Historias de andén - l.s oneshot

Historias de andén.

Todas las mañanas temprano el joven estudiante Louis Tomlinson se dirigía a la estación de trenes para ir a sus clases. Le costaba despertarse. Después de posponer la alarma unas 5 veces lograba salir de la cama, se daba una ducha rápida para despabilarse y partía deprisa para tener tiempo de pasar por Starbucks a tomar su café en el viaje.

Sus mañanas eran muy rutinarias y, mientras esperaba en la estación observaba a las personas que estaban allí haciendo lo mismo que él. Estaban los estudiantes con sus mochilas al hombro o bien, personas con trajes y maletines estresadas por el trabajo. Le gustaba imaginarse la vida que tenían, a qué se dedicaban, cómo era su familia, qué música escuchaban, qué hobbies tenían, y ese tipo cosas.

Pero esa mañana fue diferente. Cuando llegó a la estación algo le llamó la atención. Un chico alto con la mirada perdida en una vidriera. Louis lo observaba apoyado desde un pilar. El muchacho miraba fijamente una guitarra que se mostraba en el escaparate de una tienda de música e instrumentos. Los ojos verdes le brillaban, la estaba mirando con tanto deseo que le sorprendió.

Se quedó así, apoyado tomando su café y admirando al muchacho. Era digno de admirar para ser honestos, alto, con piernas largas y esbeltas, tenía unos rizos color chocolate que le bordeaban la cara y, cuando le molestaban, se los quitaba con la mano y dejaban al descubierto dos grandes ojos color verde esmeralda y unos labios rosados e inocentes.

El ruido del tren llegando lo sacó de su ensimismamiento y se fue, sin poder quitarse de la cabeza al misterioso chico de la guitarra.

A la mañana siguiente fue la misma rutina y, para su sorpresa, el mismo chico mirando la misma guitarra. ¿Quién era? No tenía un bolso con él así que probablemente no era estudiante o por lo menos no cursaba a la mañana. No parecía atento a los trenes que pasaban, pues, nunca lo vio subirse a uno.

Claramente le gustaba la música, ¿sino por qué pasaría sus mañanas pegado esa vidriera? Por sus pantalones ajustados y sus botas apostaría lo que fuera y diría que su favorita era el rock.

Ese día llevaba en su mano una libreta de cuero marrón, como una especie de diario. La sujetaba con fuerza, como si su vida dependiera de ello. De vez en cuando desviaba la mirada de la vidriera para fijarse si había alguien peligroso que planeara arrebatarle su cuaderno.

Se preguntó que escribía ahí, si sus secretos, su vida diaria o tal vez era escritor de novelas y cuentos, eso sería genial. Aunque la posibilidad de que escribiera canciones no estaba descartada en absoluto.

Una vez más, la bocina del tren lo obligó a marcharse y dejar al misterioso chico de la guitarra atrás. Pero no sin antes echar un último vistazo y notar que él también lo miraba. Sus ojos se encontraron y el muchacho rizado, un tanto nervioso, los apartó rápidamente.

Tal vez era tímido. Tal vez no se llevaba bien con los extraños. Tal vez Louis tenía algo en el cabello o alguna mancha en la camisa y por eso lo miraba. Tal vez se conocían de algún lugar y no lo recordaba. Tantos "tal vez" lo estaban volviendo loco.

Esa noche antes de acostarse rogó poder encontrarse con el desconocido a la mañana siguiente. Y así fue.

Sólo que esta vez, Louis pospuso siete veces la alarma lo que lo retrasó veinte minutos por lo que luego de correr las tres cuadras hasta la estación sin poder comprar su café apenas pudo verlo, pero esos pocos segundos que lo hizo, lo hizo con detenimiento.

Ya sabía dónde encontrarlo, frente a la vidriera mirando su tan deseada guitarra, por lo que sin perder tiempo se dirigió deprisa a la tienda y lo encontró con sus pantalones ajustados, sus botas marrones y una fina camisa a rayas. Su cuaderno de cuero estaba en sus manos, por supuesto. Pero esta vez observó un poco más y notó anillos en sus finos dedos. Grandes y brillantes, todos diferentes y llamativos, pero clásicos y elegantes. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron sus uñas pintadas con esmalte negro, prolijas y delicadas.