Único

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La puerta dio un largo chirrido al momento que esa cosa entró a mi habitación. Como un predador al acecho empezó a rondar por los bordes de mi cama, con movimientos tétricos y gráciles. Mi rostro inundado en sudor frío se contrajo ante la impresión que esta situación de suspenso me causaba.
Intenté buscar rápidamente algo con la mirada, una señal que pudiera ayudarme. Lo único que divisé fue mi reloj marcando las 12:43.

Mi corazón latía agitado e impedía que el más mínimo músculo de mi cuerpo se moviera, estaba totalmente entumecida. Sólo podía aterrarme mientras esa horrible criatura rondaba circundante mi habitación, mortificándome con sus oscuros ojos violetas.
Paso a paso se acercó a mí, provocando que cada tabla de madera crujiera por su peso, esa lentitud sínica con la se acercaba tensaba mis músculos manteniéndome inmóvil. Un horrible quejido salió de sus fauses, luego gemidos y vaharadas se escapaban de su boca.

Las gotas frías de sudor se resbalaron de mi frente y mis ahogados suspiros de terror aceleraban mi corazón a mil millas por segundo.

Fue cuestión de segundos para que la criatura avanzara velozmente y clavara sus afiladas y podridas uñas en mi cuello. Mi garganta sin poder pronunciar una palabras empezó obstruir el aire hacia mis pulmones.
Mis ojos se sentían apunto de salirse de sus cuencas, la presión aumentaba en mi cabeza y no podía moverme. Mi corazón amenaza con destruir mis costillas y pulmones con tal de latir desenfrenadamente.
El aire se agotaba, un extraño ácido parecía corroer el interior de mi caja torácica.
La presión en mi cabeza aumentó y aquella fuerza hizo borrosa mi vista, poco a poco el aire careció por completo y mis ojos desenfocaron el rostro de aquella criatura sin facciones que se estaba llevando los últimos segundos de mi vida.

Y por fin, cerré los ojos.

Me desperté y me senté en la cama mientas sujetaba las sábanas contra mi pecho. Mi corazón estaba apunto de estallat y el sudor recorría mi cuerpo a cántaros. Giré bruscamente mi cabeza buscando a la cosa causante de mis miedos. Dí un largo suspiro de alivio al notar que muy afortunadamente todo fue una horrible pesadilla.
Froté mi frente dandome calma seguido de algunas respiraciones profundas.
Me recliné para intentar dormir de nuevo pero unos golpes en la puerta me detuvieron en seco. Me apoyé sobre la parte posterior de mis brazos y respiré entrecortado.

Sorpresivamente la puerta se abrió algunos centímetros y cuatro negros dedos se asomaron tomando su anchura de forma tétrica. De aquella mano resaltaban las largas, gruesas y filudas uñas podridas.
Un horrible escalofrío hizo preso a mi cuerpo del miedo al relacionar todo con la reciente pesadilla.
Mi reacción más lógica fue dirigir mis ojos bruscamente hacia el reloj.

Eran las 12:42.

Casi una pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora