que van a representar al equipo de primera, un jugador me pateo tan duro que me lesioné por alrededor de 4 meses haciendo así que no jugará más. El club eran quienes me pagaban el instituto, tenía en mente retirarme del colegio pero el colegio reconoció que era un buen estudiante, y conocían mi historia y mi economía, decidieron dejarme en el colegio siempre y cuando nunca baje de rendimiento.
Ya que esto me afectó mucho, Samantha siempre trato de subirme los ánimos y ¡si que lo hacía! Muy aparte de ser una chica seria, también tenía sus ratos de diversión, era muy graciosa, así que esto ayudó a que yo superara el tema del fútbol. No saben cuánto quería besarla cada vez que conversábamos pero era tan difícil.
Ya en último año, en el cumpleaños de Sam, le robé un beso, no existen las palabras exactas para poder describir cómo me sentía al besarla, sus labios carnosos, rosados y suaves me llevaban al infinito. Para este entonces los padres de Sam ya la dejaban salir pero únicamente con sus amigas y yo me colaba en sus salidas solo para poder verla, cabe recalcar que no había vuelto a inhalar ni a consumir ninguna droga pero lamentablemente mi amigo Julián falleció por una sobredosis, fue muy triste ya que era mi único amigo, mis padres se sintieron muy mal y me daban charlas sobre las drogas. No yéndonos mucho del tema, Sam me habría dado una oportunidad, era algo tan secreto pero yo era feliz con tal de poder llamarla mía.
