Capítulo XX

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La multimedia es para que se hagan más o menos a la idea de cómo tiene Willy la panza. No sabía si había quedado claro con mi descripción así que creí necesario poner esto. Disfruten el capítulo.

- Lamento mucho no poder haber hecho nada. - se lamentó el pelinegro, ya con lágrimas corriendo por las mejillas. Habían pasado ya cinco dias desde el nacimiento de Bruno y aunque tuvieran legalmente todos los papeles no pudieron hacer nada contra la voluntad de la "Justicia". Desgraciadamente aquel hombre, el que había abandonado a Manada y la había hecho sentir como la mierda, era el padre del niño, y si quería llevárselo, lo haría. Ahora Guillermo, quien se había rehusado a salir de la habitación por dos dias enteros, se encontraba arrodillado frente a lo único que le quedaba de su amiga, una piedra con su nombre grabado y la fecha de su muerte, una simple tumba solitaria. Había puesto en Twitter que estaba bastante enfermo como para grabar pero que en unos días ya se le pasaría y volvería a estar igual de activo. - Hace dos dias le dieron el alta a tu pequeño. - dijo quebrado, recordando para qué estaba allí. El cementerio le estaba provocando una sensación de represión y la angustia martillaba en su pecho con mucha fuerza. Sentía como si estuviera a punto de explotar, pero estaba haciendo lo correcto, la estaba dejando ir. - Él se lo llevó. Están en Los Ángeles ahora. Es un hijo de puta, lo odio, lo odio mucho. - musitó, queriendo golpear con fuerza algo para descargar su bronca. Estaba solo y podía hacerlo. Samuel se había quedado en el auto a petición de él, ya que como era de costumbre el menor no quería que lo vieran llorar. Sin embargo, se abstuvo de sus enormes ganas de moler cosas a golpes. Aunque no quisiese tenía que tratar de permanecer lo más tranquilo posible. - Al menos pude hacer que lo llame como tú querías, y lo hizo. - se sonrió un poco. El único motivo que hacia que dejara de llorar era el saber que ella ahora ya no sentía más dolor, que estaba finalmente lo que se puede decir: bien.- Pobre de él si no lo hubiera hecho, casi rompo su nariz de un golpe. - continuó y luego guardó silencio por unos segundos. Después trató de hablar nuevamente pero le costaba bastante, era como si sus labios se movieran pero el nudo en su garganta no le dejara emitir sonido alguno. Estaba demasiado abrumado como para seguir hablando varias oraciones a la vez. - Quiero cambiar de tema, y ser egoísta una vez en la vida. Hablar de esto me hace mal. - musitó completamente desganado. - Al final tenías razón, era una niña. - confesó, sentándose a lo indio sobre el césped ya que estar arrodillado o en la misma posición por mucho rato le causaba bastante incomodidad. El embarazo lo estaba poniendo bastante quisquilloso y quien debía aguantarlo era Samuel. - Se llamará como tú, bueno, el segundo nombre en realidad. No es mi culpa que tu nombre haya sido feo, ¿Sabes? - se permitió reír ante su propio comentario pero sin mucha gracia en realidad. - Te extrañamos mucho... - susurró, limpiando las lágrimas con su mano derecha y apoyando la zurda en su vientre al sentir a su pequeña moverse. - Pero hay que cerrar esta etapa. - se forzó a decir. - Te recordaremos siempre, y le contaremos a nuestra hija tu historia y ella se sentirá orgullosa de su tía. Estarás siempre en nuestros corazones, Amanda. No te dejaremos salir de ahí. - sonrió genuinamente por primera vez en varios días y dejó un besito sobre la tumba, levantándose del césped y sacudiendo los restos de este de su campera de invierno y su pantalón. - Ah, y feliz navidad por cierto. - dio una ultima caricia al pedazo de piedra tallada y se encaminó a la salida del cementerio. Había cerrado finalmente aquella etapa de su vida, se había permitido llorar y ahora, después de tanto sufrimiento, se podía decir que se sentía bien.

Aquellos lugares lo hacían sentir algo incómodo quizás, ver tanta lápida junta a su paso, sabiendo que bajo cada una de estas, cada cual más olvidada que la otra, había una persona que había tenido una vida, sentimientos, razones por vivir y desgraciadamente su vida le fue arrebatada. Era triste estar ahí, pero lo peor era saber que en algún momento tu vas a estar bajo una de esas lápidas, solo. Miró a su alrededor, deteniendo la mirada varias veces en varios puntos distintos. Aquel era realmente un lugar muy triste y sumado a que su sensibilidad estaba por los cielos, realmente le estaba afectando.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora