14- Punto de No Retorno.

494 34 4
                                    



Hacía tiempo (mucho, mucho tiempo) (años, para ser más precisos) que Harry no sonreía de la manera en que lo hacía ahora. No es que antes no fuera feliz; es que había alcanzado un nivel de plenitud tan alto que sentía que podría vivir 300 años. Y eso era lo que reflejaba su sonrisa; esa sonrisa sincera, genuina, que sale del rincón más profundo del alma y que es irremediablemente contagiosa: era la auténtica definición visible de la más pura felicidad.

La única vez que recordaba haber sonreído así fue cuando Hagrid le llevó por primera vez al Callejón Diagón para comprar su material escolar. Era una feliz coincidencia que se encontrara en ese mismo lugar, en este preciso instante.

El Callejón, ahora sin esas masas de niños emocionados que tiran de sus padres hacia las tiendas de animales fantásticos y, más recientemente, obligándolos a hacer interminables colas frente a la puerta de Sortilegios Weasley, siempre trajo a Harry buenos recuerdos. Las librerías, donde Hermione podía estar durante horas comparando manuales, mientras Harry simplemente se limitaba a disfrutar de la paz del lugar y de ese olor tan característico que desprenden los libros viejos y los nuevos. Las boticas de pociones raras a las que Ron le arrastraba, con el objetivo de encontrar el brebaje más asqueroso y con los efectos más peculiares que pudiera encontrar, para deslizárselo con disimulo a Seamus o a Dean en la copa durante la cena. Los puestos de dulces que alegraban la calle a los más pequeños y a los no tan pequeños, también.

Ahora, todos esos establecimientos parecían espejismos y el pavimento, parecían nubes sobre las que Harry flotaba, borracho de felicidad. Levaba una semana quedándose a dormir en casa de Draco. Solo a dormir, lo cual había supuesto todo un reto para ambos hombres, algo así como una prueba de fuerza de voluntad que se estaba alargando demasiado para gusto de Harry. Y, seguramente, para el gusto de Draco también. Las caricias y los besos que se prodigaban, ayudaban a mitigar esa urgencia que ambos hombres sentían en presencia del otro, pero había demasiados factores a tener en cuenta y que debían ser examinados con lentitud antes de pasar a hacer cosas más serias. Para empezar, deberían sentarse y hablar de absolutamente todo su maldito pasado y eso ya iba a llevarles demasiado tiempo. Había miles de cosas que no sabían el uno del otro y Harry quería saberlo todo acerca de Draco, solo para poder quererlo más de lo que ya sospechaba que lo hacía. Una noche, desbordando confianza, Harry dejó caer la idea de quedar la noche siguiente en su casa.

Gran error.

Draco se puso tenso entre sus brazos y le preguntó secamente a Harry su dirección y este contestó algo confundido por la actitud del rubio, que al oír que Harry vivía en Grimmauld Place, se tensó aún más y palideció considerablemente. Luego, Harry se dio cuenta: Draco no quería volver al mundo mágico por alguna razón que aún no había compartido con él pero que sería totalmente legítima, y eso incluía la casa de Harry, para bien o para mal. Por eso, Harry durmió durante una semana en el apartamento de Draco y se cambiaba de ropa en la oficina. Le daba igual, con tal de poder enredarse alrededor de Draco cada noche y acariciarle el pelo hasta que se quedaba dormido.

Perdido en su complicada red de pensamientos, Harry caminaba sin un rumbo fijo, vagando entre las diferentes tiendas del Callejón, sin prestar demasiada atención a la gente que había por allí. Hasta que alguien le llamó particularmente la atención. La diminuta figura en la que se había fijado caminaba a paso ligero, así que el propio Harry apretó el paso para no perderla entre la gente. Como si se hubiera percatado de que la seguían, la mujer comenzó a andar aún más rápido si era posible, y por mucho que lo intentó, Harry la perdió de vista a la segunda esquina. Siendo corpulento como era, no le fue fácil esquivar a la muchedumbre que empezó a llenar la calle. Algo desconcertado y dándose cuenta de que estaba cerca de una de las puertas que comunicaban el callejón con el mundo muggle, decidió salir para dirigirse al hospital. Tal vez Draco tenía un descanso y podrían besuquearse en una sala de descanso.

Nuestra(s) Nueva(s) Vida(s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora