48: ¿Alguien nos presta un poco de optimismo?

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Despierto en la Enfermería. Madam Pomfrey no ha parado de moverse en la última hora y el sol me está dando en los ojos. No tengo más remedio que volver a la vida y empezar el día. La enfermera me trae la comida (fideos, como siempre) y cuando miro alrededor, veo que soy la única paciente.

Ayer llegamos muy tarde al castillo, y estábamos muy preocupados por Harry, que tenía que volver por Honeydukes sin ser descubierto. Apenas pasé las puertas de roble sentí que la cabeza me explotaba y me descompuse de inmediato. Caí al suelo y Hermione se quedó conmigo mientras Ron y unos chicos de Segundo llamaban a los profesores, que estaban ocupados recibiendo a Fudge. Sprout fue una de las primeras en acudir y me miró con el ceño fruncido, pero como una verdadera Hufflepuff me ayudó subirme a una camilla y me hicieron levitar en ella hasta la Enfermería. Vomité varias veces y no podía dejar de murmurar Black, aunque creo que pocos me escuchaban. Si Sprout me hubiera oído, yo ya estaría en una sala de juicio en el Ministerio.

Necesité tanto a Cedric ayer. Un abrazo de él me hubiera reconfortado, hubiera podido llorar en su hombro y escucharlo decir que todo estaría bien. Pero Cedric está en su casa. Hoy es la gran fiesta de cumpleaños de su papá. El pobre no debe estar pasándola mucho mejor que yo, por lo que me contó antes de irse. Yo me quejo de que en mi casa no me prestan atención y que todos festejan cuando me voy a lo de los Malfoy. (O me quejaba, ahora ya lo superé bastante, sobre todo porque yo también festejo cuando puedo alejarme de ellos). Pero en casa de Cedric, todo se trata de él, y no es un tipo tan orgulloso como Draco, que ama la atención. Ya me lo imagino recibiendo a todos los invitados, aceptando un cumplido tras otro, con todos hablando de lo maravilloso que es mientras él quiere desaparecer e ir a respirar aire fresco a otro lado.

Luego de casi acostumbrarme a estar con él, ahora tengo que acostumbrarme a que por varios días no estará. Al menos tengo tiempo para pensar qué diablos le diré sobre mi pelo en llamas y mis manos llenas de agua.

—Blair —dice Madam Pomfrey cuando viene a quitar el balde que había puesto al lado de mi camilla por si vomitaba a la noche—, el profesor Snape quiere pasar a verte. Trae una poción que puede ayudar a que te recuperes.

—Muy bien —digo, y de inmediato deja pasar a mi papá. Se queda parado contra la camilla de al lado y me mira en silencio. Yo tomo el vaso que dejó sobre la mesa, lleno de un líquido verdoso, y bebo hasta el fondo.

—Muy bien —dice él también. Es de familia—. ¿Estás mejor?

—Sí.

—La profesora Sprout ya me dijo todo lo que tengo que saber.

Yo respiro con alivio.

—Pero —dice— ahora quiero saber lo que no tengo que saber.

—Ummm. Bueno. Me descompuse.

—No fue por comida envenenada en las Tres Escobas, sin dudas.

—¿Cómo sabías que estuve allí?

Hace silencio. Luego siento que los fideos comienzan a ir en sentido contrario al que le gusta a la digestión.

—Ay...

No hay balde. Pero al vómito no le importa. Madam Pomfrey asoma su cabeza desde su estudio y arruga la nariz.

—No fue su culpa —dice Snape—, la poción hace vomitar al enfermo antes de curarlo.

—Pues podrían haberlo mencionado antes —resopla ella y camina hasta nosotros con la varita en la mano.

—Pero las buenas noticias son que ya estás curada —dice Snape—. Puede darle el alta —le dice a Madam Pomfrey, que asiente sin mirarlo, todavía indignada porque vomité apenas minutos más tarde de que ella sacara el balde.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora