14: Ocultos

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Algunas personas comienzan con la oscuridad, otras son tentadas por esta y en ocasiones hasta te consume, creando así a tu peor enemigo.

Tú mismo.

Entonces, cuando te atrapa, no puedes escapar. ¿Es mi caso? Realmente lo es, ¿cuándo?, ¿cuando maté a mi padre?

No, fue mucho antes.

Aunque lo borré de mi mente, pero ha vuelto para quedarse.

―Lady, ¿en qué piensas? ―dice Jayce, alejándome de mis pensamientos confusos y esquivando a uno de los autos que nos siguen, mientras conduce.

―Uno, no me llames Lady y dos, ¡¿para qué los lentes de sol?!, ¡es de noche! ―le aclaro, agarrándome fuerte de mi asiento, por la velocidad del vehículo.

―Por la oscuridad ―explica y me sobresalto―. ¿Pensabas que estaba alardeando? ―Se ríe―. Bueno, sí, un poco. ―Vuelve a reír, pero más fuerte.

―¿Qué quieres decir con eso? ―pregunto sin entender―. Me confundes.

―Esa es la idea, la oscuridad te confunde y te aleja de las pistas. Obviamente, tarde o temprano esos idiotas se van a confundir de vehículo al no reconocerme, en la oscura noche. ―Hace una pausa―. O simplemente, los mato. ―Levanta su arma y apunta al que está cerca―. Adiós.

Dispara y el coche se choca contra un poste.

Miro hacia atrás.

―Ya nadie nos sigue.

―Los perdimos. ―Se sube los lentes sobre la cabeza y visualizo sus ojos miel, que me observan por un segundo para luego mirar al frente―. No te lo dije. ―Sonríe―. El color azul te queda perfecto, aunque prefiero el negro ―gruñe.

Me sonrojo y bajo la vista para dejar de mirarlo. Mierda, ¿por qué me ha venido de repente a la mente la noche que estuvimos juntos? Qué pervertida.

Cierto, tenía un vestido negro. Lo dijo adrede.

Aunque yo le voy a cambiar de tema.

―¿Por qué dijo tu padre que el trato que hicimos parece ocultar algo?

La oscuridad.

Su sonrisa se borra, pero en segundos regresa.

―¿Qué? ¿Querías casarte conmigo? ―Mueve las cejas―. Me hubieras dicho, estaría encantado. ―Me guiña.

―¡No digas estupideces! ―Además, sería un infiel. ¿Por qué estoy pensando eso? En todo caso, me modificó toda la conversación―. Hablo en serio ―exclamo severa.

―Bueno, te dije que podías o no confiar en mí, ese es tu problema, no el mío, Ellie ―aclara, abandonando su sonrisa por segunda vez y prestando atención al camino.

―Ocultas muchas cosas.

―Claramente, mi sobrenombre me precede. ―Vuelve a sonreír, pero molesto.

Señor Oscuridad.

―Sí, ya veo ―digo sin más que agregar.

―Por cierto, volviendo a las necesidades de mi órgano viril. ―Me mira un segundo, pícaramente, y regresa a observar al frente―. ¿Cuándo repetimos?

―Que tu amiguito se quede en el frasco. ―Ruedo los ojos―. Eso no va a volver a suceder.

Y eso que mi parte íntima me está atacando.

Perversa Oscuridad: Orígenes [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora