People die, Yuna dances.

La expedición de Yuna en la Gruta de la Evocación había concluido por ese día. La puesta de sol reflejada en las minúsculas gotas de sudor resbaladizas de su sien indica que había sido un fructuoso día laboral.

Yuna tenía entendido que aquella Gruta escondía algo inimaginable, una reliquia digna de una Cazatesoros como ella.

Sin más demora regresa a su hogar, asentado en el Postigo de Bastión Hueco. Una vez allí, se dirige hacia una sala espaciosa que usan Las Gaviotas como almacén de recompensas.

Ella abre un armario de madera carcomido por el tiempo, donde se halla su traje y primera vara de Invocadora.

Un sentimiento de nostalgia la invade por completo. Sus recuerdos del peregrinaje por Spira van y vienen en pequeños fragmentos: la definitiva reunión de sus guardianes, el desengaño del dogma impartido por Yevón, la batalla contra Seymour, la victoria contra Sinh, la llegada de la Calma Eterna. Sin embargo, lejos de sonreír, una persona inunda su pasado una vez más: aquel que nombró "Sublimery Magnificent Jetch Shot Mark III" a su mejor chut en Bliztball.

Una amarga, pero al fin y al cabo sonrisa, atraviesa el rostro de la Invocadora, quien coge con una mano su antigua vara: el traje no sería necesario para volver a danzar.

El envío, tanto tiempo sin realizarlo. ¿Recordaría siquiera el primer paso?

Camina unos pasos hacia delante con la cabeza del bastón rozando el suelo. Cierra los ojos, en busca de la paz y la concentración, desea volver a sentir el agua bajo sus pies, caminando por aquellas aguas puras y cristalinas de Kilika. Si se concentraba un poco más, sentiría la brisa marina del atardecer sobre su rostro.

Ejecuta el primer movimiento en un giro imperioso con la cabeza del bastón a ras del suelo, para levantarlo poco después y girarlo sobre su cuerpo dos veces.

Sus pies danzan sin apenas tocar tierra, podría parecer que vuela, mas no es así. Cada movimiento refleja el dolor que Yuna siente a cada paso que da para elevarse en el aire. Mas su rostro sigue relajado y puro, como si nada estuviese atormentando su cabeza.

Coge la vara de invocación con la derecha, señalando en esa dirección unos segundos para después elevarlo al aire y sostenerlo con la izquierda también, dejándolo así en horizontal. Realiza pequeños saltos, la habitación no es muy grande, pero sí lo suficiente como para dejar que la muchacha se mueva sin restricción alguna.

Ahora puede observar a los demás observarla mientras realiza el envío. Lulú parece orgullosa de ella, así como denota el brillo en los ojos de Kimahri.

Aún manteniendo el bastón en horizontal, se inclina hacia abajo para luego volver a alzarlo, repitiendo el mismo proceso dos veces.

Ya puede ver cómo las almas de los difuntos de Kilika hacen acto en forma de nebulosa maleable, revolotean sobre ella mientras sigue bailando sin perder el ritmo un sólo segundo, pues una invocadora no puede permitirse fallar en algo tan esencial.

Con la derecha gira el bastón sobre sí mismo repetidas veces, y así comienza a girar ella también, el agua la iza al crepúsculo rosado, el cual se mezcla con los espíritus que agradecen en silencio, ser enviados al Etéreo. Sin dejar de girar muestra su figura en su plena totalidad, pura e inocente. Escucha los llantos de los familiares huérfanos, que se lamentan por la pérdida de sus seres queridos. Su mirada se dirige hacia la última persona que quedaba, aquel apuesto rubio procedente de un supuesto Zanarkand en el que ella creía ciegamente, quien la mira boquiabierto e impresionado.

Yuna abre los ojos sobresaltada, y en un descuido da un traspiés que la hace caer al suelo boca abajo. La vara se desplaza por el suelo hasta que se golpea con una pared. Tal y como el golpe que la ha traído de vuelta a la realidad.

La muchacha de mirada heterocromática se incorpora del suelo y observa sus manos, ahora luce triste: no ha podido terminar el envío debido a un momento de debilidad.

"¿El día que te encuentre podré concluir esta angustiosa danza, Tidus?"