El día del suceso originario.
La Ethopskos se hallaba anclada a una de las estaciones que orbitaban la ciudadela del final del tiempo. La gigantesca nave, la más grande de la flota, estaba siendo activada sección por sección.
Multitud de militares y técnicos se apresuraban a comprobar por última vez que no hubiera errores en los sistemas y que los contenedores energéticos mantuviesen valores estables ante la fuerte presión de la energía atemporal.
Aunque durante el periodo de pruebas no se habían producido fallos en los análisis de medición de la capacidad de resistencia de los motores Gaónicos, por orden de Galken en las últimas semanas se habían intensificado las pruebas de resistencia de los sistemas.
El sobreesfuerzo al que se vio sometida la nave, que según algunos estaba destinada a moldear el futuro reescribiendo los cimientos de la realidad, logró tranquilizar al General Supremo y al resto de altos mandos de La Corporación.
Después de dos años de esfuerzo y de lucha contra el tiempo, se había culminado la mayor obra de la humanidad. Lo único que quedaba por hacer era terminar de activar los sistemas en hibernación, despertar a la inteligencia artificial diseñada por Ragbert y completar el plan para crear una paradoja controlada en los límites de una línea temporal.
Con ello en mente, deleitándose ante la situación que había ayudado a crear, disfrutando de su victoria mientras los sistemas terminaban de activarse, el arquitecto del proyecto, el mayor genio que la humanidad había conocido, caminó los últimos pasos que lo separaban del puente.
Cuando la compuerta se abrió, al entrar en la gran sala de mando, Ragbert sonrió y saludó con un ligero movimiento de cabeza a Galken.
—Por fin ha llegado el momento —aseguró, antes de dirigir la mirada hacia la pantalla central donde un punto azul brillaba mostrando cómo se despertaba la inteligencia artificial—. Después de mucho tiempo y esfuerzo, hemos alcanzado el futuro. A partir de ahora, la realidad no volverá a jugar con nosotros.
Galken observó el parpadeo azulado y caminó hacia el científico.
—Empezaremos por el suceso de la Dhareix. Reconstruiremos la historia a partir de ahí.
Ragbert lo miró de reojo.
—Por supuesto, la prioridad es tu hijo. No hay nada más importante que la vida de Woklan —dijo, ocultando el cinismo de sus afirmaciones.
Galken movió la mano y ordenó a varios de sus hombres que abandonaran el puente. Había llegado el momento de poner en marcha el proyecto y no podía quedar en la nave más que un reducido número de personas.
Durante el último año, un centenar de científicos se habían dedicado a estudiar las condiciones en las que se originaría una paradoja controlada, llegando a la conclusión de que solo un grupo muy limitado de personas podría hallarse en la nave cuando se iniciara la ruptura de la realidad. Por más que en las recreaciones intentaron aumentar el alcance del soporte vital, no fueron capaces de resolver los problemas generados por el bombardeo Gaónico.
Acudieron a Ragbert para que los ayudara con los cálculos, pero el científico se apresuró a llamarlos incompetentes y a espetarles que bastante trabajo tenía resolviendo las ecuaciones para la estabilización de la paradoja como para perder el tiempo con nimiedades.
Desde el principio, desde antes de lo que los otros científicos empezaran a buscar soluciones, Ragbert había conseguido manipular el proyecto para que la tripulación fuera formada por un pequeño número de personas.
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Entropía: El Reino de Dhagmarkal
Ficção CientíficaWoklan despierta sobre un charco de sangre dentro de una nave de La Corporación: la entidad encargada de explorar las líneas temporales. No recuerda nada, no sabe cuál ha sido el destino de sus compañeros y tampoco es consciente de que ha caído en l...